domingo, 29 de julio de 2012

2012-2021

Artículo publicado en La República, domingo 29 de julio de 2012

La fecha que marca el aniversario patrio coincide con el inicio del periodo anual de sesiones del Congreso y con el mensaje anual a la nación del Presidente de la República, por lo que tiene un marcado carácter “oficialista”, y está muy tomado por el debate de la coyuntura. Esto hace difícil que la festividad tenga el carácter de fiesta popular que tiene en otros países (pensar en la celebración de México o de los Estados Unidos, por ejemplo); también hace que la coyuntura le quite espacio a la reflexión de temas de fondo. Estos asuntos cobran especial importancia pensando en nuestro bicentenario. Llegaremos a 2021 marcados por las iniciativas que se inicien durante este gobierno y terminadas en el próximo. Deberíamos estar discutiendo ya cómo quisiéramos llegar a esa fecha; diversos actores han lanzado algunas iniciativas, de distinto tipo: la Asamblea Nacional de Rectores, la Pontificia Universidad Católica, la Universidad de San Martín de Porres, el Instituto de Estudios Peruanos, la revista Caretas, entre otros. Desde el Estado, el CEPLAN elaboró un Plan Bicentenario, aprobado por el Acuerdo Nacional.

Podríamos lograr que el bicentenario sea ocasión para un debate y una introspección profunda y productiva de lo que hemos sido y de lo que podemos ser como país, útil para pensar los desafíos que enfrentaremos en las próximas décadas. Para ello, deberíamos aprovechar, primero, el hecho de que sea cada vez más evidente que el país está atravesando por muy profundos cambios y que enfrentará desafíos inéditos en el futuro, que exigen diagnósticos y miradas nuevas; segundo, el hecho de que la producción de las ciencias sociales en general, y de la historiografía en particular, en las últimas décadas, ha cambiado profundamente las miradas vigentes sobre el país, su historia y su identidad, por lo que urge discutir las imágenes prevalecientes en nuestra cultura política; y tercero, que el actual ciclo de crecimiento económico ha permitido la generación de un discurso que postula la necesidad de articular una nueva narrativa más “optimista” de la historia y de la identidad del país.

Para que el bicentenario sea realmente útil, se requiere avanzar en la construcción de miradas amplias y plurales del país que efectivamente partan del conocimiento generado por nuestras ciencias sociales en las últimas décadas, pero capaces de impactar en la cultura política en general, por lo que la interlocución con el magisterio y los medios de comunicación es fundamental; también abordar las nuevas temáticas y desafíos, que requieren financiar nuevas y ambiciosas agendas de investigación; finalmente, es necesario apuntar a lograr un equilibrio que evite tanto visiones “edulcoradas”, “de exportación” de nuestra historia e identidad, como visiones sesgadamente críticas, discursos de “denuncia” que lleven a la parálisis y que impidan identificar los “activos” con los que cuenta el país para acometer las tareas del presente y del futuro.

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