Artículo publicado en La República, domingo 11 de diciembre de 2011
Desde hace unas semanas está circulando el libro La promesa de la democracia. Marchas y contramarchas del sistema político en el Perú (Lima, Planeta, 2011), de Jaime de Althaus. Uno de los varios méritos del libro es que plantea un diálogo entre el mundo liberal y el del debate público, en el que se ubica el autor, con un mundo más influenciado por el pensamiento de izquierda y por el de las ciencias sociales, algo muy poco frecuente. De otro lado, La promesa… es un complemento de La revolución capitalista en el Perú (FCE, 2007), analizando cómo la dinámica de crecimiento económico se ve amenazada por los límites de la institucionidad estatal y por la debilidad de los partidos políticos. En esto también Althaus va mucho más allá del liberalismo superficial que manejan muchos, liberales en lo económico pero autoritarios en lo político; así, el autor se distancia del fujimorismo y plantea que el autoritarismo político no era en absoluto “necesario” para implementar las reformas orientadas al mercado y que, aún peor, explican gran parte de sus límites actuales.
El libro sostiene que nuestra actual democracia se derrumbó en medio de múltiples crisis, circunstancia aprovechada por un líder autoritario como Alberto Fujimori. Este implementó un conjunto de reformas de mercado que explican el crecimiento económico actual, pero cuyo autoritarismo, clientelismo y corrupción impidió abordar la reforma de un Estado patrimonial y romper con una cultura política paternalista. Con la caída del fujimorismo tuvimos la posibilidad de fortalecer las instituciones democráticas, pero ello no ocurrió, manifestándose la debilidad de los partidos, y por el contrario se lanzaron iniciativas como la descentralización y el estímulo a la participación, finalmente contraproducentes, dada la ausencia de una ciudadanía plena basada en derechos civiles. La coexistencia entre estas reformas, una dinámica de crecimiento que ha empoderado a sectores tradicionalmente postergados, y actores políticos débiles, ha llevado a un aumento de la conflictividad, en las que gana terreno un discurso radical y autoritario.
La receta para Althaus sería extender la lógica de la reforma económica a la arena política, eliminando el patrimonialismo, el clientelismo, la cultura paternalista y radical. Para esto resultan claves una reforma del Estado, una reforma política, el fortalecimiento de una noción de ciudadanía basada en los derechos de propiedad y la tributación, entre otras cosas. Temas de debate: ¿en realidad se acabó el patrimonialismo económico y subsiste el político, o más bien el segundo llevó a un cambio, pero no desaparición, del primero? De otro lado, los límites de la ciudadanía en el país, ¿se resuelven con más derechos de propiedad, o es necesario más bien reforzar el ejercicio de derechos sociales? De las respuestas a estas preguntas dependerá la viabilidad de un programa liberal para el país.
Foto: presentación del libro en la Feria del Libro de Miraflores, en octubre pasado, junto al autor y Lourdes Flores.
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1 comentario:
Señor Tanaka:
1. Sería interesante contrastar estas ideas teóricas y eufónicas con la realidad: en los llamados países industrializados o desarrollados la actual crisis no es solo económica: es crisis de sistema.
2. La indignación de los pueblos es contra un sistema que permite per se el control de las sociedades por los grupos de poder económicos. La gente no está descontenta con sus gobernantes (pues solo son títeres de la grandes empresas) sino de la estructura que finalmente favorece solo a un grupo sobre la mayoría, y eso no es democracia.
3. Lo que plantea el señor Althaus es una especie de reafirmación de un viejo y desgastado dogma que en este momento está en entredicho: ¿debemos continuar con más de lo mismo corregido y aumentado? Y en el caso del Perú el asunto es más grave.
4. Porque por los últimos cambios hacia la ultraderecha del ex "antisistema" Humala lo que queda en claro es que aquí finalmente se hace lo que la clase dirigente limeña quiere, o sea, un gobierno de derecha. Y que la democracia solo sirve de "promesa" para engañar a los tontos de siempre, o sea, el pueblo.
5. Pues bien, los tontos de siempre es obvio que ya se han dado cuenta qué es la democracia en su versión peruana y la lógica nos dice que eso tiene su correlato: la subida de un salvador, de un Chávez, de aquel que desdeñando un sistema corrupto se encarama en el poder para cumplir desde ahí las promesas tanto tiempo frustradas.
6. Ya no habrá, señor Tanaka, un nuevo candidato "antisistema" o popular para el 2016; eso ha perdido toda credibilidad. Ha llegado el momento de los que yo llamaría "auténticos", los Robespierre que se intitulan de incorruptibles y duros, que se no venderán ni ante empresas como la Newmont o ante la caduca derecha peruana que solo sabe exportar minerales en bruto desde que llegó Pizarro a estas tierras.
Muchas gracias.
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