Lo último que comenté sobre el debate en el que estoy participando con Nelson Manrique, Nicolás Lynch, Alberto Adrianzén, Alberto Vergera y Eduardo Dargent, puede verse aquí:
domingo 7 de marzo de 2010
Lecciones de un debate
http://martintanaka.blogspot.com/2010/03/lecciones-de-un-debate.htmllunes 1 de marzo de 2010
Intelectuales y política
http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/intelectuales-y-politica.htmlYo pensé que el debate bajaría en intensidad, por el contrario ha subido de tono. Sin embargo, para mi gusto, está siguiendo el camino menos productivo, que hace que los temas de fondo no ocupen en centro de la discusión: en vez de ello, los intercambios tienden a personalizarse, politizarse, y las réplicas no responden propiamente a los argumentos del antagonista, sino a versiones caricaturizadas de los mismos. Es hasta cierto punto inevitable en el "fragor" de los intercambios, con sus naturales puyas y "chiquitas". Pero repito, me parece que está siguiendo un camino poco productivo. Una muestra de ello, para mí, es que siento que tengo que repetir cosas que ya dije, o aclarar que nunca dije cosas que dicen que dije (o usar la formula "quizá no me expresé bien, pero no quise dar a entender que...). Es como cuando se tiene un partido de fútbol trabado e interrumpido constantemente, "así no se puede jugar". Para que la cosa fluya uno debe esforzarse por entender bien lo que los demás quieren decir, y tratar de discutir con la mejor versión del argumento contrario. Estar dispuesto a reconocer errores, limitaciones, aceptar puntos válidos del opositor, estar dispuesto a reelaborar y aprender del intercambio. No es fácil, por supuesto, porque todos tenemos la tentación de caricaturizar el argumento contrario para así poder rebatirlo y dar la impresión de que uno tiene razón. Y si el asunto se politiza, peor todavía: ya no se trata de argumentar en abstracto, sino de defender una causa. Y en nombre de esas causas al final se puede llegar a una lógica de "demolición", de pura confrontación, en donde ya los argumentos dejan de interesar, y la tentación de caer en ataques personales es grande. Ganar no por tener mejores argumentos, sino por desacreditar al adversario. Evitemos derrapar por ese camino, por el cual lamentablemente suelen caer muchos
bloggers.
Comentando las últimas críticas que he recibido, encuentro algunas constantes. Entre mis colegas polemistas se suele repetir que los he criticado porque:
1. son humalistas,
2. asumen un compromiso político,
3. rechazan un modelo positivista de objetividad científica que yo defendería,
4. manejamos ideas diferentes de lo que es democracia
5. soy neoliberal, fujimorista, gobiernista, conservador, etc.
Con los dos primeros puntos perdemos el tiempo: nada tiene de malo ser humalista, o tener compromiso político. Eso simplemente no está en debate. En el tercer punto, la cosa es centrar bien la discusión. Me parece que el tema no es epistemológico: creo que todos estaremos de acuerdo con el que positivismo "duro" o tradicional es insostenible a estas alturas, que todos tenemos inevitablemente sesgos, que nadie es totalmente "neutral", que todos tenemos valores que conviene hacer explícitos, y que debemos ser lo más rigurosos que podamos cuando investiguemos o escribamos. Para mí el punto de debate está en la dificultad (no imposibilidad) que hay en combinar trabajo académico y pasión política o militancia partidaria, a la luz de los excesos de politización e ideologización en la historia reciente de nuestras ciencias sociales (aceptando que no militar tampoco garantiza en absoluto que la calidad de tu trabajo sea mejor, por supuesto).
Para mí, un ejemplo de esto puede verse en los recientes libros de Manrique, Adrianzén y Lynch y en la discusión que estamos teniendo. No nos olvidemos que el origen de ella está en las reseñas que se han escrito sobre sus últimos libros, todos interesantes, y cuya lectura obviamente recomiendo vivamente. En Manrique se extraña un criterio de evaluación mejor de las decisiones que marcaron la vida de Haya, más allá de la idea de la traición de un programa revolucionario esbozado en los años veinte. Un mejor criterio, por ejemplo, me parece que vendría de comparar las decisiones que tomó Haya con las que tomaron otros líderes populistas en contextos similares. De lo que se trata es de manejar un criterio en el que la conclusión no esté anticipada desde la propia formulación de la hipótesis, por así decirlo.
En Adrianzén y Lynch me parece que sus diagnósticos de los gobiernos de Paniagua y Toledo y de la naturaleza de la "transición" tiene serios problemas, y es un asunto medular en sus libros. Me parece que es distorsionar las cosas sugerir que Paniagua y Toledo tuvieron programas radicales o refundacionales tal como los que estamos viendo en Ecuador o Bolivia, que el primero no implementó por falta de tiempo o su carácter de presidente transitorio, y que el segundo traicionó, y que el cumplir las tareas de la transición inconclusa o frustrada conduce a apoyar hoy ese tipo de propuestas. Y me parece que esa distorsión es consecuencia de sus diagnósticos están un tanto "contaminados" por la necesidad de justificar cómo así habiendo participado en esos gobiernos, apoyan hoy a Ollanta Humala. Aclaro nuevamente: nada hay de malo en haber participado en esos gobiernos, o con el compromiso político. El aporte de Adrianzén en el gobierno de Paniagua y el de Lynch con Toledo fue excepcional, cumplieron un excelente papel, al igual que cuando participaron en las luchas contra el gobierno de Fujimori. Y nada de malo hay, nuevamente, en apoyar a Humala. El problema está en que las opciones políticas tienden a expresarse en los trabajos académicos como justificaciones de éstas, distorsionando las cosas.
Otro ejemplo de lo mismo lo vemos con el diagnóstico de la caída del fujimorismo. Ese tema lo abordo en mi trabajo “¿Crónica de una muerte anunciada? Determinismo, voluntarismo, actores y poderes estructurales en el Perú, 1980-2000” (p. 57 – 112). En: Jane Marcus y Martín Tanaka,
Lecciones del final del fujimorismo. La legitimidad presidencial y la acción política. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2001 (ese tema lo abordo sólo parcialmente en mi libro
Democracia sin partidos. Perú, 2000-2005. Los problemas de representación y las propuestas de reforma política -Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2005-, atención). Allí sostengo que la caída del fujimorismo es consecuencia principalmente de sus contradicciones internas, no de la fortaleza de la oposición o de la movilización social, que se caracterizaba por su debilidad y dispersión. Claro, eso es difícil de aceptar para quien fue protagonista de esos eventos como parte de esa oposición (conste que yo también participé en la Marcha de los Cuatro Suyos, por si acaso). A propósito, una excelente lectura crítica de lo escrito sobre la caída del fujimorismo puede verse en el blog de Carlo Magno Salcedo:
22/ene/2009: Montesinos y Fujimori ocho años después. Revisando las explicaciones sobre el colapso de un régimen autoritario (VI): la tesis de Henry Pease
http://blog.pucp.edu.pe/item/43165/catid/258327/nov/2008: Montesinos y Fujimori ocho años después. Revisando las explicaciones sobre el colapso de un régimen autoritario (V): la tesis de Carlos Iván Degregori
http://blog.pucp.edu.pe/item/3868922/sep/2008: Montesinos y Fujimori ocho años después. Revisando las explicaciones sobre el colapso de un régimen autoritario (IV): la tesis de Romeo Grompone
http://blog.pucp.edu.pe/item/31402/catid/258320/ago/2008: Montesinos y Fujimori ocho años después. Revisando las explicaciones sobre el colapso de un régimen autoritario (III): la tesis de Julio Cotler
http://blog.pucp.edu.pe/item/28629/catid/258322/jul/2008: Montesinos y Fujimori ocho años después. Revisando las explicaciones sobre el colapso de un régimen autoritario (II): la tesis de Sinesio López
http://blog.pucp.edu.pe/item/27110/catid/258330/jun/2008: Montesinos y Fujimori ocho años después. Revisando las explicaciones sobre el colapso de un régimen autoritario (I): la tesis de Martín Tanaka
http://blog.pucp.edu.pe/item/25464/catid/2583Sobre el cuarto punto, ese sí es un tema importante, aunque también hay caricaturas. Creo que Vergara, Dargent y yo coincidimos en entender la democracia como un régimen político, en el que la mayoría decide, pero respetando ciertas reglas de juego e instituciones, de modo que se evite un ejercicio arbitrario del poder; y en que nuestras democracias tienen muy mala calidad, por lo que son necesarios un amplio y profundo conjunto de reformas y cambios que les den contenido. Los contornos específicos de esos cambios son materia de debate político, pero en general puede decirse que democracias con organizaciones sindicales y populares débiles tienen mayores déficits en el ejercicio de la ciudadanía, un asunto fundamental.
Por el contrario, Adrianzén y Lynch parecen privilegiar una definición mayoritaria, plebiscitaria, de democracia, evaluada centralmente por el contenido de sus políticas, por eso ven con simpatía a Morales y Correa, gobiernos mayoritarios de izquierda. Mi crítica ha sido que esa definición es deficiente, porque lo democrático no está ni en lo mayoritario ni en lo izquierdista. Hay gobiernos mayoritarios de derecha con serios problemas de autoritarismo (Uribe) o que son abiertamente autoritarios (Fujimori). Y así como ser mayoría no te hace democrático, tampoco ser minoría te hace autoritario: hay gobiernos minoritarios de izquierda, como el de la Unidad Popular en Chile, digamos, y por eso no dejan de ser democráticos. Consecuentemente, tampoco dejan de serlo gobiernos minoritarios de derecha, como el de García, o Piñera. Decir que los gobiernos neoliberales no serían democráticos, o que hay una confrontación entre un proyecto neoliberal con uno democrático confirmaría lo que comentaba Vergara: aparentemente, desde este punto de vista, los regímenes solo serían democráticos si son de izquierda. Estos sinsentidos muestran que la definición mayoritaria de izquierda de la democracia simplemente no funciona. Es que hay que saber distinguir entre la caracterización de un régimen y las simpatías o antipatías que nos despierta. Nuevamente, la cosa se complica cuando la pasión militante se impone sobre el análisis académico. Con la camiseta de izquierda antineoliberal evalúas a la democracia, y llegas a estos callejones sin salida conceptuales.
Quinto punto: yo sería neoliberal, fujimorista, gobiernista, conservador, por eso me molestarían los izquierdistas comprometidos antifujimoristas opositores revolucionarios. Nada que ver. Con Lynch, Adrianzén (y Manrique) tenemos una larga relación como colegas y compañeros de trabajo (con ellos he trabajado en el IDS, en IDEA y la PUCP, respectivamente), y por mi parte, les tengo aprecio y estima. No hay en absoluta tirria personal de mi lado, nunca se me ha ocurrido descalificarlos en forma alguna, estoy seguro de que coincidimos en más cosas de las que discrepamos y que en el futuro estaremos coincidiendo reiteradamente en diferentes temas. Tengo formación de izquierda y simpatizo con posturas socialdemócratas, así que no podría ser neoliberal; estoy en contra de la arbitrariedad del poder y todos sus vicios, por eso no podría ser fujimorista. Simpatizo con valores liberales y republicanos, así que no podría simpatizar con un gobierno como el actual tan dado a entender la tarea de gobernar como una sucesión de jugarretas de corto plazo con criterios puramente pragmáticos, pasando por encima de principios básicos (por la misma razón, valoro muy positivamente el gobierno transitorio de Paniagua y a quienes participaron en él). Tampoco me definiría como conservador, estoy totalmente de acuerdo con que asuntos sustantivos del orden social deben cambiar, y que hay que actuar en consecuencia. Aunque reconozco que también considero que no siempre los cambios son para mejor, por lo que hay que ser cuidadoso siempre. No sé si eso sea conservadurismo, o simple sentido común.
Habiendo dicho esto, creo que el asunto de las identidades políticas de cada quien no es relevante para la discusión (menos nuestras historias personales): estamos debatiendo sobre argumentos, sobre evidencia, no sobre las posiciones de las personas. Ahí está la controversia. Nuevamente: no importa si eres humalista o aprista o comunista o fujimorista o socialdemócrata, o lo que sea. Traer a colación las filiaciones políticas es un recurso retórico para ganar adhesiones o despertar antipatías para tratar de quedar bien en un debate. Lo que importa es la solidez de tus argumentos, la calidad de la evidencia en la que se basa, lo apropiado de los criterios con los que evalúas las cosas, la capacidad que tengas de dar cuenta de la dinámica de la realidad, etc. Pienso que puedes ser comunista o neoliberal y estar equivocado, o ser comunista o neoliberal y tener la razón. No importa pues qué seas, lo importante es cómo construyes un argumento. Claro que con estas consideraciones no ganarás aplausos fácilmente...
Termino con lo siguiente. Yo entiendo mi contribución al debate público desde donde puedo aportar algo, que es mi experiencia como científico social, investigador social, académico, profesor universitario, modestamente. Para mí esto significa aportar a una mejor comprensión del funcionamiento y dinámica de la realidad política, en la medida de mis capacidades, para que a partir de allí, cada quien saque sus propias conclusiones. Atención que explicar no implica justificar, son cosas muy diferentes. Pero si no entiendes algo difícilmente podrás ser eficaz en cuestionarlo o defenderlo, así que alguna utilidad tiene. Evito lo más que puedo cumplir el papel de juzgador sobre si las cosas están bien o mal, o de opinador sobre si las cosas me gustan o disgustan. Entro a ese terreno solo cuando me parece estrictamente necesario en nombre de principios generales, no causas partidarias. Asumir el papel de juzgador u opinador ciertamente es necesario, y hay muchos que lo hacen muy bien. Pero yo no tengo ni el interés ni la capacidad de desempeñar esos papeles.
Cada quien aporta al país desde donde puede. La frase "prefiero la vida a los claustros universitarios" me parece muy desafortunada. Está muy bien la militancia política y el activismo social: está muy mal que quienes la tienen miren por encima al resto. Seguramente esta es una de las razones por las que cada vez menos gente se interesa en la militancia y el activismo tradicionales. Nuevamente, todo esto me lleva al post prometido sobre mi experiencia militante, sobre lo que escribiré apenas tenga tiempo...
Ver también:
16 de marzo.
INTELECTUALES Y POLITICA
Jose Alejandro Godoy
http://www.desdeeltercerpiso.com/2010/03/intelectuales-y-politica/Whatever happened to the intelectual comprometido
Roberto Bustamante
16 Mar, 2010
http://www.elmorsa.pe/2010/03/16/whatever-happened-to/16/mar/2010
Entrevista a Sinesio López Jiménez: “Sin élites no hay desarrollo ni democracia”
cmsalcedo
http://blog.pucp.edu.pe/item/91764