Artículo publicado en La República, domingo 19 de abril de 2015
Quiero aportar algo al debate promovido por Eduardo Dargent en estas mismas páginas sobre el peso de lo externo en la desaceleración económica.
Es indudable que la economía peruana, relativamente pequeña, es altamente sensible al entorno internacional. Nuestra economía es la séptima en tamaño en América Latina, por debajo de Brasil, México, Argentina, Venezuela, Colombia y Chile; el PBI de Brasil en 2013 fue de más de 2 billones de dólares, apareciendo como la séptima economía del mundo, mientras Perú aparece en el puesto 52 con poco más de 200 mil millones. Así, en situaciones de bonanza (como entre 2002 y 2012), los gobiernos dicen que el crecimiento es fruto de sus buenas políticas, mientras que la oposición dice que se trata solo de buena suerte, de un buen contexto internacional. Por el contrario, en situaciones de desaceleración (desde 2014) o crisis, quienes gobiernan se defienden resaltando el peso de un contexto externo desfavorable, mientras que la oposición señala errores domésticos. En las últimas semanas, el exministro Luis Carranza ha criticado al gobierno por su responsabilidad en el “estancamiento” económico, y el ministro Piero Ghezzi ha respondido diciendo que su origen es externo y que este gobierno está precisamente intentando reducir nuestra vulnerabilidad impulsando la diversificación de la economía. También he escuchado decir muy enfáticamente a Waldo Mendoza recientemente que tanto la prosperidad como el declive de la economía peruana en las últimas décadas pueden explicarse básicamente por factores externos.
Creo que una mirada comparada sirve en esta discusión. Perú creció más que los demás en el periodo de bonanza: entre 2002 y 2010 Perú fue una de las economías latinoamericanas que más creció en el mundo, junto a Panamá. Y en el actual momento de desaceleración, Perú sigue siendo de los que más crece; según el FMI, en 2015 los países con mejores proyecciones son Bolivia, Paraguay y Perú. Los productos de exportación, altamente sensibles a los cambios en los precios internacionales cuentan, pero no explican del todo el panorama: Colombia, Ecuador y Venezuela tienen al petróleo como su principal producto de exportación, pero sus desempeños son muy diferentes; Perú y Chile dependen mucho de las exportaciones de cobre, pero nosotros crecemos más; Paraguay y Argentina tienen a la soya como su principal producto de exportación, pero uno crece y el otro no. México y Brasil tienen economías más diversificadas y menos dependientes de recursos naturales, pero al primero le va mejor que al segundo en los últimos años.
En otras palabras, los factores domésticos cuentan para explicar variaciones importantes: algunos aprovechan mejor que otros el crecimiento, o se defienden mejor cuando la marea baja. En este marco, Perú aparece relativamente bien en ambos contextos. Esto ciertamente no debería llamarnos a la complacencia, pero sí a evaluar con cuidado qué deberíamos cambiar y qué mantener en los próximos años. Seguiré con el tema.
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