(Ilustración: Víctor Aguilar/ El Comercio)
Artículo publicado en El Comercio, sábado 29 de diciembre de 2018
Revisar los acontecimientos de 2018 genera una sensación de vértigo. Iniciamos el año sabiendo que el presidente Kuczynski era extremadamente débil, pero que tenía algún margen para sobrevivir; hasta que los “mamaniaudios” terminaron de dejarlo en un aislamiento casi total. Luego, con el presidente Vizcarra, veíamos a un presidente aún más precario, con una fuerte tendencia descendente en sus niveles de aprobación ciudadana. Los “CNMaudios” abrieron una oportunidad que el gobierno aprovechó muy audazmente para aparecer encabezando la lucha contra la corrupción y la reformas de las instituciones políticas, lo que le da una apariencia de fortaleza en realidad muy circunstancial.
En el campo del fujimorismo, tuvimos también grandes convulsiones. Empezamos el año preguntándonos por los efectos que tendría el indulto al expresidente Fujimori; algunos pensaban que éste asumiría un liderazgo que opacaría al de Keiko, y que Kenji podría ser un nuevo referente político. Sin embargo, después de la caída de Kuczynski, lo peor parecía haber quedado atrás para Keiko: Alberto más preocupado por sus problemas de salud y por evitar la reversión del indulto, una FP “depurada” con la expulsión de Kenji, la renuncia de los avengers y el fracaso del proyecto de partido, Cambio 21; y un nuevo gobierno procurando no caer nuevamente en una dinámica de confrontación con el Congreso. Las cosas empezaron a cambiar con la inesperada iniciativa política del gobierno después de los CNMaudios, y con los avances en las investigaciones fiscales sobre lavado de activos, que cobraron fuerza después de la declaración de Jorge Barata de haber entregado un millón de dólares a la campaña fujimorista de 2011.
Empezamos el 2019 con una gran incertidumbre: las reformas de la administración de justicia y las iniciativas de lucha contra la corrupción, ¿llegarán a buen puerto? Dependerá del poder ejecutivo, pero también del Poder Judicial y de la Fiscalía de la Nación, que atraviesan una profunda crisis. Este año también vence el mandato de cinco de seis miembros del Tribunal Constitucional, institución clave. Además, está el justo reclamo de varios sectores en el sentido de que el gobierno debe gobernar: la reactivación de la economía, la lucha contra contra la inseguridad, la reconstrucción del norte, la continuación de la reforma de la educación, la reforma de la salud, entre muchos otros, no esperan. Me parece que la clave del 2019 está en aprovechar la pequeña ventana de oportunidad que se abrió con el llamado de Keiko Fujimori en octubre de contruir una agenda de “reencuentro nacional”, mediante un diálogo “sin condiciones”; y con el mensaje a la nación del Presidente Vizcarra del pasado 12 de diciembre, en el que anunció el inicio de una ronda de diálogos con los diferentes partidos, para dejar atrás “la etapa de enfrentamientos”. Difícil, no imposible.
Termino con un breve comentario personal: como se sabe, he tenido el honor de ser designado miembro de la Comisión Consultiva para la Reforma Política por el Presidente de la República; por ello, mientras dure ese encargo, no me referiré a los temas de la reforma. Solo diré que en la Comisión somos muy conscientes de que nuestra tarea es sumar iniciativas producidas por los actores políticos, por la academia, y por la sociedad civil; elaborar una agenda acotada y relevante de propuestas basadas en un diagnóstico bien fundamentado; y que la reforma solo será posible si es capaz de generar consensos amplios, si es capaz de lograr que los actores políticos representados en el Congreso la hagan propia.
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