Artículo publicado en La República, domingo 8 de mayo de 2016
Parto de la sorpresa inicial, ya registrada por varios, como Eduardo Dargent y Jaime de Althaus: muchos suponíamos que K. Fujimorí encabezaría la intención de voto en segunda vuelta. El perfil más “popular” de ésta le haría más sencillo acercarse a los votantes del sur, mientras que a Kuczynski le resultaría complicado atraer los votos de los otros candidatos, especialmente los de Mendoza, dado su carácter “pituco” y “limeño”, por lo que asumíamos que habría también un alto número de indecisos. Sin embargo, los candidatos están empatados, Kuczynski recoge la mayoría de los votos de Mendoza, Barnechea y García, obtiene una amplia ventaja en el sur, y el porcentaje de indecisos no es tan alto en el ámbito nacional.
Este escenario está marcando las estrategias de los candidatos. Kuczynski ha recibido un gran respaldo sin haber hecho mucho: sin gestos hacia Mendoza o propuestas significativas para el sur, o para sectores populares en general. Ha sido un candidato un tanto ausente y sin estrategia clara, hasta la reciente asociación con César Acuña; movida audaz que apunta a disputarle votos a K. Fujimori en sus bastiones de la costa norte, y a ganar un aliado con nueve votos en el Congreso. Pero necesita mucha más iniciativa para ganar.
En la otra orilla, K. Fujimori parecería pensar que no tendría sentido insistir con más deslindes con los estilos de la década de los años noventa, como han señalado Patricia del Río y Mirko Lauer: los votos “democráticos” ya estarían con Kuczynski. Con esos votos aparentemente definidos, la estrategia parece ahora apuntar a bolsones de electores desatendidos por el rival, prometiendo satisfacer demandas muy específicas: eliminar el 24x24 policial, derogar decretos de formalización minera, asumir las demandas de grupos religiosos conservadores, etc. La semana pasada me referí a esta lógica como la de una derecha populista, que también podría caracterizarse como la de un populismo conservador. Se trata de una apuesta arriesgada: revive la peor imagen del viejo fujimorismo, clientelista y renuente a implementar reformas de “segunda generación”; este perfil además atrae al fujimorismo sectores cuestionables (por ejemplo, K. Fujimori ya se ha visto obligada a expresar que no comparte las visiones homofóbicas del pastor Alberto Santana); genera imágenes incoherentes de las propuestas de política; transmite la imagen de desesperación; y finalmente, en el caso de que Fuerza Popular gane las elecciones, esta estrategia fortalecerá a los sectores “tradicionalistas” frente a la propia Keiko, lo que puede echar por la borda los esfuerzos de construcción partidaria de los últimos años.
La presentación del economista Elmer Cuba como parte de su equipo técnico va en otra dirección, sin embargo. Fortalece el vínculo con sectores tecnocráticos reformistas, “modernizadores”, ahora más cercanos a Kuczynski; da la señal de que se mantendrá la ortodoxia fiscal; tiende un eventual puente hacia sectores “democráticos” en un posible gobierno, todo lo cual va en contra de la lógica descrita anteriormente. ¿Qué camino se seguirá? Acaso sea preferible (y hasta más conveniente electoralmente para K. Fujimori) seguir una línea más reformista y modernizadora, construyendo una oferta para la pequeña y mediana empresa (el decisivo sector “C” de las encuestas), o para el desarrollo del sur andino, temas insinuados por Cuba en sus primeras presentaciones.
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