Artículo publicado en La República, domingo 26 de julio de 2015
Cerca de un nuevo aniversario patrio, y entrando a la carrera que termina en las elecciones generales del próximo año, conviene preguntarse por la relación entre la próxima presidencia y la celebración del bicentenario de vida republicana en 2021.
El Bicentenario debería ser ocasión de celebración, pero también de reflexión sobre nuestra identidad, pasado, presente y futuro. Ocasión para fijarnos grandes metas colectivas que dejen atrás taras del pasado, y así cumplir “la promesa de la vida peruana” de la que habló Jorge Basadre. Los Estados en general, los gobiernos en particular, son los principales llamados a articular los esfuerzos a hacerse en esa dirección. Pero no siempre los hacen.
De hecho, la mayoría de los bicentenarios ya pasó en nuestros países, las celebraciones se concentraron en 2010. No necesariamente porque esos países se hayan “independizado mucho antes”, sino porque toman como referencia del inicio de sus vidas republicanas los primeros “gritos” de independencia, a diferencia del Perú. En esas celebraciones vimos un panorama muy variado. De un lado, hubo países en los que los gobiernos no tenían mayor interés en el asunto; por ejemplo, Alvaro Uribe en Colombia se presentaba a sí mismo como un “refundador” del país, que rechazaba a los partidos y a las instituciones “tradicionales”, por lo que no tenía ninguna narrativa histórica que proponer. Otros países sí tenían gobiernos con fuertes narrativas históricas e identitarias, pero en las que la constitución de la república no aparece como relevantes, como en la Bolivia de Evo Morales. La vida republicana aparece como parte de una historia de opresión de 500 años, por lo que no era motivo de celebración.
En otros países sí había e interés de utilizar el bicentenario para plantear un nuevo relato nacional, como en el México con Felipe Calderón, alternativo al relato tradicional del nacionalismo revolucionario priísta. Sin embargo, problemas de gestión, la crisis de inseguridad ciudadana desatada por la guerra del Estado contra el narcotráfico hicieron que las preocupaciones y urgencias del presente inmediato eclipsaran las provenientes del pasado. Donde sí hubo gran interés en celebrar el bicentenario, como un hito dentro de una historia de liberación y emancipación, que llevaba a una relectura del pasado y de las narrativas historiográficas más académicas, fue en Argentina, con Cristina Fernández. La hegemonía presente del peronismo buscó extenderse también hacia el pasado.
¿Y en nuestro país? Para hablar de los que aparecen hoy como candidatos principales, no parece que Keiko Fujimori tenga mayor interés en el bicentenario. Recordemos que su padre dijo en alguna ocasión que no admiraba a ningún personaje de nuestra historia. ¿Pedro Pablo Kuczynski? No parece. Quizá sí Alan García, quien maneja muchas ideas y nociones históricas, expresadas en libros y artículos, aunque no gozan de la simpatía del gremio historiográfico y científico en general, y que augura posible conflictos.
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