Artículo publicado en La República, domingo 14 de junio de 2015
No deberían pasar desapercibidos en nuestro país las acciones de Felipe González, ex Jefe de Gobierno de España (1982-1996) y líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en Venezuela. Se sumó como abogado a la defensa de los líderes opositores encarcelados Leopoldo López y Daniel Ceballos, detenidos en el contexto de las protestas de febrero y marzo de 2014, y del alcalde de Caracas Leopoldo Ledesma, detenido en febrero de este año.
González fue un referente importante para la política peruana entre finales de la década de los años setenta y durante la de los ochenta. Fue elegido Secretario General del PSOE en 1977, a los 35 años, y como tal lideró la adopción de una identidad socialdemócrata del socialismo español, abandonando el marxismo-leninismo y la pretensión de tomar el poder mediante estrategias insurreccionales y violentas. Bajo ese perfil fue elegido Jefe de Gobierno español en 1982, a los cuarenta años. Desde allí lideró la modernización y “europeización” española, que permitió que ese país dejara de ser uno de ingresos medios y se conviertiera en uno desarrollado.
En nuestro país, el joven Alan García, elegido Secretario General del APRA en 1982, a los 33 años, encontró en González una fuente de inspiración. A un partido percibido como agotado tras la muerte de Haya de la Torre, García le dio una nueva identidad, marcada por un socialismo moderno. En esto García le ganó la partida a una izquierda enclada hasta la década de los años ochenta en el marxismo-leninismo, y reticente a renunciar al uso de la violencia como estrategia revolucionaria. Tardíamente, y sin fuerza suficiente, Alfonso Barrantes intentó hacer lo mismo desde la izquierda. Pero García también se extravió en su intento de construir un gran liderazgo histórico en su primer gobierno, excediendo los límites del realismo político, y hundió al país en una de las peores crisis de su historia.
Hoy, González, a los 73 años, ha emprendido una nueva tarea, que tiene repercusiones directas sobre nuestro país: recordarle a las izquierdas latinoamericanas lo importante que es la defensa de las libertades democráticas. En un contexto en el que tanto Evo Morales como Rafael Correa buscan la aprobación de la reelección indefinida, por ser para el primero “expresión de la voluntad popular”, y por ser el principio de la alternancia en el poder para el segundo “una tontería de la oligarquía”, es saludable que desde la izquierda se levante la bandera de la democracia, de la defensa de las libertades políticas, de los equilibrios de poderes republicanos: sería lamentable que ellas quedaran en manos de las derechas.
Las izquierdas latinoamericanas tienen en la actualidad una gran tarea pendiente, que es nada menos que redefinir su identidad, en un contexto en el que una de sus alas, la más radical, desvirtúa las libertades democráticas, y otra (la socialdemócrata) se ve envuelta en escándalos de corrupción a los que condujeron los excesos del realismo político.
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