Artículo publicado en La República, domingo 6 de mayo de 2018
Está claro que el presidente Vizcarra no cuenta con la legitimidad que tendría un gobierno resultado directamente de elecciones, ni con una bancada parlamentaria propiamente dicha, ni con el beneficio de haber armado con algún tiempo un equipo de trabajo alrededor de objetivos comunes con asentamiento cuando menos en puntos clave del territorio. Al mismo tiempo, tiene por delante más de tres años de gobierno, y como hemos dicho ya, no puede pretender llegar al 2021 simplemente haciéndose el “muertito”.
Después de la presentación del Presidente del Consejo de Ministros esta semana, y del pedido de facultades legislativas ante el Congreso, considero que el balance es positivo, dadas las restricciones existentes. En el discurso de Villanueva el énfasis estuvo puesto en la lucha contra la corrupción, en la reforma política, la reconstrucción y diferentes medidas que buscan la reactivación económica, el combate a la anemia infantil, la protección de la niñez y de las mujeres ante la violencia, entre otros. En general, se percibe un reconocimiento de las prioridades que marca el contexto. En cuanto al pedido de facultades legislativas, ellas giran alrededor de temas económicos, tributarios y financieros; del proceso de reconstrucción y de la inversión en infraestructura; medidas de lucha contra la corrupción; de la protección de personas en situación de vulnerabilidad y violencia; y modernización del Estado. Nuevamente, se percibe un buen diagnóstico de las áreas en las que corresponde acción urgente, que deberían acompañarse de diferentes iniciativas sectoriales concretas en las próximas semanas. Por el momento, los sectores de oposición parecen más preocupados por sus problemas internos que por su relación con el ejecutivo.
Ahora, el clima actual ciertamente no va a funcionar indefinidamente. Conflictos o protestas sociales importantes en algún sector, el manejo político de los efectos de investigaciones fiscales o sentencias judiciales controvertidas, iniciativas ministeriales puntuales, complicarán nuevamente el panorama. Algunos ministros podrán caer (Córdova por ejemplo cayó con muy poco), el propio Villanueva inevitablemente sufrirá el desgaste que implica el ejercicio de su cargo, pero parecería que Vizcarra será quien entregue la banda presidencial al sucesor en 2021 sin los sobresaltos de los que fue víctima el presidente Kuczynski.
Unas palabras respecto a la reforma política, tema al que nos hemos referido anteriormente. Me parece saludable que desde el gobierno se reconozca la importancia del tema; que se hayan presentado propuestas referidas al control de dinero ilegal en la política (sancionar penalmente la no declaración del financiamiento electoral; el levantamiento del secreto bancario, tributario y bursátil de los postulantes a cargos públicos ante la Unidad de Inteligencia Financiera; obligar a las organizaciones políticas a reportar operaciones sospechosas ante ésta); y que se haya propuesto que los organismos electorales supervisen obligatoriamente las elecciones internas de los partidos, y el establecimiento del principio de equidad de género en las listas de candidatos.
Pero el problema con la reforma política es que ella debe contar con un buen diagnóstico y apuntar a reformas viables que ataquen los problemas más urgentes, y no una combinación de propuestas que individualmente podrían estar bien, pero que no resolverán los problemas que se quieren resolver. El bicameralismo, por ejemplo, podría estar bien, pero sin partidos que mejoren el proceso de selección de sus candidatos, estaremos en las mismas.
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