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Artículo publicado en La República, martes 24 de marzo de 2009http://www.larepublica.pe/files/edicionimpresa/larepublica/2009/03/24/20090324_1_1634_18_2.jpgEn las últimas dos semanas he explorado algunos de los desafíos que enfrentan las propuestas de izquierda y derecha en el país en el momento actual, marcado por una crisis internacional y por una dinámica de crecimiento sin distribución; por esto decía que me parece que en el país está en agenda una agenda socialdemócrata, que busque un equilibrio entre mercado y Estado. El sábado pasado Alberto Adrianzén, en su columna en este diario, comentó críticamente algunas de las ideas que propuse e invitó a seguir el diálogo, así que esta semana continúo sobre la base de sus apuntes.
Entiendo que el mensaje central de Adrianzén es que las propuestas socialdemócratas estarían en crisis, porque lo que habría habido en los últimos años es simplemente un desplazamiento de la socialdemocracia hacia posiciones de derecha. La alternativa socialdemócrata sería un “centrismo vacío”, que buscaría “juntar un poco de esto y un poco de aquello como si fueran cosas iguales”. Para Adrianzén, de lo que se trataría es de “enunciar una nueva crítica al capitalismo”, lo que implicaría “redefinir el papel del Estado y del mercado”. ¿Redefinir en qué sentido? Creo que para Adrianzén es claro que más Estado es mejor que más mercado, porque “mientras que el Estado busca igualar, incluir, representar, regular y ampliar, muchas veces, la democracia; el mercado se basa en la competencia, en el triunfo de los más fuertes y en la expulsión de los débiles”.
Empiezo por esto último: a mí me llama la atención cómo desde posiciones de izquierda como las de Adrianzén se soslaya que muy frecuentemente el Estado también es una entidad burocrática que busca rentas y privilegios, que se legitima clientelísticamente, que consolida poderes personalistas y autoritarios, etc., más todavía en un país con fuertes tradiciones corporativas y populistas como el nuestro. Y que el mercado también integra, iguala, desarrolla capacidades, eleva la productividad, etc., más todavía en un país con persistentes relaciones sociales premodernas, oligárquicas, como el nuestro. Esta dualidad del Estado ha sido muy bien descrita por autores como Charles Tilly, y la dualidad del mercado ha sido analizada acaso inmejorablemente por Karl Marx. Precisamente por ello es que es importante conseguir un equilibrio entre sus aspectos creativos y destructivos, por así decirlo.
Llama la atención la dificultad que han tenido y tienen posiciones socialdemócratas para hacerse espacio en Perú. Sorprendente porque este tipo de políticas ha sido fundamental para la prosperidad de los países desarrollados, y porque en el contexto regional los países que han seguido ese camino han crecido y han mejorado sus indicadores sociales más que los países simplemente “neo-liberales” o “estatistas”. Para la izquierda, se trata de posiciones de derecha encubiertas; y la “derecha criolla” las menosprecia por su desinterés en políticas sociales y redistributivas. El APRA podría haber encarnado esta propuesta, pero cayó en el populismo primero y en el conservadurismo ahora.
VER MÁS:
Pedro Francke me hizo llegar el comentario a continuación: EL MERCADO QUE IGUALA Y ELEVA PRODUCTIVIDADES
En un artículo reciente (La República, 24 de marzo del 2009), Martín Tanaka afirma que:
“el mercado también integra, iguala, desarrolla capacidades, eleva la productividad, etc., más todavía en un país con persistentes relaciones sociales premodernas, oligárquicas, como el nuestro. … la dualidad del mercado ha sido analizada acaso inmejorablemente por Karl Marx. Precisamente por ello es que es importante conseguir un equilibrio entre sus aspectos creativos y destructivos, por así decirlo.”
Quiero aportar al debate con el entendimiento del mercado y algunas de sus virtudes.
1. ¿El mercado iguala?
En un sentido sí: en muchos mercados, sólo importa el dinero, quien lo tiene, compra. Ya se trate de papas o de yates, blanco o negro, mujer u hombre, heterosexual, homosexual o transgénero, anciano o joven, persona con discapacidad o no, si tienen la plata, pueden comprar, y si tienen el producto pueden vender. Es en ese sentido que el surgimiento del capitalismo rompe muchas de las ataduras del feudalismo, donde los siervos tenían sus intercambios mercantiles condicionados al permiso del señor. Pero en la discusión moderna, esa misma lógica de funcionamiento del mercado se ve como una fuente de desigualdad: el que no tiene dinero, no compra. Por eso los textos básicos de economía ven a los mercados libres como portadores de eficiencia, pero nunca de igualdad, reconociéndose más bien que precisamente el problema de la igualdad es un problema que los mercados no resuelven.
Dos discusiones adicionales parecen importantes en este contexto. La primera, la del apellido del mercado. Un mercado monopólico difícilmente puede pensarse que iguala. Un mercado oligopólico, tampoco. ¿En qué sentido el mercado de la lana de alpaca, por ejemplo, iguala a ganaderos de altura con empresas textileras y comercializadoras?
Seguramente Tanaka está pensando en un mercado competitivo. Pero no necesariamente un mercado competitivo es igualador. Por ejemplo, el mercado de papas en el Perú, ¿ha llevado a mayor igualdad en cuanto a productividades e ingresos entre los campesinos de Andahuaylas y los productores de Cañete? No hay mayor evidencia que sustente ese punto de vista. Y si se puede pensar que en este caso muchas de las diferencias se deben a rentas naturales, la verdad es que tampoco está claro en qué medida en el mercado mundial de aviones o de finanzas, o en el mercado nacional de llamadas telefónicas o de cervezas, el mercado promueve igualdad. Por el contrario, la tendencia general (desde luego con muchas excepciones) del capitalismo moderno es que el mercado tiende a la concentración y fusión de los productores, y por lo tanto a la desigualdad así como al oligopolio.
Tal vez la pregunta mayor es, ¿una economía donde el mercado predomina y el estado tiene menor importancia en su regulación, es más o menos desigual? La historia parece decir que desigual. La experiencia del neoliberalismo en EEUU desde Reagan, en cuanto a sus efectos de haber aumentado la desigualdad, ha sido documentada por varios autores y divulgada por Paul Krugman. Lo mismo parece haber sucedido en el Perú. Y en China.
2. ¿El mercado desarrolla capacidades y eleva la productividad?
El mercado es un mecanismo de intercambio. Estricto sensu, no desarrolla capacidades ni eleva productividades. Pero parafraseemos a Tanaka, y analicemos si el mercado contribuye a desarrollar capacidades y elevar productividades, que sería la forma correcta de formular la tesis. La respuesta es que a veces si, a veces no. El mercado de lana de alpaca, para regresar al ejemplo anterior, no ha desarrollado capacidades ni elevado productividades de los alpaqueros; al revés, parece que en los últimos años la política de los oligopsonios textileros de no diferenciar calidades ni pagar premios por mejor calidad, ha promovido un deterioro de la calidad genética de la fibra. En otro ejemplo, el mercado de hilados en el 2008 ha significado la entrada al mercado peruano de hilos baratos de la India, perdiendo la industria peruana ventas, y por lo tanto reduciendo su productividad por las economías de escala que allí existen.
Estos ejemplos no quieren decir que el mercado siempre sea un factor negativo para desarrollar capacidades y elevar productividades. En realidad, el mercado parece ser muy importante en lograr estos objetivos. Pero no siempre, no cualquier mercado, no de cualquier manera.
Las experiencias exitosas de desarrollo económico, es decir de desarrollo de capacidades productivas y aumento de la productividad, como han documentado extensamente Ha-Joon Chang, Dani Rodrik y otros, incluyendo tanto las experiencias más antiguas como Inglaterra y luego Estados Unidos y las más recientes como las de Japón, Corea del Sur y China, incluyen un fuerte componente de intervención estatal en los mercados. Hasta el día de hoy, buena parte de los aumentos de productividad en Estados Unidos y otros países desarrollados están vinculados a políticas públicas para favorecer el cambio tecnológico y las innovaciones, y el ejemplo de cómo Internet empezó como un proyecto público es paradigmático. Es verdad, desde luego, que no se trata de cambios que sólo se producen en instituciones estatales sino en una vinculación entre entidades, regulaciones y promoción estatal, y las empresas privadas; o para decirlo de otra manera, entre el estado y el mercado
3. ¿Estado vs mercado?
Así, parece que el tema clave en esta discusión es la validez de la dicotomía estado-mercado, que es la clave en la que perece ubicarse esta discusión. Sostengo que esa dicotomía es sólo muy parcialmente válida, que en muchas formas hay y puede haber un estado que regula el mercado y actúa a través del mercado.
La regulación del estado no siempre es contraria al mercado; al revés, puede significar su promoción y ampliación. La desregulación del sistema financiero de la década pasada ha llevado a una crisis y una pérdida de reputación de este mercado, que seguramente frenará su desarrollo por varios años. La regulación de la propiedad intelectual mediante las patentes busca justamente promover las innovaciones, y de esa manera el desarrollo de los mercados, aunque sin duda es una opción que tiene sus problemas, incluyendo tanto los costos que significa el monopolio de unas invenciones para nuevas innovaciones, como la desigualdad que implica el establecer un monopolio legal en particular en aspectos donde la equidad es especialmente importante como el de las medicinas y la salud.
Dentro de esta regulación del mercado, el estado puede regular el mercado de tal manera que haya un mercado amplio pero más equitativo. Las reglas en defensa de los consumidores, por ejemplo, asegurando información adecuada. Las leyes en relación al mercado laboral, donde el mercado puede funcionar bien pero donde no necesariamente tienen que aceptarse despidos injustificados de mujeres embarazadas. En el terreno productivo, pueden haber reglas para evitar que los grandes monopolios abusen de su poder en desmedro de los pequeños productores.
En síntesis, la dicotomía entre Estado y mercado es parcialmente válida. En relación al tema de la igualdad, el mercado no genera por lo general igualdad., siendo usualmente necesario una intervención del estado, que no siempre tiene que implicar una reducción o disminución del mercado, sino solo su gobierno. En relación al tema del aumento de la productividad, una adecuada articulación entre estado y mercado parece ser lo mejor.
--Pedro Francke
http://www.pfrancke.blogspot.com/http://www.bajolalupa.net/Le respondí a Francke lo siguiente: Pedro,
gracias por el mensaje. Pondré tu comentario junto a mi artículo en mi blog. Concuerdo con tus conclusiones; en realidad, me estoy peleando con una posición que me parece muy pro-Estado y anti-mercado según la cual "mientras que el Estado busca igualar, incluir, representar, regular y ampliar, muchas veces, la democracia; el mercado se basa en la competencia, en el triunfo de los más fuertes y en la expulsión de los débiles". Yo más bien pienso que ni el Estado es tan bueno, ni el mercado tan malo, y que lo que corresponde es una línea de "complementación" como la que esbozas al final. Por supuesto, fácil de decir, difícil de hacer. Un abrazo,
Martín