Artículo publicado en La República, domingo 22 de noviembre de 2015
El día 9 de este mes falleció el filósofo francés André Glucksmann (1937-2015). Su trayectoria intelectual y sus temas de interés son de lo más pertinentes, más todavía después de los atentados terroristas del 13 de noviembre pasado en la ciudad de París.
Glucksmann podría ser considerado parte de un grupo intelectual formado en la izquierda en la década de los años sesenta, pero que desde los setenta asumieron posiciones sumamente críticas con el marxismo y el socialismo real, especialmente después de conocerse la existencia de campos de concentración y de masivas violaciones a los derechos humanos en la Unión Soviética. Hasta ese momento, los brillantes intelectuales de izquierda franceses, representados por Sartre, fueron ambiguos al respecto, así que la nueva generación asumió un perfil claramente distintivo. Desde entonces, Glucksmann aparece vinculada a la causa de la defensa de los derechos humanos, agredidos tanto por gobiernos de izquierda como de derecha; pero además, desarrolló una suerte de vertiente “realista” que lo alejó del pacificismo. En los últimos años apoyó por ejemplo la intervención militar en Afganistán e Irak, o la intervención militar israelí en la franja de Gaza. En ese contexto, también llamó la atención por la escasa atención prestada a los crímenes cometidos por fundamentalistas islámicos contra población islámica o árabe. En el contexto francés, este camino lo llevó a tomar partido por Nicolas Sarkozy en las elecciones de 2007.
Esta evolución se da en el contexto de la cada vez mayor visibilidad de intelectuales de derecha en el contexto académico y en el espacio público francés, que marca una gran contraste con las imágenes de décadas atrás. Estos buscan de alguna manera recuperar la “grandeza” francesa supuestamente perdida en las últimas décadas. Para ello, correspondería dejar de subordinarse a las coordenadas del pensamiento político y cultura anglosajona, marcados por los límites de la “corrección política”. Otra amenaza a la cultura e identidad francesa sería la creciente inmigración árabe, que lleva a revalorar la supuesta “identidad tradicional” francesa, y al rechazo a los “sentimientos de culpa postcoloniales”. Sentidos comunes que han ido en paralelo con el desarrollo de una derecha crecientemente xenofóbica, antieuropeísta y conservadora.
Después de los atentados terroristas en París, crece la preocupación porque Francia pueda seguir ese camino. Una reacción primaria puede acentuar respuestas militaristas, xenofóbicas, una exaltación nacionalista, frente a respuestas que prioricen el trabajo de inteligencia, un trabajo que sepa distinguir los grupos radicales y fundamentalistas islámicos del mundo árabe y musulmán, reconocer el carácter multicultural francés. Hace unos años, con la celebración del campeonato mundial de fútbol de 1998, bajo la capitanía de Zinédine Zidane, de origen argelino, Francia parecía celebrar también su carácter multi étnico y multicultural. ¿Quedó ese espíritu detrás? Veremos.
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