Artículo publicado en La República, domingo 29 de marzo de 2015
Empiezo como en otras ocasiones por el disclaimer de rigor: trabajo en el Instituto de Estudios Peruanos y soy miembro de su Consejo Directivo, por lo que intento no comentar nuestras propias publicaciones. Esta vez hago una
nueva excepción.
José Carlos Agüero ha publicado un libro que me parece admirable: Los rendidos. Sobre el don de perdonar (Lima, IEP, 2015, 162 p.). Es un libro testimonial, compuesto por relatos cortos, donde el autor reflexiona con una honestidad y valor extraordinarios sobre qué implica ser hijo de padres que militaron en Sendero Luminoso. Su padre fue detenido y ejecutado extrajudicialmente en 1986, en el debelamiento del motín carcelario en el penal El Frontón, y su madre en 1992, aparentemente por miembros del ejército. En 1986 el autor era un niño, y en 1992 un joven adolescente. Como parte de esa familia fue testigo de las actividades de “el Partido”, y vio pasar por su casa armas y la preparación de cartuchos de dinamita. Pero Agüero se desarrolló evitando la identificación de “víctima”, y confiesa con remordimiento el desapego de su historia familiar. Se convirtió en historiador, poeta, activista de derechos humanos e investigador en temas de violencia política y memoria histórica. Hasta este libro, en el que autor descubre que está inevitablemente habitado por la experiencia de sus padres, y desnuda su propia historia, incertidumbres, preguntas, culpas, penas, esperanzas.
Agüero nos permite entrar al mundo senderista de carne y hueso, inaccesible a través de su discurso fanático, al que no podemos llegar a través del negacionismo del MOVADEF, ni a través del discurso condenatorio en el que estamos todos los que rechazamos las acciones terroristas. Entramos a través del niño y del joven que escucha las historias sobre su padre, y que sufre las consecuencias del activismo de su madre. Y que vuelve a esa experiencia no para justificar, no para exculpar, sino para entender mejor lo que pasó. Así uno se encuentra con cuadros de izquierda que ingresan al senderismo y cometen o justifican crímenes no por ser psicópatas, sino en nombre de una retorcida idea de justicia. ¿Por qué esos impetus no se canalizaron de otras maneras? Ciertamente porque desde la propia izquierda se alentaron, muy irresponsablemente, discursos extremistas.
Pero airear estas historias es importante también para romper con una cadena de violencia. Agüero cuenta que un par de veces pidió perdón en nombre de sus padres, sin tener que hacerlo. Lo inapropiado del gesto lo llevó a prometerse no volver a hacerlo, aunque con este libro, de alguna manera lo hace. Pero intenta otro camino: asume el papel de víctima; diría que tanto de sus propios padres, como de quienes los ejecutaron extrajudicialmente. Pero lo hace para ponerse en posición de perdonar. Y no para erigirse en una conciencia moral superior, sino para rendirse, para romper un ciclo de agresión y revancha. Hay mucho más para comentar de este libro, lo que no hay es más espacio.
ADEMÁS:
El libro puede conseguirse acá y acá (versión física y electrónica).
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