Artículo publicado en La República, domingo 19 de mayo de 2013
Las últimas semanas han sido muy confusas para el análisis de la política peruana: desde la izquierda, se percibe que la salida del canciller Roncagliolo es consecuencia de presiones de la derecha, por haber defendido una posición independiente, como parte de UNASUR a propósito de los sucesos en Venezuela; desde la derecha, ella se piensa como consecuencia de presiones del gobierno de ese país, como una represalia por la invocación al diálogo con sectores de la oposición. Para la izquierda la decisión de no comprar REPSOL es expresión del poder omnímodo de la derecha e ilustración del carácter sumiso del gobierno de Humala; mientras que para la derecha la reciente promulgación de la ley de “Promoción de la alimentación saludable” es muestra de que el gobierno de Humala tiene una esencia peligrosamente “intervencionista”. Para la izquierda, la renuncia del viceministro de asuntos indígenas es consecuencia de que el gobierno pretende imponer proyectos mineros sin consulta previa a las comunidades indígenas, mientras que para la derecha el gobierno no muestra ninguna decisión de impulsar esos mismos proyectos, con lo que se pierden enormes oportunidades de desarrollo. En suma, para la izquierda el gobierno de Humala aparece como un pequeño que sufre del bullying de la derecha, mientras que para la derecha el humalismo es la actual encarnación de un Estado que demostró su alcoholismo en la década de los años ochenta, por lo que ahora no debe beber ni un sorbo de cerveza.
Así, desde la izquierda, la derecha lo controla todo, pero es tan rapaz y mezquina que nunca está satisfecha, y va siempre por más. Desde la derecha, este es un gobierno muy poco confiable, cuya esencia es la “gran transformación”, siendo la “hoja de ruta” es una mera concesión táctica. Dependiendo de qué lugar ocupe uno en el espectro político, unas posiciones parecerán sensatas o descabelladas.
¿Cómo entender entonces la situación política? Sigo creyendo que uno entiende mejor al gobierno de Humala si parte de considerarlo como uno que “viene” de la izquierda, que busca legitimarse con acciones distributivas y recuperando márgenes de acción estatal, pero que está seriamente limitado por su gran precariedad, escasez de cuadros y de recursos políticos. La compra de REPSOL fue una iniciativa sin ninguna estrategia detrás, y la propia izquierda ha llamado correctamente la atención sobre la ausencia de una política coherente en materia de hidrocarburos después de la salida de Carlos Herrera y Humberto Campodónico, por lo que no debería sorprenderse de lo ocurrido. Por eso, otras acciones, más trabajadas, llegan eventualmente a mejor puerto. Al mismo tiempo, la derecha con razón se siente insegura, porque en realidad no gobierna: solamente administra, por default, a través de redes tecnocráticas. Pero eso podría cambiar. El momento actual es de tensión porque en estas semanas se está definiendo cómo planea Humala enfrentar la segunda parte de su gobierno.
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