Artículo publicado en La República, domingo 13 de octubre de 2013
Cierro esta semana, por el momento, la discusión sobre el neoliberalismo, comentando algo sobre las alternativas al mismo.
Después de la crisis 1998-2002, del “giro a la izquierda” ocurrido en muchos países de la región, y de la crisis financiera de 2007-2008, me parece claro que predicar la libertad irrestricta de los mercados y la minimización del papel del Estado suena descabellado. Lo interesante es que en esto coinciden, en lo teórico, tanto derechas como izquierdas. De un lado puede verse el libro de John Williamson y nuestro conocido Pedro Pablo Kuczynski (eds.), Después del Consenso de Washington. Relanzando el crecimiento y las reformas en América Latina (Lima, UPC, 2003). Allí se sostiene que las reformas centradas en la liberalización de los mercados y en la promoción del crecimiento eran apenas una primera y parcial etapa de un proceso más ambicioso de reformas, que deberían consolidarse con una segunda fase, con énfasis en la equidad, mejoras en la distribución del ingreso y el fortalecimiento de las instituciones. Para esto resultarían claves la reforma del servicio civil, la descentralización, la reforma del poder judicial, de la educación, de la salud, del sistema político.
Desde la izquierda, lo que se busca es cambiar de lógica, recuperando espacio para la planificación, el control y la iniciativa del Estado, especialmente en áreas “estratégicas”. Es justo resaltar que por lo general no se plantea un retorno al pasado populista, sino que ese renovado protagonismo estatal se ubica dentro de los márgenes de la disciplina fiscal y de los equilibrios macroeconómicos, es decir, parcialmente dentro del canon del “Consenso de Washington”. El plan de gobierno de Ollanta Humala de 2010, “La gran transformación” podría ser un ejemplo de esto. Dentro de este marco general, una parte de la izquierda busca “recuperar” para el Estado el control de los recursos naturales para promover políticas de redistribución y diversificación productiva, mientras que otros piensan que debería abandonarse un modelo “extractivista” y buscar otras formas de desarrollo. Esto explica la división de las izquierdas frente a gobiernos como los de Evo Morales y Rafael Correa, por ejemplo.
En lo personal me parece importante resaltar dos cosas. Primero, que desde la derecha parece tenerse más que decir respecto a temas que interesan mucho a la ciudadanía, como la mejora en los servicios que debe dar el Estado en cuanto a seguridad, acceso a la justicia, a la educación y la salud. Desde la izquierda el énfasis está puesto en conseguir recursos para esas áreas (impuestos directos, por ejemplo) con fines distributivos, pero no tanto en cómo usarlos de manera eficiente. Segundo, acaso lo mejor para el desarrollo de los países sea una alternancia entre políticas con énfasis en el crecimiento y en la distribución, pero donde prime la continuidad y el fortalecimiento progresivo de las instituciones, antes que lógicas “refundacionales”.
VER TAMBIÉN:
Más allá del Consenso de Washington: una agenda de desarrollo para América Latina
José Antonio Ocampo (2005)
DEMOCRACIA Y DESARROLLO: UN ENFOQUE “PARTIDISTA”
Adolfo Garcé y Mauricio Armellini (2008)
Resumen: Durante muchos años los estudiosos han procurado encontrar la clave mágica del desarrollo latinoamericano en el plano de las ideas económicas y en las instituciones económicas. En este artículo se presenta un enfoque diferente. Se propone que, en el largo plazo, la rotación de partidos de izquierda y partidos de derecha es el escenario que más favorece el desarrollo de las naciones. Se asume que el desarrollo es un proceso que combina crecimiento y aumento del bienestar social, que los partidos de derecha priorizan el crecimiento y que los partidos de izquierda enfatizan la redistribución del ingreso, y que existe en el largo plazo un trade off entre crecimiento y distribución del ingreso. Esta hipótesis es sometida a un análisis estadístico con una muestra de 122 países, usando el IDH calculado por Naciones Unidas como Proxy de desarrollo.
ACTUALIZACIÓN, 26 de octubre
Neoliberalismo y Republicanismo: Réplica Final
Fëlix Jiménez
La Primera, 26 de octubre de 2013
Teresa Ruiz Rosas: “Me interesó cómo aquel personaje podía ser tan
importante para los músicos”
-
La escritora arequipeña nos habla de su novela El copista (DeBolsillo,
2024), recientemente reeditada
Hace 8 horas.
1 comentario:
Señor Tanaka:
1. No hace falta ser historiador para darnos cuenta que en estos casi 25 años de liberalismo fujimorista el país no ha cambiado prácticamente nada (salvo más restaurantes gourmet para ricos y más edificios de vivienda barata). En 25 años muchos países que hoy conocemos pasaron de pobres a desarrollados (China, Corea del Sur, Alemania, Italia, etc.) incluso en menos tiempo que eso. De modo que no se puede aducir que es por "falta de tiempo" que el liberalismo en el Perú no nos haya vuelto "desarrollados".
2. Entonces, si la causa de este fracaso no está en el modelo ¿a qué atribuirlo? Pues tampoco hace falta ser sabio para deducirlo: a la clase dirigente peruana que, como todos los estudiosos nacionales y extranjeros lo dicen, es solo rentista (viven de los famosos precios de las materias primas de exportación).
3. La pregunta es: ¿qué puede pasar en el Perú para que, por arte de magia, un grupo humano acostumbrado a vivir de rentas fáciles se convierta en un grupo empresarial que cree industrias en vez de explotar minas y recursos naturales?
4. Obviamente los PPK dirán que todo esto se verá "mañana" escondiendo una triste verdad: que en 500 años el país no ha cambiado absolutamente nada, pues ya Francisco Pizarro se dedicaba a vender oro, plata y cobre al extranjero. Exactamente lo mismo que hoy hace Roque Benavides. ¿Ellos van a cambiarse a sí mismos? Pues lo dudamos plenamente.
Muchas gracias.
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