martes, 17 de abril de 2007

La "real politik" de Alan García

Artículo publicado en Perú21, martes 17 de abril de 2007

En las últimas semanas, leyendo a algunos columnistas, noto que existe cierta perplejidad por el rumbo que está siguiendo el Gobierno, signado por un modelo de gobernabilidad tradicionalista y conservador, coaligado con los poderes de facto. Según algunos, este camino sería autodestructivo y, en el mejor de los casos, abre la pregunta sobre si logrará sostener los próximos cuatro años de gobierno. Me temo que el origen de esta perplejidad está en ver las cosas como quisiéramos que fueran, y no como realmente son. Desde el punto de vista de las buenas intenciones democráticas (con las que me identifico), en efecto, la conducta del Gobierno parece irracional, en tanto lo que 'debería' hacer es seguir una agenda de consolidación institucional democrática.

Sin embargo, creo que la lógica de García se basa en una evaluación descarnadamente 'realista' del poder relativo de los actores sociales y políticos: entre los grandes capitales, y los gremios y sindicatos, optar por los primeros (más todavía considerando los antecedentes de su gestión 1985-1990); entre el crecimiento y la distribución, lo primero (apuesta más atractiva, además, en un contexto en el que los ingresos fiscales aumentan y permiten un mayor gasto social); entre una lógica de construcción institucional y otra en la cual se dejan márgenes para un manejo político de las cosas, lo segundo (esta sería la clave para enfrentar la oposición política, el recurso de la cooptación). El verdadero riesgo estaría en la desordenada protesta social. Por ello, los verdaderos adversarios serían los promotores de las mismas: en este saco caen las ONG, los líderes y organizaciones populares, sectores de izquierda, iglesia progresista, periodismo independiente. Finalmente, para enfrentar los desórdenes sociales, se debe privilegiar una buena relación con las Fuerzas Armadas y con la jerarquía de la Iglesia Católica, las tradicionales instituciones "tutelares" de la república.

¿Cuál sería la alternativa? ¿Una coalición de centro izquierda? Para García, esto no tendría mucho sentido: de un lado, por la escasa fuerza política propia de estos sectores, y segundo, porque siente que no puede confiar en ellos: la causa de los derechos humanos, entre muchas otras, lo impide. De otro lado, hasta el momento, el Gobierno percibe que sus problemas se deben más a 'metidas de pata' que a lo errado de su orientación estratégica. Siendo así las cosas, nada tiene de sorprendente que García haya optado por el camino que está siguiendo y que se sienta seguro en él.

¿Podría esto cambiar? Solo en la medida en que la opinión pública lo exija con claridad (cosa que todavía no ocurre) y que la oposición logre construir caminos alternativos y viables de gobernabilidad. También tienen una pelota en su cancha.

PS.. Me solidarizo con Rosa María Palacios y con Augusto Álvarez, víctimas de presiones por parte del poder político, que estoy seguro no influirán para nada en la calidad de su trabajo periodístico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de vacaciones y recién te puedo leer.
Gracias por preocuparte. Gajes del oficio.

Rosa María

Anónimo dijo...

El verdadero riesgo estaría en la desordenada protesta social. Por ello, los verdaderos adversarios serían los promotores de las mismas: en este saco caen las ONG, los líderes y organizaciones populares, sectores de izquierda, iglesia progresista, periodismo independiente. Finalmente, para enfrentar los desórdenes sociales, se debe privilegiar una buena relación con las Fuerzas Armadas y con la jerarquía de la Iglesia Católica, las tradicionales instituciones "tutelares" de la república.

En esa clasica receta que usan las oligarquias para mantener a nuestroa paises en un punto de funionamiento que les sea conveniente faltó un actor tradicional: alguna famosa agencia de los EEUU que colabore con cursos de terrorismo de estado y control politico. A falta de algun BienLadino como tienen los Orcos algun Sendero podria inventarse para aumentar la gobernabilidad del modo clasico.