Artículo publicado en La República, domingo 11 de febrero de 2018
La gran pregunta que flota en el ambiente político peruano es si el presidente Kuczynski será capaz de terminar su mandato, o si el Congreso declarará la vacancia por su supuesta incapacidad moral. Fernando Rospigliosi ha citado los trabajos del colega Aníbal Pérez-Liñán, quien ha estudiado las crisis presidenciales latinoamericanas que han terminado con la caída de los mandatarios a través de juicios políticos en las últimas décadas. Como se ha recordado, para Pérez-Liñán las caídas se dan después de escándalos revelados por la prensa; de que el presidente pierde el control del Congreso; y cuando se dan protestas callejeras masivas, capaces de congregar un conjunto amplio y heterogéneo de sectores.
Si bien tenemos escándalos y denuncias de corrupción, las razones que nos llevaron a oponernos a la declaratoria de vacancia en diciembre desde esta columna siguen siendo las mismas. Las denuncias hasta el momento son ciertamente graves y deben ser investigadas y aclaradas, pero no parece haber mucha novedad en ese frente. Se especula mucho sobre las futuras declaraciones de Jorge Barata, pero las declaraciones de Marcelo Odebrecht señalan que la relación de PPK como consultor con su empresa se dio después de que fue ministro y antes de que fuera candidato presidencial; y que PPK fue una “piedra en el zapato” desde Proinversión para que se adjudicara el contrato de concesión de la carretera interoceánica. En segundo lugar, si bien el presidente no tiene ningún control sobre el Congreso, no es evidente de que existan en este momento los 87 votos necesarios para lograr la vacancia. Están los 61 votos de Fuerza Popular, los veinte de la izquierda (diez del Frente Amplio y diez de Nuevo Perú), que suman 81; los restantes deberían salir de las bancadas de Alianza para el Progreso (8) y de Acción Popular (5), donde no hay una postura clara, y de alguno de los No Agrupados (16, de los cuales a favor de la vacancia podrían estar apenas dos; también parecen contrarios a ésta los cinco del APRA). Y finalmente, la protesta callejera por la vacancia no logra ser amplia y plural, y parece circunscrita a los sectores antifujimoristas.
Por supuesto, todo puede cambiar rápidamente. Y el factor más voluble, a mi juicio, depende esencialmente de la negociación desde el Congreso con el vicepresidente Vizcarra. Como ha sido resaltado por muchos, en muy diversos sectores la imagen de un gobierno encabezado por Martín Vizcarra ha empezado a ser visto como una posibilidad interesante. Acá el asunto es que cada quien construye un Vizcarra a su medida para ilusionarse. Desde el fujimorismo se espera a un presidente sumiso que les allane el camino al triunfo en 2021; desde la orilla opuesta, a un presidente enérgico en el combate a la corrupción y la defensa de las instituciones. Desde la izquierda a un presidente más dialogante y sensible a dimensiones regionales y sociales, y desde la derecha a uno proempresarial y promotor de la inversión privada. Al mismo tiempo, me imagino, Vizcarra debe recordar que fue maltratado por el Congreso, desde diversos frentes, cuando fue ministro durante la negociación del contrato de concesión del aeropuerto de Chinchero, por lo que no debe tener ningún apuro para lanzarse al ruedo. De un lado el Congreso espera tener más claro qué tipo de presidente sería, y del otro Vizcarra espera cierta garantía de que lo dejarían gobernar. Hasta que estos asuntos no se aclaren, no es evidente de que las diferentes bancadas en el Congreso lo prefieran a él y no a un presidente débil, pero por lo mismo manejable, presionable y concesivo.
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