Artículo publicado en La República, domingo 5 de junio de 2016
Terminó ¡por fin! esta campaña electoral tan particular. En 2006 y en 2011 estuvieron en disputa dos grandes propuestas alternativas de país. De un lado Ollanta Humala, representando una propuesta de cambio, de crítica al modelo económico, y del otro primero Alan García, y luego Keiko Fujimori, expresando la continuidad de las reformas iniciadas en la década de los años noventa. Al tratarse de proyectos antagónicos, el debate resultó muy confrontacional y polarizado. Los clivajes que oponían a los candidatos de segunda vuelta eran varios: Humala expresaba ideas de izquierda, estrategias de cambio radicales, y concitó el apoyo de los más pobres, de la mayoría de provincias del país, especialmente en el sur andino, de las áreas rurales; del otro, García y K. Fujimori expresaron ideas de derecha, estrategias de cambio moderadas, y lograron más apoyo en sectores medios y altos, principalmente en las áreas urbanas de Lima y de la costa.
La segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski no parecía que llegara a ser tan polarizada. De hecho, ambos estuvieron del mismo lado en la segunda vuelta del 2011. Ambos apoyan la continuidad del modelo económico y estrategias de cambio moderadas. Y luego las encuestas de opinión mostraron que ambos tenían apoyo importante tanto en Lima como en las provincias del país, en áreas urbanas y rurales, y en los distintos sectores socioeconómicos, aunque la primera con un perfil un tanto más popular y el segundo más concentrado en sectores medios y altos. En tanto no había diferencias significativas ni en lo ideológico, ni en lo económico, ni en el contenido específico de las políticas públicas, “el debate de propuestas y de ideas” se volvió soso. Ganar votos requirió trazar límites claros en otras dimensiones, y al final la competencia terminó centrándose en la descalificación moral del adversario. De un lado un traidor a la patria, agente de las transnacionales, del otro la cabeza de una organización criminal dedicada al narcotráfico. Creo que, terminadas las campañas, una mirada fría tendría que reconocer que ambas acusaciones son cuando menos grotescas caricaturas de la realidad, lo que no quita, por supuesto, que sobre ambos caigan cuestionamientos legítimos. La lógica de la competencia hizo que quienes naturalmente habrían sido aliados hayan terminado como líderes de cruzadas por la salvación de la patria en contra de proyectos abyectos, capaces de todo para enlodar al adversario, aunque sería justo mencionar que de un lado los ataques sin fundamento han sido mucho mayores que del otro.
Hoy domingo votaremos y esperaremos los resultados. Una vez que se hagan públicos, probablemente la confrontación seguirá, reconozcamos a los perdedores el derecho al pataleo por unas horas. Pero al día siguiente las cosas deberían volver a su cauce. Amainadas las pasiones y disipado el humo de las hogueras, debería aflorar la incuestionable realidad: para gobernar, los dos necesitan del otro. Kuczynski porque necesita del Congreso, y K. Fujimori porque su mayoría dentro de la plaza Bolívar no es la del país. Para que el próximo gobierno funcione, se necesita que el próximo presidente o presidenta encabece una coalición muy amplia, y busque liderar y construir consensos amplios en torno a las reformas que el país necesita. La agenda es clara y conocida por todos: seguridad ciudadana, reactivación económica, políticas sociales, reforma política e institucional, lucha contra la corrupción. Y será obligación de los perdedores apoyar al gobierno si encabeza un esfuerzo genuino por implementar esas reformas.
Teresa Ruiz Rosas: “Me interesó cómo aquel personaje podía ser tan
importante para los músicos”
-
La escritora arequipeña nos habla de su novela El copista (DeBolsillo,
2024), recientemente reeditada
Hace 1 día.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario