lunes, 1 de marzo de 2021

¿Es posible construir un centro político?



Artículo publicado en El Comercio, martes 19 de enero de 2021

En las últimas semanas he comentado sobre la evolución y características recientes que muestran la derecha y la izquierda en nuestro país, y cómo ellas ayudan a entender mejor los desafíos que tenemos por delante. Preguntémonos ahora por el centro político.

 No es sencillo definir el centro, porque en buena medida se trata del espacio entre los extremos, es decir, solo puede entenderse en un contexto específico, cuyo carácter cambia a lo largo del tiempo. Durante buena parte del siglo XX el APRA se ubicaba en el centro, entre la izquierda marxista y la derecha. Podría decirse que en términos ideológicos, la socialdemocracia ocupa típicamente un espacio de centro: comparte con la izquierda marxista la búsqueda de la igualdad y la justicia distributiva, pero deslindó con la izquierda revolucionaria al abrazar la democracia liberal y el pluralismo político, y la convivencia con el sistema capitalista. Del otro lado, también se ubicarían al centro, desde la derecha, posturas socialcristianas o liberales igualitaristas en las que, partiendo de la valoración de la libertad y de la economía de mercado, se levanta también el principio de la solidaridad, y se asume que, para que los mercados y la competencia funcionen, el Estado debe propiciar activamente la igualdad de oportunidades.

 En nuestro país, históricamente, podría decirse que el centro estuvo definido por la apuesta por la democracia, frente a la pretensión revolucionaria de la izquierda y la apelación a la intervención militar por la derecha; así como por, partiendo de la base de la economía de mercado, entender como necesaria la intervención del Estado para enfrentar la voracidad de empresarios “mercantilistas” y la resistencia al cambio de las oligarquías tradicionales. El problema es que el APRA nunca asumió propiamente una identidad socialdemócrata, pudiendo hacerlo, y carecimos de una derecha más moderna y con menos ataduras a posiciones conservadoras.

Hacia finales de la década de los noventa el fujimorismo polarizó el país en torno a un eje autoritarismo – democracia que fortaleció relativamente el centro. Los gobiernos de Paniagua y de Toledo discurrieron por ese camino, y allí convergieron referentes tanto de derecha como de izquierda. En el periodo 2006-2011 se dio una suerte de polarización entre un gobierno de García derechizado y una UPP humalista también radicalizada, y el centro quedó relativamente vacío; pero en 2011 Humala entendió que para ganar la elección y luego para gobernar debía ocupar ese espacio, y es así como se pudo de un lado mantener la ortodoxia macroeconómica, lanzar iniciativas sociales como el MIDIS y proponer una diversificación productiva. Desde 2016 vivimos una nueva polarización, a la izquierda un Frente Amplio antineoliberal y antifujimorista, y a la derecha un fujimorismo crecientemente conservador. Kuczynski nunca supo si acercarse al fujimorismo o combatirlo, duda que lo que lo liquidó políticamente. Vizcarra ocupó entre julio de 2019 y durante 2019 con cierta habilidad el espacio de centro en medio de su precariedad, pero terminó siendo vacado por el Congreso actual, en el que nuevamente el centro quedó sin espacio; esta vez porque lógicas populistas se han vuelto alarmantemente predominantes a lo largo de todo el espectro.

De cara al próximo quinquenio, con una oferta electoral particularmente precaria, aún para nuestros ya muy bajos estándares, me parece que la conclusión es clara: ninguna de las fuerzas políticas en competencia tendrá la posibilidad de sacar al país adelante por sí solo. Ninguno cuenta con la organización, cuadros, claridad programática o capacidad de convocatoria suficiente para enfrentar los enormes retos del futuro. Y en un escenario que se insinúa fragmentado, el gran reto estará en la capacidad de construcción de coaliciones, en la gestación de acuerdos transversales. El respeto al estado de derecho; el fortalecimiento de la administración pública y la reforma de la institucionalidad política; la defensa de la economía de mercado, pero fortalecimiento su brazo social y redistributivo; podrían ser bases de un acuerdo básico que pueda darle viabilidad al próximo gobierno.

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