Artículo publicado en el diario La República, domingo 25 de agosto de 2013
¿Cómo mantener vivo el “espíritu” de la Comisión de la Verdad y Reconciliación diez años después de entregado su Informe Final?
En primer lugar, hay una agenda obvia e inmediata que seguirá vigente por muchos años: la referida a las exhumaciones de los miles de sitios de entierro registrados, al enjuiciamiento y sanción de violadores de derechos humanos, a la implementación del Plan Integral de Reparaciones a las comunidades e individuos afectados por la violencia. Acá el desafío precisamente es que esta agenda no se haga eterna: qué tal si nos proponemos cerrar definitivamente todos los asuntos pendientes antes del Bicentenario de la República. Para esto se requiere de un amplio consenso político, institucional, social: ¿qué tal si el gobierno actual y el Acuerdo Nacional toman la iniciativa?
Segundo, en términos institucionales, acaso la institución más directamente vinculada a mantener vivo el legado de la CVR deberá ser el Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social. Al respecto, me parece muy atinada la idea, propuesta recientemente por Sofía Macher y por Gonzalo Zegarra, desde orillas diferentes, de que este debe sin duda tomar como referencia central el trabajo de la CVR, pero que debe ir mucho más allá de esta, promoviendo actividades de investigación, reflexión y propuesta para que los hechos ocurridos no se repitan, y que profundizarán, complementarán y contradecirán a la CVR.
Tercero, podría decirse que en la agenda de recomendaciones del IF de la CVR tenemos muchas que ya están en proceso de implementación; muchas otras hoy se muestran como relevantes, pero que no aparecen en el informe (piénsese en la situación del VRAEM, en la militancia etnocacerista y otros); y luego, hay también una suerte de discurso utópico que parece postular que el mensaje de la CVR solo será “cumplido” cuando en el país no exista discriminación y racismo. Vistas las cosas con este maximalismo, es difícil lograr avances. Más sensato es plantearse metas de corto, mediano y largo plazo, que acaso empiecen con ordenanzas municipales en contra de la discriminación y muchas otras medidas concretas, como las que promueve con mucha eficiencia Wilfredo Ardito desde hace varios años.
Finalmente, mantener vivo el espíritu de la CVR implica lograr que su discurso general siga teniendo vigencia práctica. Podría decirse que aquella parte de su discurso que denuncia la situación de exclusión compite con el discurso estatal de inclusión social, que precisamente prioriza la focalización del gasto público en la población más pobre y vulnerable del país. Otra gran parte de su discurso, que hablaba de una escuela pública y de una izquierda con valores autoritarios y dogmáticos, que sirvió de caldo de cultivo y plataforma al Senderismo, en parte está siendo asumida por el Ministerio de Educación. En lo que ciertamente necesitamos avanzar mucho más es en la promoción de la tolerancia y el respeto mutuo dentro de nuestra comunidad política.
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