lunes, 21 de mayo de 2012

Carlos Fuentes (1928-2012)


Artículo publicado en La República, domingo 20 de mayo de 2012

Nos dejó el notable escritor mexicano Carlos Fuentes, y sobre su legado se han escrito muchas cosas en todo el mundo; obviamente, se ha resaltado el enorme valor de su producción literaria. Aquí yo quisiera comentar algo sobre el Fuentes ensayista político, e intelectual comprometido.

El padre de Fuentes era diplomático, y el futuro escritor creció en Buenos Aires, Santiago, Washington D.C., y por supuesto, en ciudad de México. Creció en un mundo en el que las políticas del New Deal de Franklin D. Roosevelt salvaron a los Estados Unidos y en gran medida al capitalismo mundial, sentaron las bases de los Estados de bienestar y construyeron la legitimidad con la que se enfrentó al fascismo en la segunda guerra mundial. En esos años, el populismo de Lázaro Cárdenas en México intentaba combinar la modernización, el desarrollo económico y la integración social, y abría las puertas del país a los españoles perseguidos por el franquismo, que nutrieron el cosmopolitismo de sus élites y sentaron las bases para las políticas internacionales solidarias con causas progresistas que lo han caracterizado históricamente.

Estas experiencias resultan decisivas para enteder al Fuentes ensayista político: identificado con un progresismo liberal y democrático, que entendió América Latina como parte de Iberoamérica, que definió nuestra identidad como la mezcla de nuestra historia y tradiciones más antiguas y míticas, y nuestro componente moderno y occidental (cuestión que se muestra elocuentemente en su novelística), heredado de España, que a su vez es una mezcla de herencias cristianas, árabes y judías, de donde vienen también tradiciones de pensamiento que alimentaron la doctrina de los derechos humanos y el liberalismo. La nuestra sería “una cultura más moderna mientras más arraigada en la tradición” (de lectura especialmente relevante resultan El espejo enterrado, de 1992 y En esto creo, de 2002). Pero no se trata solamente de sus textos. El prestigio literario de Fuentes le permitió convertirse en un actor político en sí mismo, puente entre los políticos latinoamericanos y españoles y europeos dentro del mundo socialdemócrata, y entre Cuba, México, y los Estados Unidos.

Muchos comentaristas han señalado, con acierto, que Fuentes era prácticamente el último representante de una especie en extinción, un producto del siglo XX. El escritor comprometido con ideas claras sobre el rumbo que el mundo debía tomar, y que aconsejaba a Fidel Castro, Felipe González, François Miterrand, Julio M. Sanguinetti, Ricardo Lagos, Bill Clinton, Massimo D’Alema, o Juan Manuel Santos. Hoy, los escritores no son intelectuales, los políticos ni leen ni admiran a los escritores, la ciudadanía no encumbra a los intelectuales como “conciencia moral” del país. Sus dudas respecto al mundo actual y al futuro quedaron recogidas en el libro El siglo que despierta (2012) donde señala que vivimos “un momento de cambio llamativo, de muchas cosas que yo no entiendo. No entiendo hacia dónde va todo”. Tareas para las nuevas generaciones.

VER TAMBIÉN: 

El siglo que despierta (2012)

Juan Cruz


1 comentario:

Anónimo dijo...

Sr. Tanaka, en tiempos como los actuales quizá sería importante tomar más en cuenta los consejos a favor del liberalismo económico del libertario ex Fredemo Vargas Llosa a quien, por cierto, desde los medios comunistas y socialdemócratas ochenteros se le atacó sin piedad.
[A propósito ¿los libertarios no tienen valores?]
Saludos.

...............
Mario Vargas Llosa. En columna "Las ficciones malignas". La República 20/05/2012


"[...] La ficción maligna presenta a la señora Merkel como un ser insensible, para la que sólo cuentan los números, y con la idea perversa de que el crecimiento europeo sólo puede resultar del saneamiento fiscal y la reducción del gasto público, es decir, que difícilmente puede haber políticas expansionistas antes de poner la casa en orden. Y la ficción maligna añade que, felizmente, en el oscuro túnel de la decadencia de Europa, ha aparecido una luz salvadora. Se llama François Hollande y acaba de ganar las elecciones en Francia con una bandera clara, simple y generosa: lo primero no es la austeridad sino el crecimiento. ¡Bravo! ¡Eso es ser sensible a la injusticia del paro y la caída de los salarios! La estupidez es contagiosa, sobre todo en el dominio político, y lo extraordinario es que mucha gente perfectamente consciente del estado real de la economía europea, cree que la receta simplista y fantasiosa de Hollande, que le ha servido para ganar las elecciones, será también la columna vertebral de su política ahora que ha llegado al poder. El crecimiento económico como un acto de voluntad. Si es así, ¿por qué Grecia, Italia, Portugal, España no deciden crecer y lo hacen? Ah, por el espíritu egoísta, estrecho y mezquino de sus gobernantes y la maldad congénita del capitalismo. Si tuvieran un Hollande en el timón…No ocurrirá como creen por la sencilla razón de que un enfermo no puede echarse a correr una maratón sin curarse antes, so pena de quedarse muerto en el camino. Y esa cura exige un período de tremendos sacrificios, que son más fáciles de soportar cuando se tiene la seguridad de que sólo a través de ellos se recuperará la salud y las energías... Más pronto que tarde, François Hollande y sus colaboradores tendrán que reconocer en público que no era tan sencillo como decían y pedirán valor y patriotismo al pueblo francés para seguir apretándose el cinturón. Vendrá entonces la decepción de los electores engañados, y, bueno, ya conocemos el resto de la historia[...]"