Artículo publicado en La República, domingo 20 de diciembre de 2015
En las últimas semanas se ha comentado mucho sobre los resultados de las recientes elecciones en Argentina y Venezuela. En este artículo quiero explorar si estamos ante la posibilidad del surgimiento de una “nueva derecha” en algunos de nuestros países.
Históricamente, uno de los grandes problemas para la democracia en algunos de nuestros países ha sido la ausencia de partidos de derecha con capacidad de competir eficazmente en el terreno electoral. Partidos identificados con intereses elitistas y excluyentes no son por supuesto capaces de ganar muchos votos, y terminaban subordinados ante partidos populistas o de izquierda. Para los sectores conservadores, el juego democrático aparecía como amenazante para sus intereses, por lo que solían recurrir a la promoción de golpes militares. El caso peruano durante gran parte del siglo XX es emblemático de esta situación: la derecha no podía competir eficazmente como contrapeso al APRA, lo que terminaba en gobiernos militares o en la exclusión del APRA y de los partidos de izquierda. En Argentina y Bolivia podría decirse algo similar, con el predominio del peronismo y del nacionalismo revolucionario. Por el contrario, lo que tienen en común países con más tradición democrática como Chile, Uruguay, Colombia o Costa Roca es contar con partidos de derecha capaces de ganar elecciones (partidos como el Nacional, Blanco, Conservador o Social Cristiano en esos países). Para ello, sintonizar de alguna manera con los intereses populares resulta imprescindible, con una combinación de políticas asistencialistas y de defensa de valores tradicionales.
En Argentina, históricamente, la derecha no ha sido significativa electoralmente, en medio de una tradición con cierto perfil bipartidista peronista – radical. La derecha aparecía más bien como extremadamente conservadora y excluyente. En Venezuela, la oposición al chavismo tuvo importantes sectores que optaron por el camino de la pura confrontación, el boicot y la búsqueda de un golpe de Estado. En las recientes elecciones encontramos sin embargo un nuevo discurso: en el que no solo se habla de respeto a las libertades y la promoción del mercado, también uno en el que se reconocen como problemas centrales la desigualdad y la injusticia social, y en donde la inclusión y los programas sociales resultan fundamentales, donde los nuevos grupos aseguran no solo que no se perderán los avances registrados en los últimos años bajo gobiernos de izquierda, sino que se avanzará aún más. Si estas derechas han triunfado no es por la hegemonía de ideas libertarias, sino porque en medio de la crisis aparecen mejor preparadas para asegurar el bienestar de la población.
¿Y en nuestro país? ¿Cuánto ha calado un nuevo sentido común más social entre nuestros grupos de derecha? El fujimorismo parecería mejor perfilado para intentar convertirse en esa “nueva derecha” pero para ello tendría que reinventar su identidad y dejar de ser la simple proyección del pasado.
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