Artículo publicado en La República, domingo 27 de diciembre de 2015
Mucho que comentar sobre la reciente inscripción de “planchas” presidenciales.
De un lado, distinguiría las alianzas partidarias de los “jales” individuales. Las primeras, por basarse en lógicas colectivas, tienen un carácter ligeramente más institucional. Digo ligeramente porque algunas son puramente oportunistas, como la de Solidaridad Nacional con Unión por el Perú, o la de Restauración Nacional con Alianza para el Progreso. Otras son fruto de un interés entendible, pero difícil de justificar, como la del APRA y el PPC. García busca relanzar una candidatura que no despega apoyándose en el aura de republicanismo que vagamente puede reconocerse todavía en el PPC, mientras que para este de lo que se trata es de simplemente subsistir, en un contexto en el que otros (Pedro Pablo Kuczynski) no quisieron recibirlos. Lo que es desconcertante es que Lourdes Flores haya aceptado ser la abanderada de esto, en una suerte de autosacrificio ritual digno de mejor causa. Es necesario destacar la actitud de Marisol Pérez y Alberto Beingolea: es posible discrepar con una decisión partidaria, ponerse al margen, pero no terminar como tránsfuga en alguna otra agrupación.
Respecto a los “jales”, en principio buscan equilibrar o compensar limitaciones de la figura presidencial; y del lado de los acompañantes, la ganancia es vincularse al poder, por supuesto. Las “planchas” de K. Fujimori, Kuczynski, Acuña y García siguen claramente esa lógica. Toledo, por el contrario, elocuentemente, se encerró dentro de su entorno más inmediato. En cuanto a las candidaturas menores, ellas pueden tener sentido como intentos de posicionamiento para proyectos de largo plazo, o dentro de lógicas no electorales. Pero algunas han seguido lógicas muy extravagantes: por ejemplo, ¿qué gana Solidaridad Nacional con Nano Guerra? Y ¿cómo así Guerra podría consolidar una carrera política intentando primero ser candidato presidencial de Fuerza Social, luego candidato de la izquierda, luego del partido de Yehude Simon, para terminar del brazo de la “revocadora” Patricia Juárez? De otro lado, en cuanto al Partido Nacionalista, la candidatura de Urresti es claramente favorable para él en función a sus intereses de defensa judicial, así como su asociación con Villarán (no así para sus intereses electorales), pero no es para nada evidente que esto le sirva de alguna manera al nacionalismo o a Villarán. El discurso del presidente Humala tiene poco o nada que ver con el de Urresti, y en cuanto a Villarán, es patética su desorientación política, que la lleva a destruir su muy escasa credibilidad política a cambio de nada (¿realmente cree que entrará al Congreso?).
Finalmente, la izquierda. La diáspora la afecta colectivamente. Un día asistimos al anuncio de una amplia unidad (¿se acuerdan del CPUFI?) y otro día tenemos la diáspora total. En medio de esto la candidatura de Verónika Mendoza sufre un poco menos, pero su plancha es buena para reafirmar a los conversos, no para ganar los votos que necesita.
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