lunes, 20 de abril de 2015

Lo interno y lo externo en el crecimiento

Artículo publicado en La República, domingo 19 de abril de 2015

Quiero aportar algo al debate promovido por Eduardo Dargent en estas mismas páginas sobre el peso de lo externo en la desaceleración económica.

Es indudable que la economía peruana, relativamente pequeña, es altamente sensible al entorno internacional. Nuestra economía es la séptima en tamaño en América Latina, por debajo de Brasil, México, Argentina, Venezuela, Colombia y Chile; el PBI de Brasil en 2013 fue de más de 2 billones de dólares, apareciendo como la séptima economía del mundo, mientras Perú aparece en el puesto 52 con poco más de 200 mil millones. Así, en situaciones de bonanza (como entre 2002 y 2012), los gobiernos dicen que el crecimiento es fruto de sus buenas políticas, mientras que la oposición dice que se trata solo de buena suerte, de un buen contexto internacional. Por el contrario, en situaciones de desaceleración (desde 2014) o crisis, quienes gobiernan se defienden resaltando el peso de un contexto externo desfavorable, mientras que la oposición señala errores domésticos. En las últimas semanas, el exministro Luis Carranza ha criticado al gobierno por su responsabilidad en el “estancamiento” económico, y el ministro Piero Ghezzi ha respondido diciendo que su origen es externo y que este gobierno está precisamente intentando reducir nuestra vulnerabilidad impulsando la diversificación de la economía. También he escuchado decir muy enfáticamente a Waldo Mendoza recientemente que tanto la prosperidad como el declive de la economía peruana en las últimas décadas pueden explicarse básicamente por factores externos.

Creo que una mirada comparada sirve en esta discusión. Perú creció más que los demás en el periodo de bonanza: entre 2002 y 2010 Perú fue una de las economías latinoamericanas que más creció en el mundo, junto a Panamá. Y en el actual momento de desaceleración, Perú sigue siendo de los que más crece; según el FMI, en 2015 los países con mejores proyecciones son Bolivia, Paraguay y Perú. Los productos de exportación, altamente sensibles a los cambios en los precios internacionales cuentan, pero no explican del todo el panorama: Colombia, Ecuador y Venezuela tienen al petróleo como su principal producto de exportación, pero sus desempeños son muy diferentes; Perú y Chile dependen mucho de las exportaciones de cobre, pero nosotros crecemos más; Paraguay y Argentina tienen a la soya como su principal producto de exportación, pero uno crece y el otro no. México y Brasil tienen economías más diversificadas y menos dependientes de recursos naturales, pero al primero le va mejor que al segundo en los últimos años.

En otras palabras, los factores domésticos cuentan para explicar variaciones importantes: algunos aprovechan mejor que otros el crecimiento, o se defienden mejor cuando la marea baja. En este marco, Perú aparece relativamente bien en ambos contextos. Esto ciertamente no debería llamarnos a la complacencia, pero sí a evaluar con cuidado qué deberíamos cambiar y qué mantener en los próximos años. Seguiré con el tema.

miércoles, 15 de abril de 2015

Convicción, responsabilidad, oportunismo, irrelevancia

Artículo publicado en La República, domingo 12 de abril de 2015

En los últimos días hemos visto diversas facetas de la vida política, que giran alrededor de la clásica distinción que hacía Max Weber entre la “ética de la convicción” y la “ética de la responsabilidad”. El Presidente del Consejo de Ministros Pedro Cateriano se ve obligado a reunirse con Keiko Fujimori y con Alan García para solicitar su respaldo político, a pesar de que Cateriano ha sostenido que García tiene graves responsabilidades penales por las que debería comparecer ante la justicia, y que Keiko Fujimori es la “heredera política” de la dictadura corrupta de su padre. Así, desde la ética de la convicción, el Cateriano Ministro de Defensa se enfrentaba cotidianamente al APRA y al fujimorismo desde su cuenta de twitter; pero como Presidente del Consejo de Ministros Cateriano percibe que continuar con una lógica confrontacional podría generar una crisis política mayúscula, inconveniente para el gobierno y para el país, por lo que opta por un camino de moderación. Una ética de responsabilidad, surgida de la evaluación de las consecuencias de los actos.

Ambas cosas están muy bien. Un político capaz de reconocer cuándo dar rienda suelta a las convicciones y cuando limitarlas en nombre de sus consecuencias es un político maduro, capaz de anteponer el bien común a sus beneficios particulares o de grupo, por lo que puede despertar simpatía y respeto. Sin embargo, se trata de un equilibrio extremadamente difícil de lograr, porque inadvertidamente se puede dar la impresión de que la política es una mera escenificación, con actores y papeles, donde no habría nada sustantivo; un mundo de pura impostación y falsedad, que por supuesto deslegitima su ejercicio. Diría que, afortunadamente, los líderes políticos en los últimos días han sabido manejarse bien (exceptuando al propio Presidente de la República, quien parece no darse cuenta de la realidad en la que vive).

El otro riesgo es el de los políticos que, en nombre del realismo, subordinan sus principios de manera que su conducta luce meramente oportunista, no guiada por la responsabilidad, sino por un puro acomodamiento pragmático. La reciente presentación de la Coalición Progresista Unión de Fuerzas de Izquierda (CPUFI) corre el riesgo de ser vista apenas como una sociedad entre quien tiene registro electoral pero carece de figuras públicas (Yehude Simon y su Partido Humanista) y quienes necesitan registro para candidatear y tienen algunas de ellas (Salomón Lerner y Ciudadanos por el Cambio, Susana Villarán y Fuerza Social, Rolando Breña y Patria Roja, etc.). Poner la alianza por delante de algún programa o propuesta política limita la credibilidad del discurso de que se trata de una iniciativa necesaria para frenar el avance de las derechas.

Reafirmar las convicciones evita esas complicaciones, como en el Frente Amplio liderado por Marco Arana, de Tierra y Libertad. El problema es que la buena conciencia puede llevarte a la marginalidad e irrelevancia política. Ese es el desafío que deben superar.

Recapitulando

Artículo publicado en La República, domingo 5 de abril de 2015

- Cuán difícil es construir mayorías en un Congreso fragmentado. Al inicio del gobierno, entre Gana Perú y Perú Posible podían construir mayoría (47 y 21 representantes, respectivamente); hoy el primero tiene 33, y el segundo 11. El gobierno no solo ha acentuado su distancia con la oposición fujimorista y aprista, también se ha distanciado de sus antiguos miembros y aliados. Y esto ha ocurrido no porque haya sido el costo a pagar por la implementación de reformas importantes; es resultado de pugnas sin mayor contenido político.

- Ana Jara, la mejor operadora política del gobierno, termina pagando el costo del clima de crispación: el escándalo que la hace caer, acciones de espionaje por miembros de la Dirección Nacional de Inteligencia, no son en realidad responsabilidad suya (más bien ha iniciado una reestructuración de esa entidad). Lo extenso de esas actividades (acentuadas durante el presente gobierno), y el clima de confrontación, dieron lugar a una momentánea y amplia unidad opositora. Una demostración de la insatisfacción en el Congreso con el tipo de liderazgo del presidente Humala, que termina asumiendo Jara.

- Nombrar a Pedro Cateriano Presidente del Consejo de Ministros es la respuesta a la oposición: no nos dejamos atarantar. Por supuesto, se está pensando en dar un mensaje a la oposición, no en la eficacia de las políticas públicas o en un plan de reformas para el último año de gobierno, que no existe.

- En el conflicto entre poder ejecutivo y Congreso, el primero tiene la mano más débil. Supuestamente, tienen a su favor el hecho de que después de dos censuras al Consejo de Ministros, el presidente puede disolver el Congreso. Sin embargo, no es una amenaza creíble, porque muy probablemente el gobierno sería derrotado en las nuevas elecciones parlamentarias. Y segundo, porque el Congreso puede muy fácilmente dar la confianza al nuevo Consejo de Ministros en lo inmediato y quitársela a partir de agosto, considerando que en el último año de mandato ya no es posible la disolución. Y del lado del Congreso, lo que sí es creíble es una Mesa Directiva opositora, que puede complicar seriamente el último año de gobierno.

- En conclusión, lo que el sentido común sugiere es que lo más conveniente, para el gobierno y para el país, hubiera sido privilegiar una línea que buscara consolidar algunas líneas de política pública o de reforma, y una transición ordenada hacia el próximo gobierno, para lo cual construir un clima de distensión era necesario. Tanto es así, que el propio Cateriano ha dado muestras de estar iniciando un nuevo estilo de desempeño político.

- El principal factor que puede empujar al gobierno por el camino de la confrontación es apostar a congregar los votos del sector antifujimorista y antiaprista para las elecciones de 2016. En tanto no se consolide una opción electoral viable alternativa a Keiko Fujimori y Alan García, la candidatura oficialista podría empezar a verse, inesperada y sorprendentemente, como más atractiva.

jueves, 2 de abril de 2015

Perdón y rendición

Artículo publicado en La República, domingo 29 de marzo de 2015

Empiezo como en otras ocasiones por el disclaimer de rigor: trabajo en el Instituto de Estudios Peruanos y soy miembro de su Consejo Directivo, por lo que intento no comentar nuestras propias publicaciones. Esta vez hago una nueva excepción.

José Carlos Agüero ha publicado un libro que me parece admirable: Los rendidos. Sobre el don de perdonar (Lima, IEP, 2015, 162 p.). Es un libro testimonial, compuesto por relatos cortos, donde el autor reflexiona con una honestidad y valor extraordinarios sobre qué implica ser hijo de padres que militaron en Sendero Luminoso. Su padre fue detenido y ejecutado extrajudicialmente en 1986, en el debelamiento del motín carcelario en el penal El Frontón, y su madre en 1992, aparentemente por miembros del ejército. En 1986 el autor era un niño, y en 1992 un joven adolescente. Como parte de esa familia fue testigo de las actividades de “el Partido”, y vio pasar por su casa armas y la preparación de cartuchos de dinamita. Pero Agüero se desarrolló evitando la identificación de “víctima”, y confiesa con remordimiento el desapego de su historia familiar. Se convirtió en historiador, poeta, activista de derechos humanos e investigador en temas de violencia política y memoria histórica. Hasta este libro, en el que autor descubre que está inevitablemente habitado por la experiencia de sus padres, y desnuda su propia historia, incertidumbres, preguntas, culpas, penas, esperanzas.

Agüero nos permite entrar al mundo senderista de carne y hueso, inaccesible a través de su discurso fanático, al que no podemos llegar a través del negacionismo del MOVADEF, ni a través del discurso condenatorio en el que estamos todos los que rechazamos las acciones terroristas. Entramos a través del niño y del joven que escucha las historias sobre su padre, y que sufre las consecuencias del activismo de su madre. Y que vuelve a esa experiencia no para justificar, no para exculpar, sino para entender mejor lo que pasó. Así uno se encuentra con cuadros de izquierda que ingresan al senderismo y cometen o justifican crímenes no por ser psicópatas, sino en nombre de una retorcida idea de justicia. ¿Por qué esos impetus no se canalizaron de otras maneras? Ciertamente porque desde la propia izquierda se alentaron, muy irresponsablemente, discursos extremistas.

Pero airear estas historias es importante también para romper con una cadena de violencia. Agüero cuenta que un par de veces pidió perdón en nombre de sus padres, sin tener que hacerlo. Lo inapropiado del gesto lo llevó a prometerse no volver a hacerlo, aunque con este libro, de alguna manera lo hace. Pero intenta otro camino: asume el papel de víctima; diría que tanto de sus propios padres, como de quienes los ejecutaron extrajudicialmente. Pero lo hace para ponerse en posición de perdonar. Y no para erigirse en una conciencia moral superior, sino para rendirse, para romper un ciclo de agresión y revancha. Hay mucho más para comentar de este libro, lo que no hay es más espacio.


ADEMÁS:

El libro puede conseguirse acá y acá (versión física y electrónica).