Artículo publicado en La República, domingo 8 de abril de 2018
Hace unas semanas comentábamos que los diferentes sectores que pensaban que la caída de Kuczynski era preferible, imaginaban cada uno un Vizcarra a la medida. Una vez juramentado el nuevo presidente, estas expectativas se expresaron en la desaforada lista de nombres, trascendidos, consultas, que despertaban indignación o entusiasmo, según quien mirase. Ciertamente, era imposible que el nuevo gabinete satisfaciera a todos; lo importante era que el presidente y el presidente del Consejo de Ministros pudieran ensamblar uno que les permitiera gobernar.
Que la cabeza sea Villanueva resulta una opción lógica: existe una relación personal con el Presidente, tiende un puente al Congreso, abre una puerta a las regiones. Villanueva es un prototípico político regional, que alcanzó dimensión nacional, al igual que Vizcarra: presidente de la región San Martín, reelecto con una gestión exitosa (2006-2010, 2011-2014), Presidente de la Asamblea de Presidentes Regionales en dos ocasiones (2008-2009, 2012-13, expresiva del ascendiente que despertaba entre sus pares). Pero atención que el salto desde San Martín o Moquegua a la implacable Lima no es nada sencillo, y Villanueva lo sufrió en su breve paso por la Presidencia del Consejo de Ministros (octubre 2013 – febrero 2014). Desde su elección al Congreso, por su región y con Alianza para el Progreso (APP), esperamos haya aprendido las artes necesarias para sobrevivir en la capciosa y traicionera Lima.
Dicho sea de paso, creo que no puede deducirse del liderazgo de Villanueva un mayor poder de APP, ni ninguna influencia partidaria de la presencia de alguno de los ministros. Hace tiempo que nuestra política vive de políticos sin partido, o que usan diferentes políticos para desarrollar sus propias carreras políticas. Villanueva empezó postulando en 1980 a diputado por la UDP de Carlos Malpica, luego postuló en 2001 al Congreso por Somos Perú – Causa Democrática. Consolidó su carrera con su movimiento regional Nueva Amazonía (NM), para terminar en APP. En el camino, NM tuvo relación, en las elecciones de 2006, tanto con Unidad Nacional como con el partido de Susana Villarán, y en 2011 con Perú Posible. No es una crítica, así se hace política en nuestros tiempos.
¿Qué decir del Consejo de Ministros? Algunos están allí por la cercanía con el presidente, como Trujillo en Transportes; está el político Heresi, puente con el Congreso, PPK (el partido) y el fujimorismo en un sector clave; luego están los ministros “a la derecha”, guardianes del modelo (Tuesta en el MEF, Córdova en Producción, Ismodes en Energía); contrapesados por el “ala izquierda”, en ámbitos “sociales” (Balbuena en Cultura, Sánchez en Trabajo, La Rosa en MIDIS; los demás llegan porque han sido viceministros, directores generales o tienen cierto reconocimiento en su sector.
Vistas las cosas en perspectiva, se trata de un Consejo que sigue el patrón que vemos sin interrupciones desde 2001: un ala ortodoxa que maneja la economía, en ocasiones complementada con un ala progresista en algunas áreas, últimamente las sociales. Balance que se inclina ligeramente en un sentido u otro según las coyunturas (Toledo y Humala más a la izquierda; García a la derecha; Zavala a la izquierda, Aráoz a la derecha; Villanueva otra vez a la izquierda), pero donde pesa más en los nombramientos la influencia del expertise técnico y de sus redes locales e internacionales antes que presiones partidarias. Tan fuerte es esta inercia que, como se ha señalado, cambia todo pero el dólar no se mueve y la bolsa sube.
¿Cómo le irá a la dupla V-V? Seguimos la próxima semana.
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