Artículo publicado en La República, domingo 24 de mayo de 2015
Estuvo de paso por nuestro país el primer ministro chino, Li Kequiang, como parte de una gira que empezó en Brasil y que comprenderá también a Colombia y Chile. En 2001 el presidente chino Jiang Zemin visitó Chile, Argentina, Uruguay, Cuba y Venezuela. En 2013, el vicepresidente Li Yuanchao visitó Argentina y Venezuela. Hace unos años que China es el segundo socio comercial de la región, detrás de los Estados Unidos (en nuestro país China es ya el destino principal de nuestras exportaciones); América Latina representa más del 30% de las exportaciones chinas, y más del 25% de sus importaciones. Pero hay mucho más que flujos comerciales: la liquidez de los bancos chinos y los intereses estratégicos de su Estado en esta parte del mundo hicieron que el financiamiento proveniente de ese país resultara clave para países como Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador. Por diversas razones, cuando estos países vieron comprometidos flujos crediticios de bancos occidentales, los chinos los sustituyeron. Y luego están las inversiones en diferentes proyectos, de infraestructura, minería, petróleo, y otros. Acá destacan inversiones como la ampliación del canal de Panamá, o la cuestionada construcción de otro canal interoceánico en Nicaragua. En nuestro país, las inversiones chinas en minería representan un tercio de las inversiones totales, en proyectos como Las Bambas, Toromocho o Marcona.
El gran anuncio después de la visita de Li Kequiang es el proyecto de construcción de un “ferrocarril transoceánico” que facilite el flujo comercial entre China y Brasil, a través de territorio peruano. Cabe recordar que China intenta implementar grandes proyectos ferroviarios desde hace algunos años, como el tren bala entre ciudad de México y Querétaro, proyecto suspendido por cuestionamientos al proceso de licitación, ocurridos además en el contexto de la denuncia de la compra de una mansión de siete millones de dólares por parte de la esposa del presidente Peña Nieto a una contratista socia de la empresa ferroviaria china.
¿Cómo pensar la presencia china en América Latina? En el pasado, se analizó la relación de la región con los grandes poderes económicos, como Inglaterra y los Estados Unidos, bajo el lente de la teoría de la dependencia. Una parte de ella parece vigente para pensar nuestra relación con este nuevo gigante económico: exportamos materias primas, importamos productos manufacturados; recibimos grandes préstamos e inversiones; priman los intereses estratégicos del poderoso, y solo nos queda intentar obtener beneficios en los márgenes. Pero China no es capaz de tener, al menos no hasta el momento, la misma influencia política o cultural. Y obviamente, vivimos otros tiempos, en los que valores como la democracia, la transparencia, la defensa de los derechos humanos, de las poblaciones indígenas y del medio ambiente, son valores fundamentales: en ninguno de ellos China es precisamente un adalid. Y por ellos deberíamos velar en cualquier negociación.
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