Artículo publicado en La República, domingo 28 de mayo de 2017
- El contrato de concesión del aeropuerto de Chinchero de junio de 2014, lleno de problemas, vacíos; ¿dónde queda la supuesta eficiencia tecnocrática a cargo del país desde la década de los años noventa? Como decía en artículos anteriores, la justificación de que el país estaba en buenas manos, libre de interferencias políticas y mercantilistas, no resulta creíble más. En todo caso, las islas de excelencia tecnocrática muestran forados impresionantes.
- El cierre financiero del contrato de concesión se demora desde finales del gobierno anterior: el gobierno saliente se da cuenta de que el contrato deja un amplio margen de maniobra para el concesionario, que toma ventaja de los límites del mismo. La resolución del contrato implicaba para el gobierno el reconocimiento de un error, y para el concesionario una pérdida económica… por lo que el tema se deja para el nuevo gobierno.
- El gobierno de Kuczynski actúa, fundamentalmente, motivado por la filosofía del destrabe de inversiones en un contexto de parálisis de la inversión privada y la amenaza de una recesión en el horizonte. La salida de la adenda es poco ortodoxa, pero resultaba al mismo tiempo más económica, más segura (frente al riesgo de un juicio entablado por el concesionario) y sobre todo, más rápida. La ejecución inmediata ayudaría a la economía, y permitiría ganar algunos puntos en el sur. Era también un camino riesgoso: se le acusaría, como ocurrió, de lobbista, dada la familiaridad entre el mundo privado y público en un ambiente como el peruano, y dada la altísima desconfianza que hay en el país. Según una encuesta reciente del Instituto de Opinión Pública de la PUCP, Perú es el país en el que la confianza en el gobierno es la más baja; la desconfianza en los políticos y en los funcionarios públicos la más alta; y la percepción de existencia de corrupción entre éstos la más alta de una muestra de 35 países (datos de 2014-2015). Creemos menos en el compromiso público y en la honestidad de nuestros funcionarios que en Croacia, Lituania, Rusia o Venezuela.
- Intentando curarse en salud, el gobierno cometió el error de apoyarse en el respaldo de la Contraloría. Si se acusaba al gobierno de querer favorecer indebidamente al concesionario, qué mejor que desnudar esa crítica que con el acompañamiento de la Contraloría. Frente a una oposición intransigente, pareció una buena estrategia de contención. Sin embargo, el informe de la Contraloría no solo no respaldó la adenda, sino que presentó cuestionamientos deleznables, recomendaciones que no resuelven el problema original, y incluso halló responsabilidades penales de manera temeraria. Si bien sabíamos que el Contralor era un poco imprevisible, esta vez batió ampliamente su marca personal.
- Al ministro Vizcarra no le quedó más remedio que renunciar. La moraleja política debe ser que nada reemplaza la tarea de debate y convencimiento ante la opinión pública, la movilización de los sectores beneficiados de las decisiones de política, estrategias de contención de los adversarios.
- Voceros del fujimorismo hablando de la renuncia de Vizcarra también a la vicepresidencia, sin fundamento alguno, y conscientes de la debilidad del presidente, muestran una conducta desleal con el régimen democrático, y deben ser censurados. ¿Keiko Fujimori respalda esa postura? ¿Y cuál es su propuesta de salida de este entuerto?
- Finalmente, los últimos cambios ministeriales insinúan un cambio de énfasis en el carácter del gobierno: más que tecnocrático aparece crecientemente empresarial. Menos orientación hacia lo público, más hacia el mundo privado.
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