Artículo publicado en El Comercio, martes 19 de enero de 2021
En las últimas semanas he comentado sobre la evolución y características recientes que muestran la derecha y la izquierda en nuestro país, y cómo ellas ayudan a entender mejor los desafíos que tenemos por delante. Preguntémonos ahora por el centro político.
Hacia finales de la década de los noventa el fujimorismo polarizó el país en torno a un eje autoritarismo – democracia que fortaleció relativamente el centro. Los gobiernos de Paniagua y de Toledo discurrieron por ese camino, y allí convergieron referentes tanto de derecha como de izquierda. En el periodo 2006-2011 se dio una suerte de polarización entre un gobierno de García derechizado y una UPP humalista también radicalizada, y el centro quedó relativamente vacío; pero en 2011 Humala entendió que para ganar la elección y luego para gobernar debía ocupar ese espacio, y es así como se pudo de un lado mantener la ortodoxia macroeconómica, lanzar iniciativas sociales como el MIDIS y proponer una diversificación productiva. Desde 2016 vivimos una nueva polarización, a la izquierda un Frente Amplio antineoliberal y antifujimorista, y a la derecha un fujimorismo crecientemente conservador. Kuczynski nunca supo si acercarse al fujimorismo o combatirlo, duda que lo que lo liquidó políticamente. Vizcarra ocupó entre julio de 2019 y durante 2019 con cierta habilidad el espacio de centro en medio de su precariedad, pero terminó siendo vacado por el Congreso actual, en el que nuevamente el centro quedó sin espacio; esta vez porque lógicas populistas se han vuelto alarmantemente predominantes a lo largo de todo el espectro.
De cara al próximo quinquenio, con una oferta electoral particularmente precaria, aún para nuestros ya muy bajos estándares, me parece que la conclusión es clara: ninguna de las fuerzas políticas en competencia tendrá la posibilidad de sacar al país adelante por sí solo. Ninguno cuenta con la organización, cuadros, claridad programática o capacidad de convocatoria suficiente para enfrentar los enormes retos del futuro. Y en un escenario que se insinúa fragmentado, el gran reto estará en la capacidad de construcción de coaliciones, en la gestación de acuerdos transversales. El respeto al estado de derecho; el fortalecimiento de la administración pública y la reforma de la institucionalidad política; la defensa de la economía de mercado, pero fortalecimiento su brazo social y redistributivo; podrían ser bases de un acuerdo básico que pueda darle viabilidad al próximo gobierno.
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