miércoles, 4 de junio de 2014

Desigualdad

Artículo publicado en La República, domingo 25 de mayo de 2014

En el mundo, la discusión sobre la desigualdad se ha puesto en el centro del escenario, motivada por la publicación del libro Capital in the XXI Century, de Thomas Piketty (Cambridge, Harvard University Press, 2014). Este analiza la dinámica económica de los países nor-occidentales a lo largo de los últimos siglos, y sostiene que la tasa de retorno del capital es significativamente más alta que la tasa de crecimiento del ingreso y de la producción, por largos periodos de tiempo, lo que lleva a un empeoramiento en la distribución de la riqueza. El interés en el libro ciertamente se debe a sus méritos, pero también a que provee una explicación razonable a las angustias y percepciones actuales, marcadas por una crisis internacional originada en la voracidad de la banca de inversión.

¿Y en nuestro país? Diferentes estudios señalan que en los últimos años el crecimiento ha estado asociado a una mejora en la distribución, aún asumiendo que pueda existir una subestimación de los ingresos de los sectores altos (ver trabajos de Gustavo Yamada y otros). Esto hace que Perú destaque en el ámbito latinoamericano como uno de los países que ha tenido mejoras en la reducción de la desigualdad (ver trabajos de Nora Lustig, Miguel Jaramillo y el hoy ministro de educación Jaime Saavedra), y que no aparezcamos como especialmente desiguales en la región.

Sin embargo, hay mucho más que decir. Javier Escobal y Carmen Ponce muestran que, si bien en general la distribución del ingreso ha mejorado en los últimos años, ha empeorado en algunas dimensiones, como por ejemplo la espacial. Un dato ilustrativo es que en 2004 la sierra rural concentraba el 58% de la pobreza extrema, y en 2010 ese porcentaje subió a 63%. Los autores encuentran distancias crecientes entre Lima Metropolitana y las ciudades principales, y las zonas rurales. Es decir, la pobreza se reduce, hay mejoras generales, pero las distancias entre unos y otros en la dimensión espacial-regional tienden a aumentar. Los autores registran también diferencias crecientes entre individuos agrupados según lengua materna, en desmedro de la población de origen indígena (ver Polarización y segregación en la distribución del ingreso en el Perú: trayectorias desiguales. Lima, GRADE, 2012).

Siguiendo con esta pista, podríamos decir que para entender los problemas de desigualdad en un país como el Perú y sus consecuencias sociales y políticas hay que partir de mediciones y registros individuales, pero ir más allá: es imprescindible mirar qué ocurre en las relaciones entre las regiones, entre los ámbitos urbanos y rurales; la mediación de la etnicidad; y sobre todo, cómo todo ello en ocasiones se superpone. El problema de fondo en nuestro país es que, a pesar de los cambios y mejoras, no logramos romper un esquema en el que lo pobre, lo rural, lo indígena, está en un extremo crecientemente alejado de lo próspero, urbano, criollo-mestizo. Por eso nuestros imaginarios discriminadores se resisten a desaparece

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