Tuve la paciencia de seguir buena parte de la sesión de interpelación a la ministra Martens. Los modales parlamentarios tradicionales se han prácticamente perdido, y la interpelación en gran medida queda reducida a su dimensión de puesta en escena. Por ello mientras la ministra habla y tiene la cámara encima los congresistas se ausentan. Cuando es el turno de los parlamentarios, se muestran ya sea flamígeros o reflexivos, según el estilo. Pero no se discuten argumentos, si no que se confrontan posiciones. El Frente Amplio y Nuevo Perú se presentan como defensores de los profesores maltratados y contrarios al modelo neoliberal, los fujimoristas como defensores de los pobres y excluídos, y como celosos fiscalizadores del gobierno. Del lado del gobierno y de otras bancadas están los argumentos, pero no la razón política, por así decirlo. El destino de la ministra se juega en la arena del cálculo político, no en el de la solvencia de sus respuestas al pliego interpelatorio. A esto se suman los adversarios de otras contiendas: los cuestionamientos al currículo nacional y al enfoque de género, entre muchos otros.
Será una lástima que el sector más importante del país pierda sucesivamente por censura dos ministros de gran calidad por consideraciones ajenas a su desempeño como tales. La caída de Saavedra es consecuencia de una demostración de fuerza del fujimorismo; la de Martens, si se da, es para correr la ola de una opinión pública en la cual la ministra termina asumiendo el pasivo del gobierno en general y de su caída en las encuestas. No es que deje de ser cierto que el gobierno ha mostrado graves falencias en el manejo de la huelga, o que la contundencia de la misma no sea consecuencia de problemas que se estuvieron incubando desde hace algún tiempo, lo que es responsabilidad del ministerio. Cierto es que, como se suele decir con insistencia en los últimos días, que era necesario “hacer política”: manejar mejor la negociación de la huelga, lograr presencia e influencia dentro del magisterio para legitimar la reforma magisterial. Cierto es también que dentro de las incongruencias del manejo gubernamental, incluso el Ministerio del Interior fue uno de los obstáculos más grandes para la ministra. El congresista Becerril recordó las declaraciones del viceministro de orden interno, Ricardo Valdés, verdaderamente infames y desleales, petardeando las negociaciones del ministerio de educación.
El tema es que, seamos honestos, esas capacidades no existen en nuestro país, ni existirán en el futuro cercano. Ningún grupo político, ni cercano al gobierno o en la oposición, tiene cuadros con experiencia política o competencias técnicas en número suficiente, ni presencia en el gremio magisterial. Si nuestra elite política fuese más madura, apostaría por fortalecer, mejorar, las capacidades del sector educación, que es lo único con lo que contamos para implementar cualquier iniciativa de cambio. Ello no se logra acosando a los ministros de turno, por supuesto. Lamentablemente, están primado los intereses de corto plazo.
De esta manera, si la ministra Martens termina siendo censurada, lo será como chivo expiatorio de culpas propias y ajenas, y víctima de un fuego cruzado, no solo del proveniente de las trincheras de los maestros en huelga y de la oposición, también del “fuego amigo” proveniente del propio gobierno. Hacia adelante, por supuesto, esperemos que el gobierno mantenga la convicción de seguir adelante con la política de reforma educativa, con las correcciones y ajustes que correspondan. Que quien venga relance, no claudique con la reforma.
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