Artículo publicado en La República, domingo 24 de septiembre de 2017
Del Consejo de Ministros presidido por Fernando Zavala se comentaba que era “excesivamente tecnocrático” y que era necesario uno “más político”. Parece haber consenso en que el presidido por Mercedes Aráoz es un avance en esa dirección. Aráoz tendría más experiencia y relaciones políticas más amplias que Zavala; Bruce claramente priorizará un manejo más político e intentará reflotar la popularidad gubernamental, como hizo cuando fue ministro de Toledo; el MEF puede seguir con un manejo técnico a cargo de Cooper, pero seguramente Aráoz, economista y ex ministra de economía, se asegurará de desarrollar la “sensibilidad política” en el manejo del MEF. Los cambios de Vexler por Martens en Educación, Mendoza por Pérez en Justicia y el D’Alessio por García en Salud responden a una lógica de evitarse problemas con ministros cuestionados (en la cola de procesos de interpelación y censura), conseguir respaldo en sectores más amplios (APP y el APRA, particulamente) y de reducir las tensiones con sectores adversos a algunas de las iniciativas impulsadas u objetadas por las ministras salientes. El resultado es una tregua momentánea de la oposición (que había anunciado que debían cambiarse a todos los ministros), un respaldo expectante en general, la desactivación de un escenario explosivo en el que se habló de los riesgos de una eventual vacancia presidencial o de un cierre del Congreso después de forzar una segunda censura del Consejo de Ministros. Como que todos entendieron que una guerra abierta destruiría a todos; el contrapeso entre poderes del Estado esbozado por la Constitución parecería haber funcionado en última instancia.
Hemos ganado en estabilidad, ciertamente, en el corto plazo, con este gabinete “más político”. El anterior, más técnico, se había abierto demasiados frentes, propuesto demasiadas cosas, pisado demasiados callos, irritado a adversarios poderosos (en Educación en particular), lo que había dejado al descubierto las falencias y contradicciones del gobierno, los límites de sus capacidades, sus escasas habilidades de comunicación, persuasión, trabajo de base, ausencia de cuadros, etc., etc. No es que fuera un tractor reformista, ciertamente, pero al menos algunas intenciones claras podían distinguirse. El actual deja la sensación de que se opta por seguir una lógica más bien de administración, y de manejar el conflicto con la estrategia de sacar el pie del acelerador. Como que todos los huevos de la canasta de la legitimidad gubernamental se ponen en la recuperación económica evitando el ruido político congresal y en lo que pueda hacer Bruce desde la reconstrucción y el sector vivienda.
Un manejo más político y menos tecnocrático implica por cierto saber elegir mejor las batallas que se quieren librar, y evitar las que se intuyen perdidas de antemano. Cuestionar el “deber ser” en nombre del realismo, por así decirlo. Otra manera, mejor, de pensarlo, es que lo político consiste en buscar crear las condiciones que hagan posible acercarse al deber ser. La política al servicio de las reformas, liderando las iniciativas de los técnicos. Es comprensible que un gobierno debilitado busque un respiro; pero, utilizando una metáfora futbolística, una cosa es rotar la pelota porque se busca desordenar al rival y encontrar una mejor oportunidad para volver a atacar, y otra rotar porque se renuncia al ataque y solo se quiere ganar tiempo. Todavía falta mucho por jugar para optar por un enfoque tan conservador: llevamos apenas un año y dos meses de gobierno. Regalar la iniciativa política llevará a perder el partido del quinquenio de PPK.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario