domingo, 22 de marzo de 2020

Balance del siglo



Artículo publicado en El Comercio, sábado 4 de enero de 2020

En los últimos días hemos leído variados recuentos de los acontecimientos del 2019 en nuestro país. Pero también podríamos ensayar un balance de la década que se cierra, o mejor de las dos décadas, porque 2010-2019 es en realidad parte de un ciclo más largo, iniciado en 2001; que a su vez terminó el iniciado en 1990 con la llegada al poder de Alberto Fujimori. Podría decirse que aquello que inició en 2001, bajo la promesa de una institucionalización democrática plena después de una década autoritaria terminó (frustrada) en cierto modo con la disolución del Congreso del 30 de septiembre del 2019.

¿Qué características tuvo el periodo 2001 – 2019? Se trató de un periodo marcado por un importante crecimiento económico, reducción de la pobreza y el crecimiento de una nueva clase media, aunque informal y precaria; que en parte se explica por un muy buen contexto global, pero también por la continuidad de las políticas económicas orientadas al mercado gestadas en la década anterior. Este periodo está también signado por la extrema precariedad de los actores del sistema político y de las instituciones democráticas; la paradoja es que la debilidad y la vacuidad de los partidos permitió la continuidad de una élite tecnocrática en áreas claves del Estado que explican tanto el “éxito” de esos años (básicamente estabilidad y crecimiento) como también sus limitaciones: carencia de alianzas sociales y políticas que permitieran reformas más ambiciosas, una autonomía sin suficiente transparencia y control, así como cierta lejanía por temas sociales, políticos, y distributivos fuertes en la región.

Estas características permitieron que Perú navegara sin mayores variaciones por el “giro a la izquierda” que recorrió la región, a pesar de que los electores optaron por alternativas “de izquierda” encarnadas en García en 2006 y por Humala en 2011, quienes finalmente mantuvieron, en general, la ortodoxia económica. Otra forma de decir lo dicho, más en términos políticos, es que se trató de un periodo en el que el gran tema fue cómo enfrentar el legado dejado por el fujimorismo de la década de los años noventa: expresado no solo en cómo lidiar con las continuidades y cambios necesarios, también en cómo lidiar con su herencia política directa, expresada en el liderazgo de Keiko Fujimori.

En algunos sentidos, ese orden ciertamente ha llegado a su fin: con la desaceleración económica, los escándalos de corrupción que involucran a políticos, funcionarios y empresarios, el fracaso del gobierno de Kuzcynski (el tecnócrata-político neoliberal por excelencia), y el fracaso de Fuerza Popular como proyecto, cuando menos la legitimidad de ese orden y de sus protagonistas principales está en serio cuestionamiento. Sin embargo, sería prematuro declararlo difunto: podría darse que los elementos centrales vigentes hasta ahora se mantengan, con solo un cambio de de intérpretes. La tarea de este año sería sentar las bases de los cambios necesarios y evitar la larga agonía de un esquema agotado.

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