Artículo publicado en La República, domingo 19 de junio de 2016
Las pasiones se descontrolan durante las campañas electorales, y de pronto resulta que amamos a quien antes nos resultaba indiferente, siendo incapaces de percibir sus limitaciones, y que despreciamos a quien antes solo nos incomodaba, incapaces de reconocerle un mínimo de racionalidad o legitimidad.
Las segundas vueltas de 2006 y 2011 fueron más polarizadas que la que acaba de terminar. Se opusieron visiones de país, modelos de desarrollo, ideologías, que alinearon claramente al conjunto del país según clase social, región, etnicidad. La confrontación fue muy fuerte entre los dos bloques, y hubo bastante coherencia y homogeneidad dentro de cada uno de ellos. Esta vez hemos tenido el choque entre dos bloques relativamente similares entre sí, pero heterogéneos a su interior. Peruanos por el Kambio (PPK) y Fuerza Popular (FP) tuvieron propuestas de política relativamente similares, en todo caso mucho más cercanas que las que opusieron a Humala con K. Fujimori y García. Pero al interior de la votación de PPK y FP hubo muchas diferencias: ambos tuvieron un respaldo importante entre sectores altos, medios y bajos; PPK tuvo un apoyo claro tanto desde la derecha como desde la izquierda, pero también FP tuvo respaldo de sectores de derecha y por primera vez logró “jales” como los de Vladimiro Huároc (además, un sector de la izquierda prefirió la abstención, otro motivo de disputa al interior de esta). Desde un punto de vista regional las diferencias entre bloques y la homogeneidad al interior fueron ciertamente mayores, sin embargo en la segunda vuelta de 2016 el desempeño de los candidatos fue mucho más equilibrado y homogéneo en todo el país que en 2006 y 2011.
Esta elección, en suma, a pesar de ser menos polarizada que las dos anteriores, ha generado más encono y resentimiento, acaso porque ha enfrentado a sectores que, bajo otras circunstancias, habrían estado del mismo lado. Los insultos de quienes están lejos hieren menos que los de quienes consideramos más cercanos.
Los líderes políticos sin embargo, para ser tales, deben ser capaces de controlar sus rencores. Algunos se justifican en principios, pero la dinámica política obliga muchas veces a negociar y pactar con los adversarios más desagradables. En otras, la animosidad no se basa tanto en principios, sino en conflictos coyunturales. No es personal, son solo negocios, como se repite en la trilogía de El Padrino. En la misma saga, Michael Corleone aconseja no odiar a los enemigos.
Kuczynski ha dejado atrás las ofensas no solo por su experiencia y talante democrático, también porque necesita del apoyo de todos para gobernar, dado el tamaño de su bancada parlamentaria. En la otra orilla, ¿es el resentimiento lo que explicaría la conducta de K. Fujimori y FP en los últimos días? Algo de eso hay, sin duda; pero también la necesidad de cohesionar sus filas después de una derrota traumática. Y sobre todo, el imperativo de levantar desde el primer momento un perfil opositor ante un gobierno que, se evalúa, se desgastará muy rápido. Si FP aparece como concesivo o cercano al gobierno, le dejará el liderazgo de la oposición al Frente Amplio, comprometiendo sus posibilidades el 2018 y 2021. Marcar distancia para FP es imprescindible, porque inevitablemente tendrá que votar a favor de algunas iniciativas del gobierno. Se trataría de un posicionamiento ante un escenario posible en 2021, que opondría una “oposición consecuente” a una “oposición responsable”. Así, acaso el resentimiento que creemos ver no sea tanto la expresión de una emoción descontrolada, sino la máscara de una estrategia.
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