Artículo publicado en La República, domingo 10 de abril de 2011
Hoy empezará el análisis de los resultados electorales: evitemos la falacia del “determinismo retrospectivo”: explicar los resultados como un desenlace lógico e inevitable, consecuencia de profundas razones históricas, sociológicas, culturales, económicas, en suma, estructurales, que siempre estuvieron allí, pero que no supimos reconocer (o que solo algunos gurúes iluminados percibieron). Esa mirada es errónea porque no reconoce lo cambiante y volátil que fue la campaña, y que los resultados podrían haber sido muy diferentes, de haber los actores tomado otras decisiones.
Propongo partir de considerar que un candidato tiene cierto potencial, y que este se basa en factores estructurales. Ese potencial se puede reforzar o debilitar según las decisiones político-estratégicas que se adopten: la política de alianzas, la selección de candidatos, la conformación de equipos de plan de gobierno, de asesoría al candidato. Después están las campañas: ellas pueden hasta cierto punto compensar límites estructurales y políticos, o pueden hacerte desaprovechar tu potencial. En un país sin partidos, instituciones, identidades, lealtades; con tanta desconfianza y sentimientos antipolíticos, los dos últimos componentes resultan siendo más importantes. Si lo estructural fuera lo central, la intención de voto sería relativamente estable, o cambiaría siguiendo patrones bien definidos, pero no es así en nuestro país (por eso no es bueno hacer predicciones).
A la luz de estas consideraciones, propongo algunas conclusiones provisionales de esta campaña. Nunca estuvo en agenda la aparición de un verdadero outsider; los electores han mostrado cierta aversión al riesgo, y seguido a figuras con recorrido. Mercedes Aráoz tenía potencial, pero sin apoyo político ni siquiera pudo tener una campaña. Castañeda tenía potencial, pero tomó malas decisiones políticas, hizo una pésima campaña, y se desplomó. Kuczynski, conciente de su menor potencial, buscó alianzas amplias e hizo una campaña agresiva, que le ha rendido frutos muy por encima de lo inicialmente previsible; Toledo combinó potencial, buenas decisiones y buena campaña, y llegó a encabezar las preferencias electorales: pero después, graves errores lo hicieron caer.
Finalmente, Humala, a la zaga, aprovechó brillantemente la oportunidad que le abrió el declive de los punteros y el sobrepoblamiento del espacio de centro derecha: creció desde la izquierda, pero corriéndose al centro. Entendió bien que el escenario de 2011 no es igual al de 2006. ¿Y K. Fujimori? ¿Cómo explicar la estabilidad de su intención de voto? ¿Por qué logró lo que no pudo Martha Chávez en 2006? De un lado, demostró ser buena candidata; del otro, es beneficiaria de una exitosa operación de “blanqueamiento” del fujimorismo, iniciada por Alan García, pero seguida entusiastamente por otros, que comparten sus sentidos comunes, y para quienes esa “limpieza” es la suya propia.
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3 comentarios:
Me parece que esta afirmación resulta problemática a la luz de lo acontecido: "Si lo estructural fuera lo central, la intención de voto sería relativamente estable, o cambiaría siguiendo patrones bien definidos, pero no es así en nuestro país (por eso no es bueno hacer predicciones)." Entonces, ¿Cómo explicar las votaciones parecidas que Ollanta Humala obtuvo en el 2006 (30,6%) y este año (29% faltan contabilizar) respectivamente? Además, si bien es cierto que los actores-candidatos tienen influencia en la campaña por haber hecho o no tal gesto, a los votantes, ¿en donde los colocamos? Claro que éstos siguen las campañas con diferentes grados de interés, pero al mismo tiempo forman parte de la sociedad. La política no comienza el día de inicio de campaña y no termina el día de las elecciones. Prueba de ello es la bajísima votación obtenida por el APRA.
De otro lado, se habla mucho de volatilidad, la cual se explica, al parecer, por la ausencia de partidos. Sin embargo, a medida que se acercaba el día de las elecciones, el elector de “derecha” se planteaba la cuestión del voto estratégico, es decir su voto migraba de un candidato a otro, pero lo que no cambiaba era su visión de país (hasta creo que podríamos hablar de ideología). Es decir que, para dicho elector, cualquiera de esos candidatos (PPK, Toledo, Castañeda) en los cuales su voto se desplazaba (Quizás mas Toledo y PPK) podía corresponder a lo que quería como gobierno. Tal es así que ahora definidos los dos candidatos que van a segunda vuelta, un sector de esos mismos electores optaran o podrían optar por Keiko Fujimori. Ello cuestionaría aquellos análisis u opiniones que afirmaban que existían matices dentro de la derecha peruana. saludos. Eduardo M.
Eduardo,
interesante comentario. Creo que podría decirse que las preferencias de los electores son relativamente estables y "estructurales": digamos que los votantes de la provincia de Lima son muy diferentes a los de la sierra sur. Los primeros privilegian más la estabilidad, los segundos el cambio, por así decirlo. En la "demanda política" encontramos ciertas continuidades. Sin embargo, hay enorme inestabilidad en las ofertas políticas que se dirigen a los electores. Las campañas son volátiles y los resultados inciertos no porque los electores cambien de preferencias, sino porque diferentes candidatos pueden encarnar sus aspiraciones: digamos que el votante limeño al inicio se inclinaba por Castañeda, y luego terminó prefiriendo a Kuczynski. Y en la sierra sur al comienzo la gente prefirió a K. Fujimori, luego a Toledo, y al final a Humala, buscando quien levante la bandera del cambio. Saludos.
Los primeros buscan candi
…No es el mejor escenario, pero abstenerse, viciando o blanqueando el voto, podría obrar en algo más a favor de la democracia y reduciría el poder político y discrecional de cualquiera de estas dos resistidas opciones políticas que van a intentar disfrazarse de lo que realmente no son, como ya lo vienen logrando. Podemos estar seguros que en los próximos días, por codicia política o lo que sea, surgirán por todos lados los “Valle Riestras” [el demócrata Javier Valle Riestra fue utilizado como primer ministro por Fujimori y Montesinos dos meses y diecisiete días en 1998] que nos dirán poder “controlar al monstruo [a cualquiera de los dos] desde adentro” ¿Asumirán después, estos tontos útiles de las autocracias, la responsabilidad de sus actos y de su ingenua complicidad?
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