Artículo publicado en La República, domingo 4 de febrero de 2018
En octubre del año pasado comentábamos cómo el gobierno de Nicolás Maduro parecía recuperar la iniciativa después de aparecer tambaleante. La crisis económica, el creciente desgobierno, la unidad de la oposición, permitió a ésta avanzar, ganando incluso el control del parlamento después de las elecciones parlamentarias de 2015. El paso siguiente fue el pedido de un referéndum revocatorio para el presidente Maduro, que la oposición esperaba se pudiera dar a finales de 2016, de modo que pudiera convocarse inmediatamente después a una nueva elección presidencial. Como sabemos, Maduro, consciente de que había perdido mayoría electoral y control del Congreso, impidió la realización del referéndum, postergó indefinidamente las elecciones regionales de 2016, y cercenó las prerrogativas de la Asamblea Nacional a inicios de 2017, utilizando al Tribunal Supremo de Justicia. El régimen autoritario de Maduro pasó a una etapa abiertamente dictatorial, y la oposición respondió con la movilización en las calles; entre abril y junio del año pasado Maduro parecía estar a punto de caer.
Pero logró sobrevivir. En julio se realizaron elecciones para conformar una Asamblea Nacional Constituyente; al instalarse en agosto, una de sus primeras decisiones fue asumir la función legislativa, quitándosela definitivamente a la Asamblea Nacional. Luego convocó para octubre las postergadas elecciones regionales, y para diciembre las elecciones municipales, en las que obtuvo sendos triunfos. Tanto así Maduro confía en que ha recuperado competitividad electoral, que ha propuesto adelantar para abril la elección presidencial prevista para diciembre de este año.
¿Cómo así Maduro logró sobrevivir, a pesar de la dramática crisis venezolana? No es sencillo dar una respuesta, pero entre varios factores habría que mencionar que la gravedad de la crisis minó a la larga las capacidades de resistencia civil y acción colectiva de protesta; hizo a la sociedad, especialmente a los sectores populares, cada vez más dependientes de esquemas clientelísticos para sobrevivir (al respecto son claves los “Carnets de la Patria”, documento que permite el acceso a programas sociales y a los programas de distribución de alimentos subsidiados a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción –CLAPS-). El Estado, en medio de su colapso, se mantiene como aparato eficaz de control y redistribución de rentas. Al mismo tiempo, la oposición perdió credibilidad como alternativa viable, al identificarse durante un periodo largo solamente con la movilización y la protesta, y al ausentarse de los últimos procesos electorales. Además, los dilemas asociados a la decisión de participar o no en éstos dividió a la Mesa de Unidad Democrática (MUD), actor central en los avances producidos hasta 2015.
¿Qué hacer frente a la elección presidencial de este año, a la que, por supuesto, Maduro se presentará para ser reelecto? Modestamente, me parece que, fracasado por el momento el plan de la confrontación y la protesta, no queda sino dar la batalla electoral. Por supuesto, se trata de elecciones en el contexto de una dictadura, en un escenario amañado y controlado el régimen. El Consejo Nacional Electoral impide participar a los principales grupos de oposición como la MUD, Primero Justicia o Voluntad Popular, que no participaron en las últimas elecciones municipales. La presión de la comunidad internacional es ahora clave para lograr comicios mínimamente plurales, justas y competitivas con plazos razonables y el reestablecimiento de la legalidad constitucional. ¿Qué dice nuestra cancillería?
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