Artículo publicado en El Comercio, sábado 28 de marzo de 2020
En una de sus conferencias del mediodía, el presidente Vizcarra señaló que la lucha contra el coronavirus no es una carrera de 100 metros planos que termina con la cuarentena, sino que es más bien una maratón; después de la cuarentena vendrán etapas igualmente duras.
Esta emergencia global ha evolucionado de manera dramática día a día, y todavía estamos terminando de asimilar la magnitud de la crisis. No sabemos si el mundo vaya a ser muy diferente después de esto, pero sí podemos estar seguros de que la emergencia que estamos viviendo se va a extender mucho más allá del 12 de abril. Para empezar, las medidas de aislamiento social tendrán que extenderse para evitar rebrotes y una nueva ola de contagios; no será posible volver sin más a la “normalidad” previa. Muy probablemente habrá que establecer etapas, distinguir sectores y actividades, nuevas prácticas dentro de nuestros quehaceres, y un largo etcétera. Es más, de acuerdo a la evolución de la epidemia, probablemente habrá necesidad de volver a cuarentenas parciales o totales; en medio de ella, habría que intentar intervenciones más acotadas para minimizar los daños económicos y sociales.
En medio de esto, la preocupación por la magnitud de esos daños son totalmente justificadas. Lo bueno es que el gobierno está reaccionando y tomando decisiones para aliviar la situación de la población y las unidades económicas más vulnerables; la pregunta es si será suficiente y qué más habría que hacer. Tomemos por ejemplo la decisión de implementar medidas complementarias de asistencia social a través de regiones y municipios; todos recordamos la experiencia del papel de gobernadores y alcaldes durante la reconstrucción de Pisco y otras zonas de Ica. Esperemos que las malas experiencias sirvan como “vacuna” para que no se repitan; hasta este momento, ya se están implementando razonablemente medidas de distribución de alimentos a domicilios de barrios identificados como más necesitados. Más desafíos para un Estado que suele fallar en la implementación. Cabe destacar que el poder ejecutivo ha mostrado un muy bien manejo en la relación con gobernadores y alcaldes, que han correctamente apoyado las medidas de emergencia. Solo hubo un conato de rebelión de algún alcalde despistado en Lima, pero tuvo que rápidamente reconocer su error.
Por lo visto, los efectos de las medidas de aislamiento tendrán un gran efecto económico y social; ¿a qué se terminará pareciendo? Referencias recientes son las crisis económicas de 2009 o la de 1998-2002, que requirieron medidas de salvataje financiero, o si vamos más atrás, la crisis de 1990-1991, que puso en agenda la necesidad de un enorme esfuerzo de compensación social. La diferencia a nuestro favor es que hoy tenemos una solidez macroeconómica que no teníamos antes, una institucionalidad social que atiende a la población en situación de pobreza, y algunas islas de eficiencia dentro del Estado capaces de diseñar e implementar decisiones complejas para atender las urgencias.
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