miércoles, 9 de junio de 2021

Confianza (2)


Artículo publicado en El Comercio, martes 23 de febrero de 2021 

La semana pasada escribí un artículo sobre cómo las recientes revelaciones acerca de la existencia y distribución de “vacunas adicionales” a las que eran parte de los ensayos clínicos de Sinopharm impactaban sobre la confianza en el país: entre nosotros como ciudadanos, y entre nosotros y nuestras autoridades. Sin embargo, el texto lo escribí antes de conocerse la información más impactante, que se ha ido conociendo a lo largo de los días.

No es novedad que en nuestro país hay corrupción, y serios problemas de justicia distributiva; problemas de exclusión y discriminación, y diferentes formas de “argollas” o redes a través de las cuales se preservan privilegios de manera indebida. Sabemos también que existe una amplia cultura de irrespeto a las normas, y la crítica a la “viveza criolla”, es ya un lugar común. Sabemos además que hay áreas del Estado percibidas como especialmente corruptas (Congreso, Poder Judicial); además, desde el caso lava jato confirmamos y desnudamos lo que también intuíamos: que empresas privadas financiaban campañas clandestinamente, que compraban favores e influencias en las altas esferas políticas, de las que obtenían grandes beneficios. Digamos que lo escandaloso del asunto era la impudicia del asunto, no tanto la novedad. Poco a poco asumimos la decepción por las promesas incumplidas de la “transición” posterior a la década del fujimorismo. Martín Vizcarra terminó siendo una decepción más dentro de una larga cadena; especialmente amarga porque, al igual que Alejandro Toledo, levantó explícitamente banderas de combate a la corrupción, de fortalecimiento de las instituciones democráticas, y pretendió presentarse como la encarnación de una nueva forma de hacer política. Sin embargo, ambos eran creaciones de la política sin partidos, sin instituciones, liderazgos personalistas e improvisados, por lo que, en el fondo, sus trayectorias no son tan inesperadas.

El problema a mi juicio con el escándalo suscitado con la existencia y distribución de las “vacunas adicionales” es que involucra a instituciones supuestamente “inoculadas” frente al mal general del manejo patrimonial del Estado y la falta de solidaridad y compromiso social. La Cancillería, áreas “de excelencia” del Ministerio de Salud, la Universidad Cayetano Heredia, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Y también a personalidades, investigadores, científicos, académicos, de larga trayectoria, prestigio y reconocimiento; está incluso el nuncio apostólico, “consultor en temas éticos”. Instituciones y personalidades formadas y habituadas en principio a seguir procedimientos y prácticas que aseguren una correcta ética profesional, un desempeño ético en la función pública. Todo esto dentro de un gobierno supuestamente dedicado a atender la emergencia sanitaria con la mayor diligencia y sacrificio. Si ellos nos fallan, ¿qué nos queda? Por ello es que este golpe ha sido tan duro.

Frente a este mazazo, no corresponde la respuesta cínica: en tanto todos serían corruptos, en tanto la ética, los principios y los valores no garantizarían nada, se legitimaría el “sálvese quien pueda, como pueda”. Nos igualamos todos hacia abajo. No: lo que corresponde es redoblar la apuesta por la transparencia, los controles, los protocolos, la formación en ética y valores. La moraleja es que se trata de una tarea difícil, permanente, que tiene que estar sujeta a constante revisión autocrítica. En un reciente sondeo preliminar de In Target, resulta que un 23% de los encuestados declara que se habría vacunado antes que los demás si le hubieran ofrecido esa posibilidad. La lección es que la ética profesional y la ética en la función pública no “se resuelven” de una vez y para siempre, sino que deben revisarse siempre a la luz de los nuevos desafíos que aparecen.

A todos los que tenemos responsabilidades en diferentes instituciones y espacios nos toca también actuar, y promover una discusión en nuestros ámbitos sobre cómo evitar caer en las prácticas que con energía condenamos. En contextos críticos y tan difíciles como los que nos ha tocado vivir, aquello que repudiamos podría estar más cerca y dentro de nosotros de lo que quisiéramos admitir.

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