Artículo publicado en La República, domingo 3 de abril de 2016
¿Qué hemos aprendido del país en lo que va de la campaña? Ensayo un balance muy preliminar. (aunque sería más preciso decir qué es lo que creo haber aprendido yo).
Recordemos cómo veíamos esta elección hacia noviembre. Keiko F. puntera, seguida por Kuczynski; ya Acuña empataba el tercer lugar con García; y en quito lugar, rezagado y dando muestras de debilidad, Toledo. Hasta ese momento, decíamos, en esta elección primaba la continuidad; a diferencia del 2011 y 2006, el voto contestatario parecía adormecido, fruto del crecimiento económico. Con todo, había un espacio vacío aprovechado por alguien “distinto” (pero no antisistema) que había trabajado con mucho tiempo su postulación, y que contaba con muchos recursos, cuestión clave en un país fragmentado como el nuestro. Pensábamos también que podría haber espacio para una candidatura más de izquierda, pero que para ello debería resolver sus problemas internos y aparecer como viable, lo que no era nada evidente en el caso de Mendoza, que mostraba un perfil de votación más bien limeño y clasemediero.
En enero, Acuña estaba segundo y Guzmán apareció por primera vez fuera del grupo de “otros”, surgiendo desde una estrategia basada en redes sociales. Pensábamos que en nuestro país ese camino era poco viable, y no fue así. En febrero Guzmán estaba cercano al 20%, con presencia pareja en el norte, centro y sur del país. Parecía imposible un crecimiento así, con la imagen de un país fragmentado, desconectado y desatento de lo que pasa en lo político. Luego, una vez caídos Acuña y Guzmán, Mendoza y Barnechea salen del rubro “otros”. El ansia de renovación terminó marcando la campaña. Nuevamente, siendo muy poco conocidos, parecía difícil que crecieran mucho en poco tiempo, sin embargo en apenas dos semanas fueron capaces de duplicar y más su intención de voto. No solo eso, también de alcanzar una distribución territorial y social relativamente pareja. Tenía Richard Webb mucha razón al llamar la atención sobre la mucha mayor conectividad de todo el país.
De otro lado, ya en la elección pasada Kuczynski mostró que un candidato con ese apellido y pinta podía resultar viable; sin embargo, nos habíamos quedado con la idea de que su perfil limeño – costa norte no le permitiría ir muy lejos. Hoy vemos que su perfil de votación es muy parejo en lo nacional, lo mismo un candidato de perfil “patricio” como Barnechea. Y si bien ambos muestran un perfil “clasemediero”, resulta que estas clases resultan mucho más influyentes que antes.
Otras lecciones: Nano Guerra quiso desarrollar una campaña basada en un discurso “emprendedurista” y en estrategias efectistas, lo que parecía una buena idea, pero nunca funcionó; el votante es más sofisticado de lo que a veces se piensa. En el mismo sentido, tampocó resultó cierto de que al votante no le importarían los plagios e inconductas de Acuña; resulta que los valores sí cuentan. Tanto así, que la percepción de injusticia en contra de Guzmán despertó al antifujimorismo, que parecía en retirada.
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