miércoles, 27 de junio de 2012

Paraguay


Gol de mediacancha de los amigos de América Latina Hoy. Número completo dedicado a Paraguay. Encontrarán también una reseña de Manuel Alcántara del libro que editamos con Francine Jácome, Desafíos de la gobernabilidad democrática: Reformas político-institucionales y movimientos sociales en la región andina (Lima: IEP-IDRC-INVESP, 2010). Todos los artículos disponibles en línea.

América Latina Hoy, vol 60 (2012): Paraguay 

Tabla de contenidos

Índice 1/2
Sumario Analítico 3-7/9-14

Artículos

El proceso de democratización paraguayo: avances y resistencias
Luis Miguel UHARTE POZAS 17-42

Estatalidad y calidad de la democracia en Paraguay
Diego ABENTE BRUN 43-66

La consolidación democrática en Paraguay
Luis Antonio FRETES CARRERAS 67-82

 «Yvy marae’y»: el conflicto del estado con los pueblos indígenas en Paraguay
Sarah Patricia CERNA VILLAGRA 83-115

Variaciones en el comportamiento electoral en Paraguay
Liliana DUARTE RECALDE 117-138

Bilingüismo y educación: la diferenciación social de la lengua escolar
Luis ORTIZ SANDOVAL 139-150

Varia

Participación y representación indígena en los procesos electorales venezolanos
Luis Fernando ANGOSTO FERRÁNDEZ 153-182

Análisis de convergencia económica en el interior de Chiapas: municipios, regiones e inconsistencias aparentes
Jorge Alberto LÓPEZ ARÉVALO, Óscar PELÁEZ HERREROS 83-206

Información Bibliográfica

Martín TANAKA; Francine JÁCOME. «Desafíos de la gobernabilidad democrática: Reformas político-institucionales y movimientos sociales en la región andina». Lima: IEP, IDRC-CRDI, INVESP, 2010, 436 pp. ISBN: 978-9972-51-276-6.
Manuel ALCÁNTARA SÁEZ 209-210

Dante CAPUTO (coord.). «Política, dinero y poder. Un dilema para las democracias de las Américas». México: FCE/OEA, 2011, 163 pp. ISBN: 978-607-16-0655-6.
María José CASCANTE MATAMOROS 210-211

Fernando CARRILLO FLÓREZ. «Constitucionalizar la Democracia Social. El Proceso Constituyente de 1991 y América Latina». Bogotá: Editorial Temis, 2011, 384 pp. ISBN: 978-958-35-0846-2.
Martha Liliana GUTIÉRREZ SALAZAR 214-215

Carlos SCARTASCINI, Pablo SPILLER, Ernesto STEIN, Mariano TOMMASI (eds.). «El juego político en América Latina. ¿Cómo se deciden las políticas públicas?» Washington: Banco Interamericano de Desarrollo, 2011, 479 pp. ISBN: 978-958-8307-92-3.
Hugo MARCOS MARNÉ 215-217

Lucas LUCHILO (ed.). «Más allá de la fuga de cerebros. Movilidad, migración y diásporas de argentinos calificados». Editorial Universitaria de Buenos Aires, 2011, 356 pp. ISBN: 9789502318615. 
Fernando PEDROSA RAISKY 217-218

 David ALTMAN. «Direct democracy worldwide». Cambridge: Cambridge University Press, 2011, 248 pp. ISBN: 978-1-107-00164-0.
Mara PEGORARO 219-220

Carlos GUEVARAMANN. «Political Careers, Corruption, and Impunity: Panama’s Assembly, 1984-2009». Indiana: University of Notre Dame Press, 2011, 439 pp. ISBN: 9780268029838.
Aníbal PÉREZ-LIÑÁN 220-221

Yann BASSET, Margarita BATLLE, Paola MONTILLA y Margarita MARÍN. «Elecciones 2010: partidos, consultas y democracia interna». Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011, 206 pp. ISBN: 978-958-710-725-8.
Daniela Lucía VARGAS MORENO 221-223

Ignacio TELESCA (coord.). «Historia del Paraguay». Asunción: Taurus, 2011, 468 pp. ISBN: 9789995390716.
Mabel VILLALBA PORTILLO 223-224

Notas de Actualidad

«América Latina Hoy», una evaluación de sus 20 años
Flavia Daniela FREIDENBERG, Juan Manuel TRAK VÁSQUEZ 229-238

VER TAMBIÉN: 


REVISTA DE CIENCIA POLÍTICA / VOLUMEN 30 / N° 2 / 2010 / 439 - 450
PARAGUAY: MUCHAS NOVEDADES Y POCO CAMBIO
BRIAN TURNER

REVISTA DE CIENCIA POLÍTICA / VOLUMEN 28 / N° 1 / 2008 / 329 - 345
Paraguay: ¿Jaque Mate?
DIEGO ABENTE BRUN


REVISTA DE CIENCIA POLÍTICA / VOLUMEN ESPECIAL / 2007 / 221-233
Paraguay en el umbral del cambio
Diego Abente Brun


Y también:

Paraguay: futuro incierto, con rebote regional
Por Aníbal Pérez Liñán
POLITOLOGO. AUTOR DEL LIBRO “JUICIO POLITICO AL PRESIDENTE Y NUEVA INESTABILIDAD EN A.L.” (FCE)
27-06-12 | Opinion

Lugo, presidente sin partido
Cecilia Aversa

Y también (28 de junio)

Latinobarómetro
Informe Flash Paraguay 1995-2011
Junio 2012

domingo, 24 de junio de 2012

La represión

Artículo publicado en La República, domingo 24 de junio de 2012

Hace muchos años, en alguna conferencia el sociólogo mexicano Fernando Escalante analizaba la célebre fotografía tomada por Marc Riboud en Washington D.C., en octubre de 1967, en la que una joven de 17 años ofrecía una flor a un grupo de soldados fuertemente armados en el marco de las protestas contra la guerra de Vietnam frente al Pentágono. Escalante decía que todos nos hemos fijado en la chica, en su valor, en su ingenuidad, en su sutil provocación; pero pocos han reparado en los soldados: en su tensión, nerviosismo, pero también en su profesionalismo y autocontrol.

Entender la dinámica de las protestas en contextos democráticos requiere, en efecto, atender tanto al lado de los manifestantes como al de los represores. Idealmente, cuando se enfrentan dirigentes sociales curtidos y representativos, y policías bien entrenados y supervisados, la protesta asume la forma de una suerte de coreografía violenta: los manifestantes saben que deben hacerse sentir, pero al mismo tiempo evitar que las cosas se escapen de control (por ejemplo, que la protesta degenere en vandalismo); y la represión sabe que debe tolerar el desorden, dejar que los manifestantes se expresen, pero que corresponde a ellos reestablecer el orden, con el mínimo costo. Esto implica cierta “civilidad” en el enfrentamiento, que permita la acción de ambulancias o bomberos, el traslado de heridos, el evitar que terceros vulnerables se vean afectados (niños, ancianos, madres gestantes).

Hay países en los que hay cierta tradición política que minimiza la violencia en las protestas, como en Ecuador; por el contrario, países con fuerzas armadas y policiales con largo y violento historial represivo suelen actuar de una manera bastante desproporcionada, como en Chile, por mencionar ejemplos cercanos. En Perú, en lo que va el gobierno del presidente Humala ya ha habido doce muertes ocurridas en el contexto de conflictos sociales; según la Defensoría del Pueblo, durante los cinco años del gobierno del presidente García ocurrieron 174 muertes, que llegan a 195 entre enero de 2006 y setiembre de 2011. Si bien hace falta información comparada precisa, la impresión es que se trata de un número desproporcionado, porque si bien la conflictividad en Perú es alta, no hemos llegado a niveles de polarización y violencia que expliquen esos números.

Creo que ellos son resultado del encuentro entre la debilidad representativa y la institucional. Es decir, de un lado tenemos que los líderes que encabezan las protestas han perdido control sobre las masas que convocan, resultado del debilitamiento del mundo gremial y organizativo; y del otro, tenemos una policía mal equipada, mal entrenada, desmoralizada, que tampoco sabe cómo enfrentar el manejo de la represión, de la que termina siendo muchas veces víctima. Urge un gran acuerdo nacional para evitar más muertes en protestas sociales, lo que requiere moderación tanto en quienes protestan como en la autoridad al reestablecer el orden público.

VER TAMBIÉN:

Informes Defensoriales
Violencia en los conflictos sociales
Informe Defensorial n° 156, 2012

Muchacha ofreciendo una flor a los soldados // Girl offering a flower to the soldiers (by Marc Riboud, 1967)
Posted by J
13.11.2011

Ni un muerto más
Rocío Silva Santisteban
Domingo, 24 de junio de 2012

ACTUALIZACIÓN, 30 de junio

Fueron trece en los ultimos dos años
En la era K hubo 16 muertos en protestas sociales
Por Gabriel Ziblat 30/06/12

domingo, 17 de junio de 2012

Humala en perspectiva comparada

 Artículo publicado en La República, domingo 17 de junio de 2012

Durante la campaña electoral y antes de la toma de mando del actual mandatario, se discutía sobre qué características tendría su gobierno: algunos vaticinaban que se parecería al gobierno de Chávez en Venezuela (autoritario, estatista), otros al de Lula en Brasil (crecimiento con redistribución mediante políticas sociales). En aquel tiempo comenté que la comparación con Lula era razonable, pero que su gobierno implicaba también conflictos con el ala izquierda de su partido, que terminaban en divisiones; así como la aparición recurrente de escándalos de corrupción, que felizmente en nuestro caso no han aparecido.

Si seguimos haciendo comparaciones, podríamos decir que el gobierno de Humala enfrenta problemas similares al de otros que llegaron al poder con agendas “progresistas” en los últimos años. Estas izquierdas ganaron en medio de una gran ambigüedad: de un lado, fueron herederos de una tradición “nacional – popular” asociada al populismo tradicional; es decir, una lógica según la cual lo central es recuperar un “control nacional” de los recursos naturales, para destinarlos a esfuerzos redistributivos e industrialistas, arrebatándolos de intereses transnacionales, oligárquicos. Y del otro, llegaron al poder de la mano del fortalecimiento de movimientos indígenas y agendas ecologistas, más bien contrarias a lógicas “extractivistas” y que apuestan por un modelo de desarrollo “alternativo”.

Vistas así las cosas, los dilemas de Humala no se ven muy diferentes a los que enfrentan otros gobiernos de izquierda: encontramos políticas de “recuperación” o “nacionalización” de recursos naturales como el gas y el petróleo en Bolivia y Argentina, pero sin mayores preocupaciones ambientales o sobre la sostenibilidad a largo plazo de estas iniciativas; la propuesta de construcción de grandes obras de infraestrutura en Brasil o Bolivia, pero que enfrentan serias objeciones por sus impactos ambientales y la oposición de la población afectada por las mismas; y en general, el progresivo distanciamiento y la movilización de organizaciones sociales en contra de gobiernos que supuestamente los representaban. A estas alturas, Rafael Correa y Evo Morales enfrentan ya la oposición de los movimientos indígenas, por ejemplo.

Pero así como hay similitudes, hay también grandes diferencias: la principal es que Humala no cuenta con fuerza propia, ni con un partido ni con un núcleo político o intelectual o técnico de confianza, ni cuenta él con la formación y el liderazgo suficientes para avanzar en un camino de transformaciones, ni ha implementado una política de cooptación de individuos o grupos que le permita suplir la ausencia de cuadros propios. Es esa orfandad la que crecientemente lo “derechiza”, esa es su debilidad principal. Si Humala quiere recuperar la posibilidad de que su gobierno tenga alguna significación y no sea más que la continuidad de los anteriores, debe retomar su espíritu reformista, en la línea propuesta por la “Hoja de ruta”. Es la lógica que debería primar en el recambio ministerial antes del 28 de julio próximo; para ello, es imprescindible ampliar la base de sustentación de su gobierno, crecientemente ensimismado. 


 VER TAMBIÉN:

Los riesgos del gobierno 
jueves, 7 de junio de 2012


domingo, 10 de junio de 2012

Romper la dinámica de la intransigencia

Artículo publicado en La República, domingo 10 de junio de 2012

La dinámica política actual podría llevarnos a escenarios muy complicados, y lo peor es que sin razones de fondo para ello. Nos estamos deslizando por una pendiente autodestructiva fruto de un exceso de apasionamiento, de malos entendidos, de malos diagnósticos de lo que está ocurriendo.

Con la caída del Consejo de Ministros presidido por Salomón Lerner y la entrada del de Oscar Valdés, no hubo cambios sustantivos, salvo en un asunto, que es precisamente el que propició el cambio: el manejo de los conflictos sociales. La coyuntura de Conga le habría demostrado el presidente Humala que no se puede confiar en la izquierda radical, y que la moderada no contaría con el punche necesario para hacerle frente. Al perder los operadores y relaciones que Lerner le proporcionaba, con todas sus limitaciones, el gobierno responde cada vez con menos reflejos políticos, descansa cada vez más en los aparatos policiales y la asesoría de inteligencia, al igual que el gobierno anterior, de allí que tienda a mirar las protestas con lentes conspirativos y a responder de manera represiva. Esto lleva al alejamiento del ala izquierda del gobierno y a una actitud cada vez más beligerante de otros grupos de izquierda. Conforme la izquierda se radicaliza, el gobierno se convence cada vez más de que la línea dura es la línea correcta. Las recientes declaraciones de Gregorio Santos, insinuando el llamado a una movilización para provocar la caída del gobierno parece confirmar la  necesidad de la “línea Valdés”: con quienes protestan no habría que negociar, porque lo que quieren realmente es tumbarse al gobierno, y no les interesa ni los problemas ambientales, ni el desarrollo de los pueblos.

Al mismo tiempo, esta respuesta estatal hace creíble para algunos el discurso de que este gobierno cambió definitivamente de naturaleza, de que se trata de un gobierno autoritario, por lo que corresponde es arrinconarlo y derrotarlo. Así, sectores progresistas todavía vinculados al gobierno pasan a ser enemigos, no aliados; la creciente hostilidad contra el gobierno hace que personalidades independientes se distancien, y que le resulte cada vez más difícil a Perú Posible aparecer como colaborador. Si las cosas siguen así, a Humala solo le quedará una alianza con el fujimorismo para poder gobernar; no por convicción, sino empujado por la dinámica de polarización.

Es hora de que todos los actores políticos y sociales hagan un alto, respiren hondo y reflexionen sobre las consecuencias de las acciones que están tomando. El gobierno debe entender que debe recomponer sus relaciones con sus electores originales y con la izquierda, o con una parte de ella, elemento imprescindible para abrir espacios de diálogo. Que el camino puramente represivo termina en el suicidio político, que no debe alejarse de Perú Posible, ni de sectores liberales institucionalistas. Y la izquierda (o la parte más sensata de ella), debe entender que empujar y dejar sin opciones al gobierno es la mejor receta para su propia derrota. Todavía hay mucho espacio para que el gobierno de Humala sea un gobierno de centro izquierda, que combine crecimiento con redistribución. No será en absoluto un gobierno revolucionario, pero tampoco uno “autoritario neoliberal”; pero es la mejor opción, dadas las circunstancias, para hacer avanzar una agenda progresista.


VER TAMBIÉN: 


Ciegos al despeñadero
Domingo, 10 de junio de 2012
Ronald Gamarra 

ACTUALIZACIÓN, 15 de junio

Ver también:

Polarización y conflictos



Aplicar la ley para aplacar la violencia
Jaime de Althaus
El Comercio, 15 de junio 2012

Polarización sin partidos
Carlos Meléndez
El Comercio, 12 de junio de 2012

jueves, 7 de junio de 2012

Los riesgos del gobierno

La situación actual del país es muy preocupante, y las cosas se están encaminando por un rumbo que conduce a situaciones muy complicadas para nuestra democracia. ¿Un gobierno de Ollanta Humala cada vez más parecido a un gobierno de Keiko Fujimori? ¿Una alianza humalo-fujimorista en el Congreso? Un escenario absolutamente estrafalario hasta hace poco, pero que empieza a hacerse creíble. Intenté expresar esa preocupación en una entrevista publicada en Noticias SER:

“Hay que romper este escenario dominado por la intransigencia”

De otro lado, hace unos días Miguel Rodríguez recordaba algunas previsiones que hice respecto al rumbo del gobierno, que me parece pertienente recordar aquí también:

¿Cómo sería un eventual gobierno de Humala? Si bien las bases de su formación lo acercan a Hugo Chávez, desde 2000 ha mostrado un alto pragmatismo, que termina en su reciente conversión democrática y aceptación de la economía de mercado. ¿Alcanzará para acercarlo a Lula? Difícil decirlo, ojalá ocurriera. Una posibilidad intermedia es que la “toledización” de Humala sea literal: es decir, que encabece un gobierno errático, caótico, ineficiente, que paga el precio de su inexperiencia, de su confusión ideológica, de lo improvisada de su coalición" (8 de mayo 2011).

Ver también:

"Algo parecido le pasó al presidente Lula, a pesar de contar con un partido fuerte que lo respaldaba. El “giro al centro” del Partido de los Trabajadores, clave de su éxito electoral y político, también implicó abrir la convocatoria a nuevos sectores, resquebrajar un tanto las identidades y lealtades tradicionales, manejar tensiones internas y presiones cruzadas. Así por ejemplo, la política amigable con la gran inversión, evaluada como necesaria para mantener el crecimiento, terminó alejando a sectores tradicionales de izquierda vinculados a los movimientos sociales, tensión que se expresó finalmente en la renuncia al PT de Marina Silva, exministra del ambiente (a propósito, la misma tensión entre inversión y protección del medio ambiente la está enfrentando también en estos días Evo Morales)...

El presidente Humala debe tener esta experiencia como referente. Los más grandes desafíos del presidente Lula no estuvieron tanto en asegurar la marcha de la macroeconomía [ni en la implementación de las políticas sociales], sino en, de un lado, cómo lidiar con disidencias y críticas de sectores de izquierda; y del otro, con la proliferación de prácticas de corrupción por parte de operadores políticos de su entorno" (7 de agosto de 2011).

No hay denuncias serias de casos de corrupción hasta el momento, pero hay que tener mucho cuidado...

lunes, 4 de junio de 2012

Minería y conflicto social

Artículo publicado en La República, domingo 4 de junio de 2012

En 2009, un equipo de colegas (José de Echave, Alejandro Diez, Ludwig Huber, Bruno Revesz, Xavier Ricard y yo) publicamos un libro, Minería y conflicto social (Lima, Instituto de Estudios Peruanos). Allí estudiamos el caso Tintaya, y concluíamos diciendo que “se trata de la experiencia más ‘exitosa’ de todas las estudiadas, en tanto se basa en la constitución de espacios de concertación entre empresa, Estado, comunidades y representantes de la sociedad civil. Sin embargo, dada la debilidad institucional del Estado, y dada la fragmentación y multiplicidad de intereses sociales que se perciben afectados por la actividad minera (o que pretenden ser parte de sus beneficiarios), la amenaza de estallidos de protesta está siempre latente. En otras palabras, si bien la conflictividad estructural persiste, los espacios de concertación permiten que ella se canalice, por el momento, por medios institucionalizados y pacíficos” (p. 385).

Si estudiamos el caso es porque en torno a esa explotación minera se habían registrado conflictos en 1990, 2001, 2003 y 2005, que alcanzaron altos niveles de violencia, y porque ellos dieron lugar a soluciones negociadas, en las que destaca la constitución de un fondo en el cual  Tintaya aporta el 3% de sus utilidades, aparte de cumplir con sus obligaciones tributarias regulares, intentando de esta manera hacer a las comunidades “socias” de la empresa. Estas prácticas han hecho que Tintaya sea visto internacionalmente como un ejemplo en cuanto a prácticas de responsabilidad social corporativa.

Creo que los sucesos recientes deberían analizarse considerando que prácticas de responsabilidad social como las descritas son una excelente iniciativa, pero que,  considerando la precariedad y falta de legitimidad de las instituciones del Estado, son apenas una pieza de un rompecabezas muy complejo. Segundo, existe en Espinar un problema de contaminación de las aguas que, como es obvio, preocupa mucho a una población que depende de ella para sus actividades agrícolas. Resulta fácil, aunque apresurado, atribuir a la minería la responsabilidad de ello, y es lo que han hecho algunos dirigentes; algunos como parte de una estrategia que busca renegociar desde mejores posiciones un nuevo convenio con la empresa, pero otros como parte de una estrategia que busca hacer política levantando un modelo de desarrollo no minero, que son los que impulsan las jornadas de protesta actuales en Cajamarca y otras regiones. El problema con esto es que, pasado cierto punto, la dinámica de la protesta se vuelve incontrolable, y la terminan encabezando los sectores más confrontacionales e intransigentes.

El camino de salida en Espinar está trazado: retomar el diálogo, renegociar el convenio con la empresa minera, investigar las razones de la contaminación de las aguas y solucionar el problema. Donde las cosas se ven más complicadas es en Cajamarca: allí estamos en un momento de pura confrontación y de demostraciones de fuerza, y todavía no hay condiciones para una negociación.