jueves, 30 de noviembre de 2006

Sergio Ramírez: la memoria al pie de la letra

ALEJANDRO GOMEZ
El Nuevo Herald
Miami, Nov. 2006

Sergio Ramírez Mercado es hombre de convicciones fuertes. Terminó una beca en Alemania Occidental en 1975 y viajó para incorporarse a la lucha armada contra Anastasio Somoza. Después del triunfo llegó a ser vicepresidente de Nicaraguay su defensa del pluralismo y la democracia le hicieron romper con el líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional, Daniel Ortega.

Nacido en 1942, Ramírez es uno de los principales novelistas latinoamericanos. De 1984 a 1990 sirvió en la Junta del Gobierno de Reconstrucción Nacional y como vicepresidente de Nicaragua. Tras la derrota de Ortega en las elecciones de 1990, Ramírez encabezó el bloque parlamentario sandinista hasta 1995. Ese año fundó el Movimiento de Renovación Sandinista, que aboga por una profundización de la democracia en su país.

En la última década se ha dedicado a escribir una extensa obra, cuyo último título, Reino animal, vino a presentar en la 23ra. Feria del Libro de Miami, organizada por el Miami Dade College. Aquí, aceptó un diálogo mucho más político que literario sobre el pasado, el presente y el complejo futuro nicaragüense.

- ¿Cuándo se incorpora a la lucha contra Somoza?

Yo regresé de Alemania en 1975. Tenía una beca de escritor en Berlín Occidental y volví con la intención de incorporarme al movimiento armado para derrocar a Somoza. Lo hice en Costa Rica.

- Luego llegó a la vicepresidencia de Nicaragua.

Yo formé parte de lo que se llamó la Tendencia Tercerista del Frente Sandinista, que planteaba una alianza con empresarios, la Iglesia, la sociedad civil y los partidos tradicionales para derrocar a Somoza y al mismo tiempo lanzar una ofensiva militar. Parte de este esquema era organizar un gobierno provisional y fui el encargado de hacerlo, con gente de todos los sectores. En octubre de 1977 se lanzó la ofensiva militar y fracasó. Ante esto, todos los sectores dieron su apoyo público al sandinismo, lo que se llamó el Grupo de los Doce, que fue ariete frontal en contra de la dictadura. Por primera vez, personas muy conocidas en el país reconocían y respaldaban la lucha del Frente Sandinista.

- Lo que usted describe hace pensar en un enorme capital político. ¿Cómo se dilapidó?

Este Grupo de los Doce fue el primer gobierno que tuvo Nicaragua. Yo pasé a ser miembro de la Junta de Gobierno y todos los que estaban allí tuvieron puestos claves en este gobierno. Allí se expresó el espíritu de unidad nacional que tuvo la lucha contra Somoza. Después, el Frente Sandinista empezó a ubicarse de una manera más ideológica que política. Después pesaron más los prejuicios de copar los puestos claves con gente de confianza ideológica y este gobierno de unidad nacional vino desapareciendo. Luego, con la guerra con los contras, el gobierno se volvió más cerrado, más sectario. Se produjo una confrontación interna, una polarización que fue la que atizó principalmente la guerra. La pérdida de consenso, la idea de que el amigo es el enemigo, al final minaron la unidad del proceso revolucionario.

- ¿Vio tanta corrupción como se dice que hubo?

La verdad que durante el gobierno sandinista no hubo corrupción. En la filosofía sandinista tener era un delito. No enriquecerse sino el simple hecho de tener algo. Los que teníamos algo estuvimos obligados a darlo. Mi hermana y yo cedimos las tierras de café heredadas de mi abuelo. Era una época de desprendimiento y no cabía el concepto de tener. Esta regla pudo haber sido violentada por quienes tenían más poder pero no era lo común. La regla se rompe abruptamente con la derrota del Frente Sandinista, en 1990. Una vez en la llanura, comenzaron a decir que se habían sacrificado mucho y no habían pensado ni en ellos ni en los suyos y que ahora era el momento de hacerlo. Hubo un gran descalabro moral. También dijeron que para que el Frente Sandinista pudiera regresar al poder tenía que acumular dinero y con este pretexto se cometieron toda clase de desmanes y estas riquezas que iban a ayudar a regresar al poder quedaron en manos personales. Fue lo que se conoció como La piñata.

- ¿Cuándo rompe con el frente?

En 1995. Comenzamos una lucha para que se denunciara La piñata como un acto de corrupción y reclamamos una democratización del Frente, alegando que teníamos que hacer honor a la decisión de haber dejado el poder por medio de las urnas y para transformarlo en una alternativa democrática. Mi gran disidencia con Daniel Ortega fue que yo pensaba que la lucha debía darse en democracia, a través del diálogo y el Parlamento, y él, quizás arrepentido como consecuencia de la derrota inventó el eslogan del “Poder desde abajo”. Comenzó una lucha violenta en las calles para desestabilizar al gobierno de doña Violeta, que ya era débil. Esto comenzó a abrir los factores de disidencia. Yo era jefe del grupo parlamentario y con el respaldo de la mayoría llevamos adelante una reforma de la Constitución, contra la voluntad de Daniel Ortega. Esta reforma que prohibía la reelección presidencial, prohibía que el jefe del Ejército pudiera ser familiar del presidente. Prohibía el nepotismo. Esta fue la gota que derramó el vaso y terminamos siendo expulsados en 1995.

- ¿En algún momento se habló de algún tipo de socialismo con un esquema marxista?

El modelo más cercano al sandinismo era Cuba. Cuba apoyó a Nicaragua con maestros, médicos, puentes, caminos. Toda esta idea del Comité Central, del Buró Político, del Partido como un poder alternativo al gobierno chocaba con el pluralismo político. Este partido único, vertical, con una estructura casi militar fue lo que comenzó a minar todo.

- A partir Violeta Chamorro no se ha roto el ciclo institucional pero tampoco aparece una clase política que dé respuesta a la necesidad de la gente. ¿A qué lo atribuye?

Lo que pasa es que había una inflación récord en el mundo, una enorme deuda externa, caída de las exportaciones. Había un gran desastre económico. No sólo por el mal manejo de la economía, también fue porque el Estado financió una guerra sin recursos. Los programas de desarrollo agrícola y las inversiones cruciales se interrumpieron. A Nicaragua se le aplicó un programa de shock. Esto duró todo el gobierno de doña Violeta. El Fondo Monetario puso como condición que el Estado se desprendiera de los bienes que tenía. Y tenía muchos de carácter agrícolas, industriales. Esta privatización resultó en un verdadero desastre porque muchos de los bienes fueron a parar a las manos de antiguos sandinistas. Esta segunda piñata fue la más grande de todas. La presión de Daniel Ortega sobre doña Violeta fue que el 30 por ciento de la empresa privatizada fuera a manos de los sindicatos. Pero esto fue un pretexto.

Nunca hubo sindicatos ricos en Nicaragua sino gente que se enriqueció con la fachada de los sindicatos. Muchas de las fortunas de los nuevos ricos sandinistas vinieron a allí. Doña Violeta saneó financieramente el país pero vino el gobierno de Arnoldo Alemán, que creó un estado de corrupción que nunca se ha conocido en Nicaragua. Alemán llegó a asaltar el estado, como una plaga de langosta, ávido de enriquecimiento. Llegaron a disponer de los fondos que el país recibió por el huracán Mitch. Uno de los lugartenientes de Alemán fue procesado por usar fondos internacionales de ayuda al país para construir una casa de playa de tres pisos. El país fue asaltado por una banda de delincuentes. Compraron propiedades en la Florida, que el gobierno de Estados Unidos ha venido liquidando y entregando el dinero a Nicaragua. Pisos enteros en condominios de lujo y el lavado de dinero de centenares de millones de dólares con cuentas en Panamá. Eso hizo también retroceder al país.

- ¿En este contexto aparece la alianza de Alemán con Ortega?

Alemán y Ortega hacen una reforma de la Constitución para hacer retroceder la que habíamos promulgados nosotros. Aquella establecía la elección en dos vueltas si un candidato no tenía el 45 por ciento del voto. Ortega sabía que nunca superaría el 40 por ciento. Hizo que el umbral del voto bajara del 45 al 35 por ciento. A cambio, Ortega aceptó que el presidente saliente se integrara a la Asamblea Nacional como diputado. Por la inmunidad y porque el plan de Alemán era el gobernar desde la Asamblea. Cuando asumió su asiento hizo elegir un presidente por pocos días y después fue elegido él. Creó todo un aparato de poder en la Asamblea y esto lo percibió Bolaños. Cuando llegó a la presidencia seguían llegando facturas de las maniobras ilegales de Alemán. Bolaños tiró de la cuerda hasta que [. . .] mandó a procesar a Alemán. Daniel Ortega se aprovechó de todo el proceso que se inició para quitarle la inmunidad a Alemán.

Como en el pacto Alemán y Ortega se habían repartido la Corte Suprema de Justicia, que a su vez nombra a los jueces, cuando el proceso de Alemán se abre, los jueces que lo procesan responden a Ortega y este comenzó a manipular el proceso. Alemán es condenado y enviado a la cárcel Modelo, a la cual siempre le tuvo horror y negocia con Ortega que lo manden a su casa. Desde entonces, cuando Alemán no hace lo que Ortega dice, lo amenaza con volver a la cárcel.

- Esto parece más ambición de poder que un objetivo ideológico.

Eso se terminó. Lo que Daniel Ortega cree es que el país está en deuda con él. Porque perdió la elección ya que el país estaba en guerra. Siente que se va a poner la banda presidencial que le habían quitado.

- ¿Cómo logra presentarse de nuevo como una alternativa para la gente?

El tenía que alinear los astros. Logró tener como aliado al cardenal Miguel Obando, que era su gran enemigo. Quitarse de encima esa araña peluda de la Iglesia, que lo tenía siempre acosado. En las elecciones que ganó Alemán, Obando fue uno de los artífices de la derrota de Ortega, hablando frontalmenteen su contra.

- ¿A qué atribuye la incapacidad de América Latina de construir instituciones fuertes, una justicia independiente y todo eso que es necesario para eldesarrollo?

Creo que, desde los tiempos de Sarmiento, esto es una expresión de la cultura rural, que sigue siendo fuerte a pesar de los visos de modernidad. A fines de los años 40, Argentina tiene las mayores reservas de oro del mundo, pero sigue siendo un país esencialmente rural y eso permite la aparición de Perón y el caudillismo. Y además tiene dinero para repartir, porque el caudillismo cuesta. Esto de la cultura rural es más patente todavía en Centroamérica. El caudillo es padre de familia, es dueño de la hacienda, de la tierra, es el que sabe lo que es bueno. Esta cultura de la sociedad patriarcal impregna las estructuras del Estado o crea los moldes del Estado. El ejercicio de cerril del poder fue el mismo para conservadores y liberales: el autoritarismo. Lo decía el viejo Somoza: sería temerario darle a un país democracia de una sola vez, igual que a un niño de pecho no se le debe dar un tamal.

- Se habla mucho del giro a la izquierda de América Latina. ¿Cree que hay un giro a la izquierda o una profundización del populismo?

Creo que lo que hay son países, más que modelos. Nada tiene que ver la Bolivia de Morales con el Brasil de Lula. Lula puede ser muy pro Chávez inaugurando un puente, pero cuando vuelve a Brasil su realidad es otra. Brasil produce aviones supersónicos y tiene gente viviendo de la caza y la pesca en la selva. Tiene industrias de punta y una clase financiera internacional. Transnacionales que compiten en el mundo. ¿Qué socialismo se puede hacer en Brasil? Chávez es dueño de unos pozos de petróleo y ha logrado que las transnacionales acepten sus reglas. ¿Pero qué tiene que ver Chávez con Bachelet? Nada. Bachelet es el producto de una sociedad más desarrollada, con grandes consensos. Chávez vive del petróleo y de su propuesta populista. En Venezuela hay más pobres ahora que nunca, eso está en las estadísticas.

- ¿Qué alternativa le ve en Nicaragua a esa lucha por el poder mismo?

Creo que Nicaragua entra en una situación muy delicada en este momento. Si Ortega usa toda su sensatez se va a dar cuenta de que mover el barco en otra dirección sería peligroso. No sólo para él, sino que podría ser un descalabro para el país. El país está atado a la suerte de Ortega, porque él es un gobernante legítimo. No por las reglas que yo hubiera querido. Porque no tiene consenso, un 60 por ciento de la gente no votó por él. Como ocurría en la Constitución de Bolivia, donde un presidente podía ser electo con un 18 porciento, porque el Congreso lo confirma. Ortega es legítimo pero no tiene consenso ni afuera ni adentro.

[gracias a mi pata Nicanor Domínguez]

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