Artículo publicado en La República, domingo 28 de abril de 2013
El interés en Venezuela de las últimas semanas permite abordar el tema de cómo entender la naturaleza democrática o autoritaria de los regímenes políticos, y comentar algunos temas de la actualidad latinoamericana. A mi juicio, lo esencial de las reglas de la democracia como régimen está en que, como el principio de soberanía popular no es posible de ejercer de manera directa, de lo que se trata es de que sus representantes ejerzan el poder, pero con controles para que no desarrollen intereses particularistas. Este es el sentido de la desconcentración y equilibrio del poder, del pluralismo, del respeto a las minorías, de la alternancia a través de elecciones.
Puede haber democracias con elecciones disputadas. Pero si hubo reglas de competencia claras y una autoridad electoral legítima, descalificar la elección resulta contrario a los valores democráticos, como ocurrió con López Obrador en las elecciones mexicanas de 2006. Puedes denunciar, como hizo López Obrador en 2012, que las elecciones son injustas por el peso del dinero en las campañas y por la influencia de empresas encuestadoras no sometibles a rendición de cuentas; este es un reclamo que apunta correctamente a serios problemas de calidad y funcionamiento de la democracia, que deben ser corregidos.
Hay muchos gobiernos con tendencias autoritarias, pero ¿eso hace autoritario al régimen? La clave está en cuánto estén efectadas las posibilidades de competencia y las capacidades políticas e institucionales para limitar el poder. Así, Alvaro Uribe era muy autoritario, pero la Corte Constitucional frenó su segunda reelección. En Argentina Cristina Fernández está buscando mayor control de la Corte Suprema, siguiendo iniciativas similares implementadas en Bolivia y en Ecuador, pero todavía el juego político es fluido: tanto por cierta capacidad de resistencia de las instituciones y de la oposición, como por las tensiones, contradicciones y límites dentro del propio campo gubernamental. Así, las pugnas internas del peronismo, del MAS y los límites de Alianza País son, hasta ahora, frenos al autoritarismo. Tenemos también gobiernos autoritarios, que pueden tener respaldo popular y capacidad de ganar elecciones, como Fujimori en 1995 o Chávez en 2007 o 2013. También la oposición puede estar cerca de ganar, como en 2000 en Perú o recientemente con Capriles contra Maduro.
Mirando el panorama regional, tenemos que superar serios problemas de calidad de algunos gobiernos democráticos; recientemente hemos visto en Paraguay la vuelta al poder del Partido Colorado con el empresario Horacio Cartes, acusado de contrabando, lavado de dinero y narcotráfico, que podría marcar una democracia sometida a intereses oligárquicos, redes clientelísticas y corrupción. En otros países se trata de defender la democracia de iniciativas autoritarias, como ahora mismo en Argentina, por ejemplo. Y en otros de democratizar regímenes autoritarios, como en Venezuela. Como ven, todos tenemos tarea.
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