martes, 17 de octubre de 2006

Movimiento indígena y el uso del quechua

Artículo publicado en Perú21, martes 17 de octubre de 2006


Regreso de Bogotá de un seminario sobre los países andinos, en el que se habló mucho, naturalmente, sobre los movimientos indígenas en la región (así como de su relativa ausencia en el Perú), y al llegar veo que la congresista María Sumire ha lanzado la 'Campaña nacional por la interculturalidad: Habla en tu idioma, es tu derecho'. Esto ocurre semanas después de que se produjo un pequeño debate sobre el uso del quechua, sobre el que vale la pena volver.

La sociología ha demostrado que la dimensión social está presente incluso en aquellas dimensiones que nos parecen más íntimas: una de ellas es la identidad. ¿Quién soy? ¿A qué grupo pertenezco? Las respuestas a estas preguntas están fuertemente condicionadas por el entorno social. En un país como el Perú, reivindicar la identidad indígena, históricamente, ha implicado jugar a perdedor. Lo indígena se ha asociado, en la cultura dominante, con el atraso; ser indígena implicaba pertenecer al último escalón en la estructura social. El uso del quechua ha sido motivo de discriminación en escuelas, juzgados, hospitales. No es sorprendente entonces que la población de origen indígena haya optado por esconder las marcas de esa identidad, y que haya apostado mayoritariamente por una identidad 'chola', moderna, que le permitió mayor integración, conquistar las ciudades, hacerlas propias, arrebatándolas de la sociedad aristocrática. Esta estrategia, aunque exitosa, fue también defensiva, y tuvo costos altos.

Desde un punto de vista personal, entiendo estos asuntos perfectamente. Los Tanaka, los Gondo, después de la Segunda Guerra Mundial, en un contexto de persecusión y hostigamiento en América, optaron por encubrir las señas de identidad japonesas y jugaron totalmente la carta de la integración, de la peruanización. Por eso mis padres, como muchos otros dentro de la comunidad nikéi, no me enseñaron a hablar japonés. Hoy yo me siento un integrado, pero de niño sufrí agresiones por mi origen étnico.

En los últimos años, en la región andina, empieza a tener más utilidad reivindicar la identidad indígena. La crisis de las izquierdas y de su discurso clasista ha permitido representar exitosamente aspectos de lo popular desde lo étnico, en un contexto más receptivo a la diversidad cultural. Ser indígena deja de ser solo motivo de discriminación, y empieza a ser también oportunidad de ejercicio de derechos.

Ciertamente se trata de un camino no exento de riesgos, no se trata de sustituir unas exclusiones por otras, o de añadir más motivos de discordia a los que ya tenemos.

Creo que lo ideal sería que todos podamos mantener nuestras tradiciones y herencias culturales, y al mismo tiempo poder ser ciudadanos modernos de primera clase; y que interactuemos alimentándonos mutuamente de nuestra diversidad, sin identidades cerradas. ¿Es eso posible? Por supuesto que sí. Creo que reivindicar el uso del quechua y la interculturalidad es un pequeño paso en la dirección correcta.

[Para leer más sobre el asunto, recomiendo ver, de Carlos Iván Degregori y Ludwig Huber, "Cultura, poder y desarrollo rural", en Javier Iguíñiz, Javier Escobal y Carlos Iván Degregori, eds., Perú: el problema agrario en debate. SEPIA XI. Lima, SEPIA, OXFAM, CIES, 2006, p. 451-500. En general, todo el libro es muy recomendable]

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