martes, 29 de octubre de 2013

Alberto Fujimori

Artículo publicado en La República, domingo 27 de octubre de 2013

En 1990 empezó como un político novato con aspiraciones modestas, que podría haber sido candidato al Congreso del APRA o de la Izquierda Socialista, pero que se vio obligado a tentar fortuna por cuenta propia. Siguió una buena intuición al aliarse con grupos evangélicos y pequeños empresarios; la rueda de la fortuna lo terminó arrastrando a la presidencia, pero asumió el desafío de conducir un país quebrado, en un abierto proceso hiperinflacionario, asolado por el terrorismo. En los primeros meses de su presidencia siguió la lógica electoral de buscar alianzas, pero la precariedad e improvisación de su postulación se hacía evidente. Fujimori se veía como un presidente débil, pasible de ser manipulado por los partidos, y el escenario de una renuncia o destitución que llevara a un adelanto de las elecciones era perfectamente creíble. Nuevamente, sorprende y trama una alianza civil-militar y un golpe de Estado; el presidente débil se convierte de pronto en dictador, con una amplia aprobación ciudadana. Tomó después la decisión de ampliar y cimentar su legitimidad en las zonas rurales, mediante un ambicioso programa de gasto social, que le permitió reelegirse cómodamente en 1995 con un apoyo multiclasista.

Pero desde entonces, el Fujimori que tomaba decisiones inesperadas, audaces y sin escrúpulos, pero que lo llevaban al éxito político, pasó a ser el líder de un gobierno crecientemente corrupto, en donde la influencia de Montesinos resultó determinante; todas las grandes decisiones que tomó resultaron penosas para el país y para él; la distancia entre sus percepciones y la realidad se hicieron gigantescas, hasta terminar siendo la suerte de enajenado que vemos en estos días en la televisión.

En vez de planear un retiro ordenado en 2000, se lanzó a la aventura de la segunda reelección, aislándose nacional e internacionalmente y debilitándose dentro del círculo más alto del poder; al darse cuenta tarde de ello, alucinó con una renuncia en favor de Francisco Tudela; luego intentó distanciarse de Montesinos, lo que le hizo perder el control del gobierno y desencadenó su deshonrosa renuncia desde Japón. Podría haberse quedado allá, pero deliró con que el Perú lo reclamaba y que en Chile no podría ser extraditado. Luego urdió el vergonzoso plan de escapar a la justicia postulando al senado japonés. Una vez extraditado, ni asumió responsabilidades ni descargó las culpas en otros; pensó tontamente que García bloquearía la extradición y una sentencia condenatoria, y luego que lo indultaría, leyendo muy mal los intereses que rigen la conducta de este. Peor aún, desvarió con que Humala lo indultaría, con aún menos fundamento. Ahora, se presenta como enfermo para conseguir un arresto domiciliario, pero al hacerlo no hace sino revelar su pantomima. Resulta indigno para quien alguna vez tuvo la gran responsabilidad de representarnos a todos los peruanos. Bien decía Maquiavelo que el príncipe debía cuidarse de la peste de los aduladores.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Intelectuales y políticos

Artículo publicado en La República, domingo 20 de octubre de 2013

El martes 22 la Pontificia Universidad Católica del Perú otorgará el Doctorado Honoris Causa a Fernando Henrique Cardoso.

Como académico, sus contribuciones lo han hecho uno de los más importantes científicos sociales latinoamericanos y mundiales; como político, llegó a ser presidente de Brasil en dos ocasiones, y durante sus gobiernos se dio el cambio que hizo que dejara de ser un país asolado por la inflación y el estancamiento económico, por la inestabilidad y la fragmentación política, y pasara a tener quince años de una excepcional estabilidad y prosperidad, que lo convirtieron en una potencia mundial emergente.

No es común que los intelectuales sean políticos exitosos. Hace poco el historiador canadiense Michael Ignatieff reflexionaba sobre su experiencia de los últimos años; profesor en las universidades de Cambridge, Oxford, Harvard y Toronto, entró a la política en su país, se convirtió en líder del histórico Partido Liberal y lo condujo en las elecciones legislativas de 2011, en las que obtuvo el peor resultado de su historia. Ignatieff volvió a la academia, y hoy se consuela pensando en muchos otros intelectuales que de una manera u otra fracasaron en la política: Cicerón, Maquiavelo, Edmund Burke, James Madison, Alexis de Tocqueville, John Stuart Mill, Max Weber.

Cardoso entró a la política como parte de las luchas contra la dictadura en la década de los años setenta; fue electo (1982) y reelecto senador (1986), luego designado ministro de relaciones exteriores (1992) y ministro de finanzas (1993) de un presidente débil, Itamar Franco, que debió asumir el mando después de la destitución del presidente electo, Fernando Collor, por cargos de corrupción. En este último cargo le tocó enfrentar una profunda recesión y una aguda crisis hiperinflacionaria; el éxito en esta tarea le permitió llegar a la presidencia. Identificado con ideas de izquierda, le tocó implementar políticas de ajuste fiscal, privatizaciones, reforma del Estado, promoción de la inversión privada, liberalización de mercados. Ciertamente buscó también aumentar el gasto social y el fortalecimiento de las instituciones públicas, consolidar un juego democrático, a diferencia de lo que ocurría en Perú con Fujimori o en Argentina con Menem, en donde las políticas de mercado fueron acompañadas de autoritarismo político.

Como académico, Cardoso buscó fundamentar sus planteamientos en el análisis sin anteojeras de la realidad concreta: denunció la dependencia, pero reconoció que no estaba reñida con el desarrollo; denunció estructuras injustas, pero reconoció la capacidad de las elites y de los liderazgos para construir legitimidad política, por ejemplo. Como político, si bien defendió ideas de izquierda, reconoció que el desarrollo pasaba en el corto plazo por acabar con un Estado ineficaz y por asumir los retos que impone la globalización de la economía. Acaso en esa mirada realista y descarnada está la clave de su éxito académico y político.

lunes, 14 de octubre de 2013

Las alternativas al neoliberalismo

Artículo publicado en La República, domingo 13 de octubre de 2013

Cierro esta semana, por el momento, la discusión sobre el neoliberalismo, comentando algo sobre las alternativas al mismo.

Después de la crisis 1998-2002, del “giro a la izquierda” ocurrido en muchos países de la región, y de la crisis financiera de 2007-2008, me parece claro que predicar la libertad irrestricta de los mercados y la minimización del papel del Estado suena descabellado. Lo interesante es que en esto coinciden, en lo teórico, tanto derechas como izquierdas. De un lado puede verse el libro de John Williamson y nuestro conocido Pedro Pablo Kuczynski (eds.), Después del Consenso de Washington. Relanzando el crecimiento y las reformas en América Latina (Lima, UPC, 2003). Allí se sostiene que las reformas centradas en la liberalización de los mercados y en la promoción del crecimiento eran apenas una primera y parcial etapa de un proceso más ambicioso de reformas, que deberían consolidarse con una segunda fase, con énfasis en la equidad, mejoras en la distribución del ingreso y el fortalecimiento de las instituciones. Para esto resultarían claves la reforma del servicio civil, la descentralización, la reforma del poder judicial, de la educación, de la salud, del sistema político.

Desde la izquierda, lo que se busca es cambiar de lógica, recuperando espacio para la planificación, el control y la iniciativa del Estado, especialmente en áreas “estratégicas”. Es justo resaltar que por lo general no se plantea un retorno al pasado populista, sino que ese renovado protagonismo estatal se ubica dentro de los márgenes de la disciplina fiscal y de los equilibrios macroeconómicos, es decir, parcialmente dentro del canon del “Consenso de Washington”. El plan de gobierno de Ollanta Humala de 2010, “La gran transformación” podría ser un ejemplo de esto. Dentro de este marco general, una parte de la izquierda busca “recuperar” para el Estado el control de los recursos naturales para promover políticas de redistribución y diversificación productiva, mientras que otros piensan que debería abandonarse un modelo “extractivista” y buscar otras formas de desarrollo. Esto explica la división de las izquierdas frente a gobiernos como los de Evo Morales y Rafael Correa, por ejemplo.

En lo personal me parece importante resaltar dos cosas. Primero, que desde la derecha parece tenerse más que decir respecto a temas que interesan mucho a la ciudadanía, como la mejora en los servicios que debe dar el Estado en cuanto a seguridad, acceso a la justicia, a la educación y la salud. Desde la izquierda el énfasis está puesto en conseguir recursos para esas áreas (impuestos directos, por ejemplo) con fines distributivos, pero no tanto en cómo usarlos de manera eficiente. Segundo, acaso lo mejor para el desarrollo de los países sea una alternancia entre políticas con énfasis en el crecimiento y en la distribución, pero donde prime la continuidad y el fortalecimiento progresivo de las instituciones, antes que lógicas “refundacionales”.


VER TAMBIÉN:

Más allá del Consenso de Washington: una agenda de desarrollo para América Latina
José Antonio Ocampo (2005)

DEMOCRACIA Y DESARROLLO: UN ENFOQUE “PARTIDISTA”
Adolfo Garcé y Mauricio Armellini (2008)
Resumen: Durante muchos años los estudiosos han procurado encontrar la clave mágica del desarrollo latinoamericano en el plano de las ideas económicas y en las instituciones económicas. En este artículo se presenta un enfoque diferente. Se propone que, en el largo plazo, la rotación de partidos de izquierda y partidos de derecha es el escenario que más favorece el desarrollo de las naciones. Se asume que el desarrollo es un proceso que combina crecimiento y aumento del bienestar social, que los partidos de derecha priorizan el crecimiento y que los partidos de izquierda enfatizan la redistribución del ingreso, y que existe en el largo plazo un trade off entre crecimiento y distribución del ingreso. Esta hipótesis es sometida a un análisis estadístico con una muestra de 122 países, usando el IDH calculado por Naciones Unidas como Proxy de desarrollo.

ACTUALIZACIÓN, 26 de octubre

Neoliberalismo y Republicanismo: Réplica Final
Fëlix Jiménez
La Primera, 26 de octubre de 2013

lunes, 7 de octubre de 2013

Neoliberalismo y republicanismo (2)

Artículo publicado en La República, domingo 6 de octubre de 2013

La semana pasada resumí los puntos de debate que planteó recientemente el colega Félix Jiménez: critica los supuestos logros del neoliberalismo, sostiene que el republicanismo es incompatible con aquél, y plantea la necesidad de un desarrollo más diversificado.

El término “neoliberalismo” se presta a malos entendidos. Por lo general, se le atribuyen sentidos intrínsecamente negativos, y esto tiene cierta razón de ser: muchos gobiernos neoliberales han sido muy corruptos e ineficientes, en particular el fujimorismo ha ayudado a crear la asociación neoliberalismo = autoritarismo = corrupción. Desde este ángulo, el neoliberalismo es incompatible con el desarrollo de la ciudadanía y los valores republicanos. Sin embargo, hay muchos gobiernos que pueden considerarse ilustraciones emblemáticas del neoliberalismo que no han sido autoritarios ni particularmente corruptos (Chile en los últimos años, Brasil con Cardoso, Colombia con Gaviria, etc.). Más todavía, podría decirse que ellos implementaron reformas fundamentales para el logro de un crecimiento sostenido, reducciones importantes de pobreza, fortalecimiento de instituciones; incluso, de políticas de desarrollo que buscan la diversificación productiva y menor dependencia de recursos naturales.

Me parece que la mejor manera de entender el neoliberalismo es relacionarlo con el llamado “Consenso de Washington”, término acuñado por John Williamson para referirse a políticas que enfatizan la estabilidad macroeconómica, la apertura comercial, el estímulo a la inversión privada y a la acción de las fuerzas del mercado. Williamson, Joseph Stiglitz y muchos muchos han señalado que el problema no estaría tanto en esas políticas, sino en el “fundamentalismo” o irresponsabilidad en su implementación, siguiendo presiones o modelos importados sin considerar los intereses y contextos específicos de los países. Vistas las cosas así, me parece que en Perú el neoliberalismo ha tenido éxitos evidentes (crecimiento, reducción de la pobreza, sin aumento de la desigualdad), que han permitido que muchos peruanos sean más ciudadanos (concientes de sus derechos y deberes), aunque su aplicación haya sido escamoteada por sus componentes autoritarios y corruptos, y ciertamente también por la debilidad de nuestras instituciones y valores republicanos. Esto implicaría, me parece, que la izquierda debería dejar de pelearse tanto con “el modelo” en abstracto (pedir la renuncia de Castilla), para concentrarse en hacer propuestas específicas en lo tributario, fiscal, monetario, institucional, en políticas sociales, etc.

Finalmente, es muy importante que desde la izquierda se reivindique el republicanismo. Si miramos alrededor (Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Argentina) encontraremos que son los gobiernos de izquierda los que suelen atentar contra las instituciones republicanas (respecto a la ley, independencia de los poderes del Estado), en nombre de un mayoritarismo plebiscitario.


ACTUALIZACIÓN, 10 de octubre

Ver también:

(r)Evolución. ¿Neoliberalismo?
Por Paul Maquet

ACTUALIZACIÓN, 12 de octubre

Neoliberalismo y Republicanismo: Réplica (1)
Félix Jiménez

ACTUALIZACIÓN, 19 de octubre

Neoliberalismo y republicanismo: réplica (2)
Félix Jiménez

sábado, 5 de octubre de 2013

Argumentos, año 7, n° 4, setiembre 2013



Acaba de aparecer el último número de Argumentos, dedicado a los diez años de la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Realmente creo que nos quedó muy bien. Encontrarán también un artículo de este servidor, en el que intento motivar una discusión que me parece necesaria diez años después de la presentación del IF, y que impone grandes desafíos para las universidades, centros de investigación, instituciones de la sociedad civil en general: tomar la posta dejada por la CVR. Saludos.

En este número...

COYUNTURA

¿Podremos salir de nuestras rutinas de pensamiento? Sobre la insistencia acerca de la falta de encuentro entre Estado, política y sociedad,
Romeo Grompone p. 3

Los orígenes de la repartija. Balance de la selección de magistrados del Tribunal Constitucional,
Pamela Loayza p. 9

A DIEZ AÑOS DEL INFORME DE LA CVR

Las ambigüedades del IF de la CVR en la explicación de las causas y dinámica del conflicto armado interno,
Martín Tanaka p. 19

“Tú podrás engañarme, pero Lima te va a observar, te va a evaluar. Lima decide”. Una mirada etnográfica al Programa Integral de Reparaciones,
María Eugenia Ulfe, Vera Lucía Ríos y Ximena Málaga p. 33

De Medios e imaginarios: baches en el abordaje de la violencia en el Perú
Jacqueline Fowks p. 40

A diez años de la presentación del Informe final de la CVR, ¿hemos avanzado?
Sofía Macher p. 46

Los historiadores y el Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (Perú, 2003-2013),
José Ragas p. 51

El gobierno de la clase. Una aproximación al radicalismo en el magisterio peruano, Julio Vargas p. 59

Patrimonio cultural y memoria: luego de diez años, una nueva mirada a los testimonios de la Comisión de la Verdad y Reconciliación,
Adriana Arista p. 65

Oir y contarla violencia desde adentro. Una conversación con Kimberly Theidon y Edith Del Pino,
Vera Lucía Ríos y Sebastián Muñoz-Nájar, 71


ACTUALIZACIÓN, 21 de noviembre de 2013.

Ver también:

"La reconciliación derrotó a Sendero"
Jaime de Althaus
El Comercio, 8 de noviembre de 2013

jueves, 3 de octubre de 2013

Juan Linz, 1926-2013



Falleció Juan Linz, a los 87 años, activo hasta el final de sus días. Una muestra accesible en la web de sus últimos trabajos es el artículo escrito con Alfred Stepan y Yohendra Yadav, "The Rise of State-Nations", aparecido en el Journal of Democracy, vol, 21, n° 3, de julio de 2010 (p. 50-68).

Pueden escuchar y ver a Linz aquí hablando de su trayectoria intelectual y cómo ve la ciencia política actual, un mensaje desde su casa en New Haven enviado al XXII Congreso Mundial de la International Political Science Association (IPSA) celebrado en Madrid el año pasado. Acaso el mejor retrato suyo puede sacarse de la entrevista que le hicieron Gerardo Munck y Richard Snyder en el libro Passion, Craft, and Method in Comparative Politics (Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 2007), "Juan J. Linz: Political Regimes and the Quest for Knowledge" (p. 150-209). Es muy completo también el Laudatio de José Ramón Montero, de 2005, con ocasión del otorgamiento del Premio Nacional de Ciencia Política y Sociología, concedido por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España.

Es realmente un motivo de pena para todos los politólogos. Linz es uno de los "founding fathers" de la ciencia política. Su producción sale de España, llega a los Estados Unidos, pasa por toda América Latina, vuela nuevamente por Europa occidental y oriental, últimamente llegó hasta la India. Sus temas partieron del análisis de los autoritarismos, siguieron por la preocupación por las quiebras de las democracias, luego por las transiciones y los problemas de consolidación de las mismas; se interesó en las formas de régimen, en los problemas del presidencialismo y de los Estados nacionales. En este recorrido, lo propiamente "linziano" no es tanto la existencia de una "gran teoría" o de proposiciones generalizables, sino más bien un tipo de aproximación a los problemas: una perspectiva comparada basada en un conocimiento profundo de los países, atención a sus particularidades históricas, sociales, económicas, institucionales. Una aproximación en la que las grandes estructuras son el punto de partida del análisis, donde el ámbito institucional constituye una mediación fundamental, pero donde también intervienen el azar, la contingencia, las posibilidades contrafácticas, el liderazgo político.

No tuve la suerte de conocerlo, más allá de lograr estrecharle la mano en el pasillo al salir de una conferencia, pero me declaré linziano en alguno de mis trabajos, específicamente en “Peru 1980-2000: Chronicle of a Death Foretold? Determinism, Political Decisions and Open Outcomes” (en: Frances Hagopian y Scott Mainwaring, eds.: The Third Wave of Democratization in Latin America. Advances and Setbacks. Cambridge, Cambridge University Press, 2005, p. 261-288). "Peru is a revealing case for assessing the advances and setbacks of democratization in Latin America because it challenges conventional interpretations, questions the role of structural variables or social prerequisites in explaining the different routes the countries in the region have followed in their democratic histories, and illustrates the importance of decisions taken by political actors. In theoretical terms, my analysis of the Peruvian experience follows the line of reasoning set out by Juan Linz in analyzing the breakdown of democracies and by O’Donnell and Schmitter in analyzing the transitions from authoritarian rule".

Se le extrañará: el trabajo académico basado en un conocimiento profundo de un número importante de países, considerando variables histórico-sociales, institucionales, pero en el que también tenía cabida el liderazgo y la contingencia, parece cada vez más escaso últimamente. Como que oscilamos entre el provincianismo y los trabajos de "N grande" pero con conclusiones triviales, o tenemos trabajos comparativos históricos en los que los casos parecen acomodarse a los esquemas conceptuales, dejando escaso espacio para la agencia política. Repito, lo extrañaremos. 

Foto tomada de aquí

miércoles, 2 de octubre de 2013

Neoliberalismo y republicanismo

Artículo publicado en La República, domingo 29 de septiembre de 2013

Mi estimado colega Félix Jiménez, en su columna sabatina de hace dos semanas en el diario La Primera, critica tanto al reciente libro de Alberto Vergara, Ciudadanos sin república, como a la breve reseña que escribí del mismo en este espacio a inicios de este mes, por supuestamente compartir su diagnóstico, según el cual “Mientras que el neoliberalismo dio lugar a un inédito crecimiento económico, la precariedad del republicanismo pone en riesgo lo avanzado”. Creo que discutir sobre los temas que plantea Jiménez puede ser de interés para los lectores.

Primero, el balance sobre el neoliberalismo. Para Jiménez, sus supuestos “éxitos” no serían tales. Una mirada amplia vería que, por ejemplo, entre 1959 y 1967 (sin neoliberalismo, por supuesto) hubo tasas de crecimiento aún mayores a las de los últimos años; el crecimiento neoliberal siempre habría sido frágil, como lo demostraría la crisis del periodo 1998-2002. Finalmente, parte de sus supuestos “éxitos” serían consecuencia de iniciativas planteadas por “economistas críticos con el neoliberalismo” entre 2001 y 2003, con lo cual Jiménez reivindica su participación como funcionario dentro del gobierno de Alejandro Toledo.

Segundo, cómo construir una alternativa al neoliberalismo. Para Jiménez, el crecimiento 1959-67 sería más “sano” porque fue liderado por el sector manufacturero y estuvo acompañado de mejoras en los ingresos de los trabajadores, mientras que el reciente se basa en sectores extractivos con ingresos laborales estancados. ¿Qué hacer? Cuando Jiménez se refiere a las decisiones implementadas entre 2001 y 2003 habla de reformas que, entre otras cosas, “recuperaron el papel del tipo de cambio como instrumento de diversificación productiva”. Más adelante, lamenta que durante el gobierno de García “se dejó caer el tipo de cambio real, afectando a la producción manufacturera”. En la línea de lo propuesto en el documento “La Gran Transformación”, se apunta a promover un crecimiento más diversificado en general y la industrialización en particular.

Tercero, la relación entre neoliberalismo y republicanismo. Para Jiménez, no sería cierto que el neoliberalismo haya “ampliado la ciudadanía”; más bien, durante los veinte años de gobiernos neoliberales habríamos visto impostura y corrupción, envilecimiento de la política, alianza entre poder político y poder económico en contra de la voluntad ciudadana; el neoliberalismo “ha sido y es responsable de la pérdida de virtud cívica, de la pérdida de la conciencia civil de los electores que los ha llevado a aceptar prácticas clientelares y corruptas como forma de gobierno”. Desde este ángulo, pedir que el republicanismo acompañe al neoliberalismo es pedir “la cuadratura del círculo”. Para Jiménez, rescatar los valores republicanos implica necesariamente construir una alternativa al neoliberalismo.

Creo que Jiménez acierta en algunas cosas, confunde otras, pero plantea temas muy pertinentes. Seguiré la próxima semana.